Opinión - Bloomberg

Venezuela necesita más que nunca la ayuda de sus vecinos

Elecciones en Venezuela
Por Juan Pablo Spinetto
29 de julio, 2024 | 11:44 AM
Tiempo de lectura: 4 minutos

De los distintos posibles escenarios de las elecciones de este domingo en Venezuela, presenciamos el más probable: Nicolás Maduro fue proclamado como vencedor de la votación por la autoridad electoral del país controlada por los allegados del autoritario presidente.

Pasada la medianoche caraqueña, el Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció que Maduro había obtenido el 51% de los votos contra el 44% de su rival Edmundo González, mientras los sondeos daban al opositor una holgada ventaja de dos dígitos.

El CNE no produjo los cómputos individuales de cada mesa de votación para sustentar el resultado, aduciendo haber recibido un ataque «terrorista» contra sus sistemas de transmisión.

¡Qué inconveniente! Asimismo, calificó el resultado de «irreversible», incluso si el 20% de los votos estaba aún por escrutar y la diferencia entre ambos candidatos era de apenas siete puntos porcentuales.

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También resulta sospechoso que el recuento tardase más de seis horas en divulgarse; se podría pensar que un resultado tan sorprendentemente favorable al gobierno se hubiese publicado muy deprisa para aplastar cualquier tipo de especulaciones maliciosas.

Por su parte, la oposición denunció el resultado como lo que es: una farsa que solo corona un proceso mancillado desde el inicio, y su máxima dirigente, María Corina Machado, manifestó que, según el 40% de las papeletas tabuladas que habían logrado conseguir, González se hacía con el 70% de los votos.

Ambos bandos se atribuyen la victoria, de modo que las perspectivas a corto plazo son de mayor incertidumbre e inestabilidad política.

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Latinoamérica y los países que quieren ver una Venezuela democrática y próspera deben involucrarse con rapidez para contribuir a la búsqueda de un camino respetuoso con la voluntad de los millones de ciudadanos que se enfrentaron a la obstrucción y la violencia para depositar su voto.

El presidente Maduro jamás iba a aceptar su derrota, y pensar que saldría pacíficamente del palacio presidencial siempre ha sido una quimera.

Sin embargo, su estrategia no debe ser confundida con fortaleza o invencibilidad: se trata de una postura consecuente con el proceder hegemónico del chavismo, el movimiento socialista que ha gobernado Venezuela por más de 25 años, y que, no obstante, entraña varios peligros para el régimen.

Para empezar, el organismo electoral tiene que mostrar los escrutinios que acrediten el resultado (el CNE se comprometió a hacerlo en las “próximas horas”). Esto es clave porque en este momento sólo los aliados más acérrimos de Venezuela (es decir, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Irán, Rusia y China) han felicitado a Maduro por su “victoria”.

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Y si es cierto que la oposición certificó el 40% de los votos, eso debería ser suficiente para demostrar que los números no cuadran. Como bien dijo el presidente chileno Gabriel Boric, los resultados son “difíciles de creer”, añadiendo que su país no reconocería resultados no verificables. Estados Unidos y la Unión Europea expresaron preocupaciones similares.

Aunque el silencio del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y de su homólogo colombiano Gustavo Petro el domingo por la noche puede interpretarse como una concesión táctica, también podría ser una señal de negociaciones diplomáticas encubiertas. (El ministro de Asuntos Exteriores de Colombia, Luis Gilberto Murillo, pidió posteriormente una verificación y una auditoría independientes y rápidas).

Es poco probable que Petro (y el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el otro gran líder izquierdista de la región) se expresen con dureza contra Maduro, pero Lula expresó su frustración con el líder venezolano días antes de la votación. Y su asesor de asuntos exteriores, Celso Amorim, estuvo en Caracas para la votación.

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La posición de Brasil tendrá un peso significativo en este drama, donde la legitimidad ya dañada del régimen se está reduciendo aún más.

Y luego están las fuerzas armadas de Venezuela, que ahora deberían estar haciendo sus propios cálculos. Machado apeló a los militares una vez más el domingo por la noche, diciendo que esperaba que hicieran cumplir el voto popular. Aunque dijo que su movimiento es pacífico, no debe descartarse la capacidad de la oposición para movilizar a los manifestantes si es necesario.

En definitiva, se trata de aguas traicioneras para el chavismo, que podrían llevar a nuevas sanciones , tanto a nivel personal como gubernamental, a un mayor aislamiento y a un desacuerdo interno que podría poner en peligro la estabilidad económica artificial de Maduro.

No en vano, el líder, adornado con joyas, hizo un llamamiento a un “nuevo consenso” dentro del país en sus declaraciones posteriores a las elecciones. Y si los 11 años en el poder de este conductor de autobús convertido en dictador nos han enseñado algo, es a no subestimar su capacidad de supervivencia. El próximo paso en esta historia dependerá de cómo jueguen sus nuevas cartas el gobierno y la oposición.

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Para quienes aún dudan de los resultados de anoche, no olvidemos que ésta no fue una elección típica, ni siquiera antes de los errores del domingo.

El régimen hizo todo lo posible para inclinar la balanza del voto a su favor, prohibiendo a candidatos (Machado, en particular), permitiendo que sólo un pequeño margen de la diáspora venezolana votara en el extranjero, suprimiendo la presencia de observadores e incluso impidiendo la entrada de líderes regionales que quisieran evaluar el resultado de la votación en el país. Eso es suficiente para que se considere una elección injusta en cualquier democracia.

El espectáculo de millones de venezolanos valientes y esperanzados, tanto en Venezuela como en el extranjero, que intentan cambiar el destino de su país de manera pacífica debería ser una fuente de inspiración mundial.

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En este año de elecciones, debería movilizar a las democracias para que convoquen el ingenio colectivo y la determinación necesarios para defender la primacía de las urnas sobre las porras y las balas. Los vecinos democráticos de Venezuela deben ponerse de pie, y el resto del mundo libre debe apoyarlos.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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