Cómo Biden puede ayudar a la Fed a combatir la inflación

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Bloomberg Opinión — Con la inflación de Estados Unidos en su punto más alto de los últimos 40 años, 7,9% anual, la Reserva Federal ha empezado por fin a endurecer la política monetaria, con una pequeña subida inicial de las tasas de interés y la promesa de que habrá más. Volver a controlar la inflación no será fácil, y no hay que pedirle a la Reserva Federal que lo haga sola.

El aumento del precio de la energía está agravando el problema. El reciente anuncio del presidente Joe Biden de prohibir las importaciones de petróleo, gas y carbón de Rusia contribuyó a que el precio de referencia del petróleo superara los US$100 por barril en un momento dado, y los efectos de esta última subida aún no se reflejan en la tasa de inflación. Al tiempo que la guerra en Ucrania se prolonga, podría ser peor. ¿Qué se puede hacer para mitigar la presión inflacionista a corto plazo de los crecientes costes energéticos?

A decir verdad, menos de lo que uno desearía. Aun así, el gobierno de Biden no está indefenso.

Los gobiernos no deben pretender que los consumidores pueden estar completamente protegidos de las consecuencias económicas de la guerra de Vladimir Putin. Algunas de las medidas que se están estudiando, como la exención temporal del impuesto sobre la gasolina, serían, en el mejor de los casos, cosméticas. Acusar a los productores de petróleo de EE.UU. de aprovecharse de sus clientes es francamente contraproducente; la administración necesita a estas empresas como socias, no como enemigas. Por otra parte, unas subvenciones mal diseñadas para la producción de energía podrían dar poco resultado a corto plazo y poner en peligro los esfuerzos a largo plazo para luchar contra el cambio climático.

Los mercados de la energía miran hacia adelante. Los precios a futuro aumentaron mucho menos que los precios al contado tras el anuncio de las sanciones energéticas a Rusia. Lo que los productores esperan que se les pague en el futuro, no hoy, guía su planificación de la producción. La oferta a corto plazo es relativamente inflexible, y se necesitan nuevas inversiones para poner en marcha pozos nuevos y existentes. El reto consiste en moderar la presión al alza sobre los precios a corto plazo, y por tanto sobre la inflación, sin hacer más atractivos los combustibles fósiles a largo plazo. Lo ideal sería que los suministros previstos se envíen antes y no se eleven de forma persistente.

La Reserva Estratégica de Petróleo (SPR, por sus siglas en inglés) es una forma de hacerlo. El 1 de marzo, EE.UU. anunció que liberaría 30 millones de barriles de crudo de su reserva de 580 millones. (Otros gobiernos anunciaron liberaciones propias, lo que eleva el total a 60 millones de barriles). La liberación de existencias en la economía alivia la perturbación a corto plazo. Esto puede y debe combinarse con compromisos de reabastecimiento más adelante, lo que retiraría suministros del mercado y aseguraría a los productores que, hasta que se repongan las reservas y preferiblemente se amplíen, habrá suficiente demanda para justificar un aumento temporal de la producción.

El uso de los llamados acuerdos de intercambio con el SPR está bien establecido. Tras el huracán Katrina en 2005, por ejemplo, el SPR prestó a las refinerías unos 10 millones de barriles de petróleo, y otros 11 millones se vendieron en el mercado. El petróleo prestado se devolvió en 2007. Estos acuerdos ayudan a estabilizar tanto los precios como la producción. Las tensiones causadas por las sanciones a Rusia serán probablemente más duraderas y más difíciles de gestionar, pero un uso más ambicioso del SPR podría marcar la diferencia.

La administración también debería explorar otras formas de impulsar el suministro a corto plazo. Los funcionarios han mantenido conversaciones con Venezuela. Las negociaciones con Irán sobre los términos para la reactivación de un acuerdo nuclear podrían devolver nuevos suministros al mercado. La mejora de las relaciones de EE.UU. con Arabia Saudita ofrece otra vía para hacer lo mismo. Todas estas iniciativas conllevan desventajas, y habrá que encontrar un equilibrio entre la necesidad urgente de estabilizar el mercado energético mundial y el riesgo de poner en peligro otros objetivos vitales.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que ninguna de estas iniciativas tiene por qué desviar a EE.UU. y a sus aliados de sus esfuerzos para luchar contra el cambio climático. El objetivo, después de todo, no es hacer que los combustibles fósiles sean más baratos de lo que serían si no fuera por el asalto a Ucrania; se trata simplemente de mantener el aumento de los costos a corto plazo dentro de ciertos límites. Los esfuerzos por estabilizar el mercado con suministros adicionales a corto plazo son coherentes con el aumento de los costes de los combustibles fósiles a medio y largo plazo, lo que a su vez acelerará el cambio a la eficiencia energética y a las alternativas de bajo o nulo carbono.

El SPR y sus homólogos en otros países son finitos y, en relación con el mercado en su conjunto, pequeños. Nadie sabe si las interrupciones debidas a la agresión de Rusia empeorarán o cuánto tiempo persistirán. Las reservas no pueden resolver el problema. Pero pueden ayudar por el momento, y este es exactamente el tipo de emergencia para el que fueron diseñadas.

Editores: Clive Crook y Timothy Lavin.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.