Un siglo de expediciones en Ciudad Blanca: el mito de la civilización perdida en Honduras

Desde la época del Descubrimiento de América, cientos de relatos han alimentado la leyenda de una ciudad perdida al oriente de Honduras, pero una tecnología basada en escaneo laser trajo nuevas pistas

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San Pedro Sula — En un patrullaje aéreo y terrestre por el sector de Antigual, cabecera del río Zorrillo, zona núcleo de la Reserva del Hombre y Biósfera del Río Plátano, miembros del Primer Batallón de Protección Ambiental anunciaron esta semana que encontraron piezas arqueológicas, que entregarán al Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).

El hallazgo surgió durante un recorrido de rutina para vigilar las áreas protegidas de la llamada Ciudad Blanca, al oriente de Honduras, sitio que desde tiempos del descubrimiento de América ha sido objeto de mitos y leyendas.

En los últimos años, Ciudad Blanca ha vuelto a ganar notoriedad debido a que, entre 2012 y 2013, un grupo de arqueólogos hondureños y norteamericanos, acompañados de un equipo de la National Geographic, hicieron una inspección aérea sobre La Mosquitia a bordo de un avión civil bimotor (Cessna Skymaster), con la ayuda del Centro Nacional de Mapeo Aéreo Láser de la Universidad de Houston.

En el recorrido, los científicos usaron la tecnología lidar, similar al radar, pero con la diferencia que utiliza el láser en lugar de las ondas de radio. El escaneo permitió adentrarse a través de las copas de los árboles para hacer mapeos a nivel de suelo. Con ello, descubrieron que el terreno a lo largo del río había sido reconfigurado por humanos con arquitectura pública y ceremonial, obras de tierra, montículos de viviendas, canales de irrigación y embalses.

Después, para confirmar los datos del escáner lidar, el equipo exploró las zonas e identificó elementos arquitectónicos. La expedición recibió mucho interés debido a que la zona coincidía donde por muchos años se ha rumorado que allí se desarrolló la llamada Ciudad Perdida del Dios Mono.

El origen de la leyenda

Los primeros registros históricos de la ciudad perdida se remontan al viaje que Hernán Cortés hizo en 1525 desde el centro del actual México hasta la costa norte de Honduras, donde hoy está Trujillo.

Antes de su viaje, el conquistador contó en una carta al rey Carlos V de España sobre que había escuchado de una gran metrópolis de mucha riqueza, pero nunca dio con ella. Años después, en 1544, el obispo español Cristóbal de Pedraza llega a Trujillo y también escucha que hay un asentamiento muy grande lleno de oro.

Luego, en 1625 el cartógrafo neerlandés Hessel Gerritsz mapea la provincia de Taguzgalpa, ubicada en la región oriental y nororiental de Honduras y compartida con el oriente de Nicaragua, misma que después pasaría a llamarse La Mosquitia.

En 1779, el político británico Thomas Pownall hace las primeras imágenes provenientes de La Mosquitia hondureña, que publica en una revista arqueológica especializada. En ellas mostró las vasijas que encontró. Estos primeros artefactos arqueológicos descubiertos en la zona ahora están en el Museo Británico.

“Avanza el tiempo y siempre es importante recordar que el oriente de Honduras permaneció fuera del control español y a pesar de muchos esfuerzos, intentos de evangelización, conquista, muchas crónicas de frailes franciscanos que intentan entrar a la zona, fue una región impenetrable″, dijo el investigador hondureño Roberto Ramírez Torres, en el programa Rutas Históricas de Honduras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

La expedición del estadounidense John Lloyd Stephens en el sitio arqueológico de Copán, al occidente del país, durante el siglo 19 fomentó la idea que Honduras estaba llena de tesoros y ciudades perdidas adentro de las selvas. En ese mismo tiempo, el sacerdote español Manuel de Jesús Subirana llega al oriente del país para evangelizar a los pechs y les sugiere que en caso de necesitar refugiarse por cualquier motivo lo hagan en las ruinas de la Ciudad Blanca.

Relatos que acrecentaron la leyenda

En el siglo 20 empieza una saturación de información sobre Ciudad Blanca. En la década de los 20, Eduard Conzemius fue el primer investigador en mencionarla en una publicación sobre payas, como se les llamaba a los pechs. El autor relata de unos hombres que a principios de siglo se perdieron en la selva y se toparon con antiguales.

También el historiador del arte Hebert Spinden realizó una expedición en 1925 al nororiente de Honduras y publicó los resultados de vestigios de antiguales de restos arqueológicos cerca del Río Plátano, que recuerdan a los vestigios del proyecto Ciudad del Jaguar, como se le ha llamado al sitio descubierto entre 2012 y 2013.

Años después, el cartógrafo y profesor hondureño Jesús Aguilar Paz elaboró el mapa de la República entre 1933 y 1934, para el cual recopiló toda clase de información y mitos, algunos de ellos publicados en su libro Tradiciones y Leyendas de Honduras. Sin embargo, el texto no incluye nada sobre Ciudad Blanca, pese a que él hizo una recolección de artefactos arqueológicos descubiertos al nororiente de Honduras y sumado a que ya había en el imaginario algunas informaciones dispersas sobre el tema.

En la segunda edición del mapa, publicado en 1954, Aguilar Paz identifica las Ruinas Ciudad Blanca y publica un artículo en un diario de la época donde se atribuye de haber descubierto el sitio.

Interés por regiones remotas

Los descubrimientos de Machu Picchu en 1911, la Tumba del Tutankamón en 1922 y de otra serie de hallazgos arqueológicos mundiales volcaron el interés por las expediciones en regiones remotas.

Esa motivación de encontrar ciudades perdidas llevó al Museo Nacional de Indio Americano de Nueva York a financiar expediciones en la década de 1930. Una de ellas la dirigió el explorador R. Stuart Murray, quien va posiblemente al río Patuca. En ese viaje recopiló algunos artefactos y escuchó la historia de un hombre que aseguró saber dónde quedaba el sitio, pero que murió al ser mordido por una barba amarilla.

En otra gira, el periodista Theodore Morde llegó a Honduras en 1940 y tras cinco meses en la selva, regresó con cajas llenas de piezas con las que se adjudica el descubrimiento de Ciudad Blanca. Meses más tarde publica el relato en la revista The American Weekly y contrata a Virgil Finlay para que ilustre la representación del templo.

Morde se negó a revelar la ubicación alegando que temía que fuese objeto de saqueos, pero prometió volver al año siguiente para comenzar las excavaciones. Nunca regresó y en 1954 se suicidó, sin revelar su ubicación.

En octubre de 1940, con la información de Morde, Fernando Figueroa publicó el hallazgo de una vasija de piedra en la comunidad pech La Colonia, cerca de Culmí, Olancho. En el texto describe “vasos sagrados que usaban los sacerdotes de la ciudad blanca en La Mosquitia hondureña para ofrecer al Dios Mono el corazón de las víctimas que sacrificaban en su honor”, es decir, incorpora elementos de leyenda y fantasía a la historia.

El curador Karl Helbig realiza en 1953 un viaje por el nororiente de Honduras y habla sobre Ciudad Blanca en sus escritos. Cuenta de una ciudad perdida o casa blanca, “pero nadie de la actual generación ha visto”. También el geólogo Samuel Glassmire estuvo en Honduras en 1960 y encontró ruinas y artefactos asumiendo que eran las de Ciudad Blanca.

En cada relato se repitió la historia que solo los payas ancianos conocían el sitio, pero no querían decirlo.

Hallazgos de la actualidad

Esa desesperación por saber su ubicación llevó a que, en 1976, la International Explorers Society contratara a una parapsicóloga para dar con el sitio. “Ciudad Blanca es una leyenda, cada sitio arqueológico que se encuentre al oriente y nororiente de Honduras va a serlo, porque así nos lo muestra la historia”, dijo Ramírez Torres.

Para el investigador, las leyendas en torno a La Mosquitia son producto también de ser “una región históricamente marginada, olvidada, vilipendiada, muy poco estudiada y suceden todos esos eventos que no sabemos cómo interpretarlos. Una región con una complejidad histórica y social bien importante”.

En el kilómetro 225 del municipio de Catacamas, Olancho, está la base área El Aguacate y en este lugar funciona el Centro de Investigación Ciudad Blanca, el cual fue creado para resguardar, analizar, conservar y restaurar los hallazgos arqueológicos resultantes de las investigaciones realizadas en la zona arqueológica Ciudad del Jaguar.

El Centro cuenta áreas de exposición, laboratorio, y almacenaje de las piezas. Los objetos que contiene el centro de investigación son parte de una colección de más de 200 piezas rescatadas en el área.

Por décadas y a partir de las expediciones, se cree que en La Mosquitia no existe solo la Ciudad Blanca, sino diversas ciudades escondidas de una antigua civilización.