Panamá: el escenario de un sueño que se frustró en el camino

Con la nueva política migratoria de Estados Unidos cientos de venezolanos han quedado varados en territorio panameño

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Ciudad de Panamá — En la espesa selva del Darién, entre Colombia y Panamá, quedaron sus historias, tan profundas como las pisadas que ahora deben recoger para volver a Venezuela, su país de origen.

La medida anunciada hace dos semanas por Estados Unidos (EE.UU), de expulsarlos si ingresaban de forma irregular a Panamá o México, y que facilita solo 24.000 visas para los venezolanos que soliciten llegar a los puertos de entrada de por vía aérea, los tomó por sorpresa.

Ahora, hacinados en un albergue en la ciudad de Panamá, esperan ser devueltos a su país para volver a recomponer sus vidas, sin nada más que los recuerdos de un sueño frustrado que desapareció en el camino.

“Todo lo que construimos lo vendimos con el anhelo de lograr el llamado sueño americano. Yo quisiera dormir, sentir que todo es un sueño, y que esto no me esté pasando”, cuenta con voz entrecortada y a punto del llanto Douglas Gálvez, quien junto a su familia salió de Maracaibo buscando nuevos horizontes.

De tez clara, 1.70 metro de estatura, barba y cabello sin recortar, comenta que convenció a su esposa de iniciar la travesía, y junto a sus dos hijos de 4 y 7 años de edad, con US$850 en los bolsillos partieron rumbo a Colombia.

Una vez allí, en el lugar conocido como Necoclí, tomaron una lancha para llegar a la selva del Darién y adentrarse a recorrer un tramo intransitable de 100 kilómetros hasta Panamá.

De acuerdo con las autoridades colombianas, unos 10.000 migrantes esperan llegar al país canalero, donde han quedado varados tras la nueva política estadounidense.

Douglas y su familia lograron llegar hasta Guatemala, donde la noticia les cayó como un balde de agua, por lo que decidieron regresar a Panamá, donde hoy día sus hijos están enfermos, su esposa se encuentra en estado de shock por lo vivido y, por si fuera poco, debe recolectar US$280 por cada uno para poder volver a su país.

En la tierra de Bolívar ya no tienen un techo que los cobije, vendieron el rancho de zinc donde vivían, además de todas las pertenencias que acumularon tras 12 años de ser pareja.

El drama de los migrantes venezolanos se agudiza ahora que Panamá cerró su frontera para quienes vengan del norte y no cuenten con una visa de ingreso.

Pese a sentirse desalentado, Douglas Gálvez se considera afortunado, pues puede contar su historia, a diferencia de quienes murieron en el trayecto.

Una “dura” travesía

Fueron siete días cruzando “montañas empinadas como escaleras” y sorteando precipicios, en los que las piernas se enterraban por completo en el lodo, con la niña a cuestas y el pequeño de siete años de la mano quien se valió de zapatos de caucho para avanzar, evitar a las serpientes y otros animales. Darién fue la parte más “dura” del trayecto, cuenta Gálvez.

Ahora, en el refugio gestionado por la embajada de Venezuela y la iglesia Mires Panamá, el pequeño camina con dificultad y se desmayó.

Su padre atribuye el malestar a la debilidad que les produjo la diarrea por beber agua del río y también porque tiene los pies lastimados.

Sus bebidas y alimentos se les acabaron a los tres días de andar por la selva darienita, perdieron sus pertenencias al pasar por uno de los tantos ríos del trayecto.

“La corriente era tan fuerte que me arrastró con la mochila, yo tenía mi hija encima y tuve que decidir. Si agarraba la mochila tenía que soltar a mi hija, por eso perdimos todo, pero logramos salir los cuatro juntos de la selva a tomar las piraguas (botes) para llegar al puesto de la ONU” en Bajo Chiquito, contó Gálvez.

La situación, recuerda, era angustiosa porque no tocaban fondo, la corriente los jalaba, para poder avanzar se amarraban de una cuerda, llevaban a un niño al otro extremo y luego se devolvían por el otro, una y otra vez.

Otras 90 personas de su grupo no tuvieron la misma suerte y fueron arrastradas por la fuerza del agua. En una de esas tantas pasadas casi pierde a su esposa, pero una piedra con la que se estrelló evitó que el caudal la separara para siempre de su familia.

La gravedad del drama humano

Así como la familia Gálvez hay otros 1.200 migrantes venezolanos varados en el albergue, esperando retornar a su país.

La gravedad del problema se refleja en las estadísticas de los migrantes que han transitado por la frontera con Colombia.

Desde 2010, año en que se empezaron a contabilizar los migrantes por esa ruta, se registraron 559 extranjeros y este 2022 solo a septiembre se reportan unos 151.000 , según cifras del Servicio Nacional de Migración (SNM).

Sin embargo, el presidente de la República, Laurentino Cortizo, informó que al día de hoy se han contabilizado 206.000 migrantes en tránsito Darién, y el 82% o 170.000 son Venezolanos.

En decir, que en los últimos 12 años han transitado por el Tapón del Darién unas 457.615 personas, según datos oficiales.

Una crisis humanitaria que le ha costado a Panamá unos US$50 millones según el SNM. “La negativa de los países y de EEUU de no aceptarlos si entran de manera irregular es una medida que Panamá ha estado clamando desde el año antepasado que estábamos viendo esta crisis” y se requiere de la colaboración de todas las naciones, indicó Samira Gozaine, directora de la institución en TVN Noticias.

“Las historias que se escuchan son muy fuertes, vienen con alergias, gripes, malestares estomacales, niños que se están amamantando y como la madre comía poco ellos también. Desean desesperadamente regresar a Venezuela”, expresó Niurka Vargas, de la iglesia Mires Panamá y que atiende a los migrantes en el albergue de la capital.

Desde el inicio de la tragedia migratoria se recibían a 200 personas diarias en el refugio pero ahora la afluencia está entre 600 y 900 diarias y se retiran unas 124 personas en autobuses para tomar los dos vuelos diarios con destino al país suramericano.

A Gálvez aún le cuesta asimilarlo pero se resigna “dijimos bueno, Estados Unidos, la potencia, no creo que nos cierre la puerta. Hagámosle para allá para buscar un mejor futuro pero quedamos peor porque en Venezuela vivíamos la crisis en la casa y ahora la estoy viviendo en la calle”.

Más de siete millones de venezolanos viven en el extranjero, según cifras de las Naciones Unidas, huyen de una crisis humanitaria en su país de origen.

Recoger los pasos andados es difícil, pero a los migrantes no les queda otra.

La nota fue actualizada a las 2:31 pm con la nueva estadística de los migrantes facilitada por la Presidencia de la República