Europa necesita un enfoque más inteligente en materia de inmigración

Por

Debido al envejecimiento de la población, la Unión Europea depende cada vez más de la migración para mantener sus economías. Lamentablemente, la incapacidad del bloque para gestionar esta afluencia está desequilibrando su política.

Si no logra crear un sistema mejor, que combine controles fronterizos fiables con oportunidades económicas, corre el riesgo de sufrir un mayor declive y fractura.

Todos los años, la UE pierde aproximadamente un millón de personas en edad de trabajar. En 22 de sus 27 Estados miembros, la población activa disminuirá para 2050. Entre 2019 y 2023, casi dos terceras partes de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por ciudadanos no pertenecientes a la UE. Este incremento ha generado importantes presiones, tanto prácticas como políticas.

Los países del sur, en primera línea, y los del norte, más ricos, han recibido enormes flujos de migrantes desde la década de 1990.

La crisis de refugiados que se inició en 2015, con la llegada de más de un millón de migrantes, en su mayoría procedentes de Afganistán, Irak y Siria, sacó a la luz las deficiencias de los esfuerzos de coordinación de la UE y generó una reacción negativa que perdura hasta hoy. Desde 2022, millones de ucranianos desplazados se han sumado a la tensión.

Si bien se trata de aumentos considerables, la absorción de tales cifras debería ser factible para un bloque rico de 450 millones de personas. Pero la disfunción de la UE lo ha hecho más difícil de lo necesario.

Destacan tres fallos.

Primero, el proceso de asilo todavía es muy lento en gran parte de Europa, porque no hay tribunales especializados, ni capacidad para procesar las solicitudes, ni datos relevantes.

En Alemania, los trámites duran más de ocho meses de media; en Irlanda, pueden tardar un año o más. Estos retrasos dejan a los solicitantes sin hacer nada durante mucho tiempo, lo que hace que aumenten los costes, empeoren los problemas sociales y, con frecuencia, dé a los votantes la impresión de que sus gobiernos han perdido el control.

El resultado es menos apoyo a la inmigración en general.

El otro problema es que las comunidades locales que no están preparadas para el cambio suelen ser las más afectadas. Numerosas ciudades y pueblos sencillamente carecen de los recursos necesarios para hacer frente a la llegada masiva de inmigrantes, lo que contribuye a generar resentimiento.

Cuando los votantes perciben una competencia, por puestos de trabajo, vivienda, servicios o prestaciones, en lugar de una relación de complementariedad, los partidos populistas y antiinmigrantes están llamados a prosperar.

Tercero, la propia UE no ha sabido manejar bien el desafío.

Bruselas dispone de herramientas relevantes, como los “fondos de cohesión”, pensados para reducir las disparidades regionales, y una serie de medidas para ayudar a integrar a los migrantes.

Sin embargo, su uso ha sido desigual y poco transparente: en virtud del ya desaparecido Reglamento de Dublín, cuya finalidad era repartir las responsabilidades en materia de asilo entre los Estados miembros, solo se aceptó finalmente el 9% de las solicitudes de traslado.

Sin una reforma, es probable que la inmigración siga siendo un punto crítico en Europa durante años. El objetivo de los responsables políticos debería ser minimizar las perturbaciones sociales y maximizar los beneficios económicos.

Cabe destacar algunos principios.

Para empezar, hay que insistir en la integración. Al responder a la crisis de refugiados, Alemania combinó el apoyo al mercado laboral con la formación lingüística y otros servicios con buenos resultados.

Entre quienes llegaron en 2015, la tasa de empleo masculino supera ahora la media nacional, mientras que la carga fiscal neta ha sido menor de lo previsto. Estos esfuerzos son un requisito previo para lograr una mayor aceptación de la inmigración.

A continuación, hay que centrarse en una ejecución competente.

Las solicitudes de asilo deben resolverse en cuestión de meses, con capacitación y empleo para quienes probablemente se queden y retornos rápidos para quienes sean rechazados. Digitalizar los sistemas de casos, contratar más adjudicadores y clasificar los casos ayudará.

Llevar a cabo un “pacto migratorio” planificado, que impondría normas comunes para el control fronterizo y los procedimientos de asilo, sería un paso en la dirección correcta. También lo serían normas más estrictas sobre la reunificación familiar y la duración de las estancias.

Finalmente, un esfuerzo sostenido de la UE para atraer a los inmigrantes más talentosos, y ayudar a los recién llegados a adquirir las competencias más demandadas, será clave para convencer a los votantes de que los beneficios de la inmigración superan los riesgos.

La simplificación de los visados, la mejora de los programas de movilidad y la flexibilización de las vías de acceso para los trabajadores altamente cualificados serán esenciales.

Una migración bien gestionada ofrece enormes oportunidades. Sin ella, Europa tendrá dificultades para sostener el crecimiento, financiar los sistemas de bienestar y ejercer su influencia global. Y las narrativas populistas, que se nutren de la creencia de que nada funciona, serán cada vez más difíciles de resistir.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

Lea más en Bloomberg.com