Lima — Antes de su participación en la conferencia anual de empresarios CADE Ejecutivos 2022, que se llevará a cabo entre el 8 y 10 de noviembre en la ciudad de Paracas, la historiadora peruana Carmen McEvoy comenta a Bloomberg Línea sobre el complejo escenario en el que se encuentra el Perú hace algunos años y que se mantiene con durante la presidencia de Pedro Castillo; así como las gestiones en la presidencia y Congreso que, según considera, ponen en peligro el funcionamiento del Estado.
CADE 2022 adopta el lema “El Perú en emergencia”, y así también se titula el panel en el que usted participará. ¿Estamos en un escenario tan complejo, o más complicado de lo que veíamos en los últimos seis años, para decir que el Perú se encuentra en ese estado?
Pienso que es un Perú en emergencia en un mundo en emergencia. Probablemente nuestra crisis se potencializa frente a una realidad totalmente incierta. Con una guerra que en cualquier momento puede escalar, los precios de alimentos fuera de control, crisis ambiental y maltrato a la naturaleza… Diría que Perú, más que en una emergencia, está en una encrucijada. Es una encrucijada, una entre tantas que nos ha tocado vivir, en un contexto internacional sumamente difícil donde estamos siendo testigos de cómo implosiona el Estado peruano ante un mal manejo administrativo, aparte de nuestras viejas taras de la corrupción que se potencializan. Es la tormenta perfecta.
¿Es el reflejo de un Estado débil?
De un Estado que no ha trabajado en fortalecer sus instituciones. Creo que tenemos dos problemas: el institucional, que implica construir instituciones sólidas que resistan los embates de crisis que son parte de la vida del hombre; y el de un Estado perforado durante varias décadas, por no decir siglos, por la corrupción. Cada cierto tiempo viene un nuevo asalto, una nueva banda delictiva, y sigue erosionando lo poco que nos queda de Estado. Estamos viviendo el temor a que lo poco que hacía posible la resistencia del Estado. Está en proceso de disolución.
¿La pandemia ha perforado aún más los cimientos de lo que conocemos como Estado? Si bien es indudable el impacto en el sistema de salud, también vimos en constante conflicto a las fuerzas políticas en un momento de crisis, presidentes que salían y entraban, leyes que erosionaban el fisco... Mucho desorden. ¿Qué papel considera que jugó la pandemia dentro de este decaimiento?
No fuimos capaces de construir una suerte de unidad ante la pandemia, ni siquiera eso fue capaz de obligarnos a poner al Perú adelante. Eso fue terrible. La pandemia pudo ser la prueba que nos ayudara a dejar de lado nuestras diferencias, pero al final la manera en que se trató fue la expresión de cómo las políticas y el sistema público de salud fueron dejados de lado en esta lucha por el poder permanente que nos destruye, y la corrupción que se llevó los recursos que probablemente podrían haberse invertido en hospitales, plantas de oxigeno, entre otros aspectos. Acordémonos de esa imagen tan terrible de una señora en Arequipa persiguiendo la caravana presidencial y tratando de comunicarle al presidente Vizcarra que su esposo estaba en una carpa esperando a ser atendido; estaba desesperada. Es un Estado totalmente desguarnecido que a pesar de haber contado con muchísimo dinero en estos últimos años, no fue capaz de crear un sistema de salud pública y eficiente que nos funcionara. La pandemia expresó todas las tragedias y miserias de nuestras políticas estatales. Y por el lado privado están todas las quejas que se suscitaron a raíz de los costos, por cómo se inflaban…
“Cada cierto tiempo viene un nuevo asalto, una nueva banda delictiva, y sigue erosionando lo poco que nos queda de Estado”
Aprovechando que menciona al sector privado, ¿considera que algunos empresarios o gremios han descuidado su rol en el debate sobre lo que necesita el país, que es clave para lo que luego se refleja en las instituciones públicas?
El sector privado tiene sus propias instituciones, pero necesita tener una participación más activa en las grandes discusiones que se nos vienen. Hace poco nuestros mares han sido contaminados sin ningún tipo de vergüenza por parte de esta compañía que ni siquiera hace lo que le corresponde. ¿Cómo podemos proteger de una manera sana a este país tan extraordinario que tenemos? Su costa, sierra y selva están en riesgo; una selva en peligro por estar en manos de taladores y mineros informales. Hay que abrir una gran discusión: en lugar de hablar tanto de la corrupción que nos destruye, hay que hablar sobre cómo salir de ella. Ver qué mecanismos operativos y con convocatoria amplia nos permiten recuperar este país tan extraordinario en el que nos ha tocado nacer y que en este momento vive una crisis que nos entristece. Creo que la sensación que tenemos los peruanos es de tristeza, ante un país que parece que se va hacia el despeñadero.
Algo que se vive aquí así como en el mundo es un fuerte escenario de polarización y división política que se refleja en la sociedad casi a diario. En este contexto, ¿ve posibilidades de alcanzar un escenario en el que se pueda no solo coincidir, sino en principio debatir?
Lo que acá se debe imponer es la racionalidad: cómo construir los puentes necesarios y cómo ir introduciendo un nuevo vocabulario de constructores del Perú. Creo que hay que volver a los aspectos constructivos y no detenernos en estas luchas que no ayudan absolutamente a nada. Algo que el Covid-19 nos trajo a la mesa es que hay que desarrollar lo básico que necesitamos los seres humanos para vivir, como educación, vivienda de calidad, nutrición, entre otros.. Que entren en la discusión los que quieran participar en la construcción de un nuevo paradigma; de un nuevo Perú que tome distancia de luchas estériles que nos llevan a enfrentamientos constantes.
¿Cree que realmente las fuerzas políticas del país reconocen la necesidad de que se prioricen estas grandes discusiones sobre aspectos más estructurales?
No. Las fuerzas políticas de Perú están en la vieja dinámica de la guerra. Lo que nos cubre a todos y no nos permite ver que hay un futuro es la niebla de la guerra. Cada día hay una noticia, un nuevo escándalo o más; eso es distractivo y nos quita la atención de lo que es realmente importante. Las instituciones tienen que empezar a encontrarse y proponer soluciones. El Perú necesita propuestas que nos lleven hacia adelante. Cuando la propuesta y el proyecto empiecen a tomar forma muchísimos peruanos se van a unir a la discusión, porque creo que ya están cansados de esta situación que es de una ansiedad y angustia permanente que no hace bien ni al alma ni al cuerpo. Hay que pensar en el futuro de nuestra infancia y de este mundo que nos va a desafiar.
Entendería que ese cansancio al que se refiere hace que haya gente más reacia a participar en cualquier discusión, o de expresar sus molestias ante la inacción.
El problema es que la obsesión con la indignación nos está sacando del camino de cómo construir puentes en Perú. Hay que ir sentando las bases del Perú que va a seguir avanzando en busca de los siguientes 200 años que ya no vamos a ver ni tú ni yo. La propuesta debe ser constructiva en lugar de una polarizante que de vueltas como una serpiente mordiéndose la cola. Se debe salir de esta dinámica presentista. Más allá de la inclinación política que todos sentimos de manera personal y en diferentes grados, la propuesta debe ser de una gran ilusión y de cómo entusiasmarnos nuevamente con conceptos tan importantes como la justicia, igualdad y felicidad, en vista de un futuro mejor para el país.
“La propuesta debe ser constructiva en lugar de una polarizante que de vueltas como una serpiente mordiéndose la cola. Se debe salir de esta dinámica presentista”.
Usted comentaba en una reciente columna sobre la degradación de la presidencia de la República que se mantiene con el presidente Castillo. ¿Cómo se compara esta situación que describe con las anteriores crisis políticas que el país ha enfrentado?
El presidente Castillo ya encuentra una presidencia seriamente dañada. El modelo que llamo el ‘Estado como botín’, que implica tomarlo como trofeo y repartirlo, es un Estado prebendario que viene de muchos siglos. Probablemente se instala en los años formativos de la República y el presidente Castillo lo hereda, pero repite el mismo libreto pese a que dice querer tomar distancia de los 200 años para ‘refundar la República’. Castillo termina siendo prisionero del mismo laberinto prebendario. Lo más negativo para el Perú es que el Estado está siendo tomado y está implosionando, y el nuevo grupo que lo asalta ya ni siquiera lo sabe administrar. La administración del Estado ya corre peligro cuando vemos a los personajes bajo su control. Es trágico que este modelo premoderno, que hace tanto daño, se sigue reproduciendo. Hay que desmantelarlo. Pero estamos viendo las consecuencias de su permanencia en el tiempo. El Estado se sigue degradando porque sigue funcionando el mismo modelo que cada vez es más abierto, más desfachatado, que ya ni siquiera se justifica pero sigue haciendo daño.
Algo que llama mucho la atención en otros países es el constante cambio de ministros del gobierno: en poco más de un año ya suman 73 cambios ministeriales.
Eso está dentro de la degradación, y no hay un proyecto. Acá el problema es la improvisación, pues cada día se improvisa con el Perú. Uno puede improvisar en su vida, en su pequeño negocio, pero no se puede improvisar con la vida de más de 30 millones de peruanos. Vemos un constante estado de aprendizaje en el gobierno, pero ni siquiera se aprende porque se repiten los errores.
Tenemos que tomar una decisión en el sentido de que haya políticas públicas que se sostengan en el tiempo. Vuelvo a mi propuesta de un ‘Proyecto Perú’, que logre integrar a distintos actores que no necesariamente coincidan pero que pongan al Perú primero. Hay una palabra que puede sonar romántica, pero pienso que hay que amar al Perú. Cuando uno ama algo, no le hace daño. Hay que fomentar este amor sano desde la escuela para que los servidores públicos realmente sirvan al país.
“Vemos un constante estado de aprendizaje en el gobierno, pero ni siquiera se aprende porque se repiten los errores”.
¿Ve una salida viable al conflicto político actual en un escenario en el que el presidente Castillo llegue a julio del 2026 aún en el cargo? ¿O para usted sería más conveniente un adelanto de elecciones que se concrete?
Nosotros en Proética (McEvoy es presidenta del Consejo Directivo de esta ONG) pedimos hace varios meses un adelanto de elecciones. Es una manera de oxigenar e intentar que se establezca un nuevo horizonte; pero esto lo determinará la fuerza de las circunstancias. Para que eso ocurra, hay que alertar de forma permanente y salvar lo que se pueda ante esta catástrofe. Por eso el rol de la prensa y de la opinión pública es fundamental. Aquí no solo está en juego la operatividad del Estado, sino también el mantenimiento del sistema democrático que pende de un hilo porque cuando el Estado no puede cumplir sus función, llega la violencia y otras soluciones que no queremos ver. La solución tiene que venir por un recambio político, participación en la política de peruanos que realmente quieran al país, y un proyecto sostenible en el largo plazo, con la discusión de problemas que son parte de la agenda mundial y donde podamos participar. Por otro lado, ello no implica que dejemos aparcada la discusión. Creo que tenemos que seguir discutiendo sobre qué horizonte queremos y hacia dónde apuntamos mientras se resuelven los problemas políticos que no son nuevos. El Perú siempre ha vivido estas encrucijadas y logró encontrar su camino de salida. Ahora nos está costando un poco más porque la coyuntura política es mucho más compleja, y algo que no se veía antes con tanta nitidez es el derrumbe de los partidos políticos.
¿Ese propio derrumbe al que se refiere, con partidos políticos cada vez más débiles, no haría que un escenario de adelanto de elecciones sea aún más incierto o complejo?
Cualquier escenario es incierto. Lo que este momento mundial nos está enseñando es que lo que va a regir por muchos años es la incertidumbre, y en Perú somos expertos en ello. Hemos aprendido a vivir durante décadas e incluso siglos con una política incierta. Es verdad que se abrirán escenarios complicados, pero acá están las mentes y la capacidad para remontar las diversas etapas de esta transición que vive el mundo hacia una nueva era aún no definida. El futuro no va a ser feliz o armónico, de ninguna manera, pero creo que con inteligencia y participación de los peruanos de forma activa se podría lograr un proceso que sea menos doloroso.
¿Qué requisitos considera que debería cumplir un presidente del Perú para decir que contamos con una figura “idónea”?
Lo primero que un presidente debe tener en su cabeza es el gran privilegio que tiene de ser jefe de Estado y primer magistrado de la nación peruana. Eso le hace asumir la responsabilidad del cargo. Debe reconocer que la presidencia del Perú no es una tarea fácil, ya hemos visto cuántos presidentes han fallado. Lo segundo es que se haga responsable de la tarea que le encomienda la historia. Uno de los presidentes que fue absolutamente consciente del rol que le tocaba fue Valentín Paniagua. Eso hizo que asumiera su misión con convicción y responsabilidad. Y en tercer lugar, que también lo tenía Paniagua, está el profundo amor por el Perú. El presidente de la República nos representa a todos y al Perú en su historia. La consciencia de ese rol es algo que pediría de un presidente, más allá de su preparación porque eso se puede aprender en el camino. Cuando sabe lo que lleva consigo y lo que representa, la presidencia tendrá una actitud de dignificación permanente de lo que es la República del Perú.
La crítica se ha enfocado sobre el Ejecutivo y la presidencia este último año, pero también están los otros poderes del Estado. ¿En su opinión, qué papel juegan el Congreso de la República y el Poder Judicial dentro de esta crisis del sistema público?
Creo que es una pregunta clave, porque el balance de poderes fue la base de nuestro sistema republicano. Cuando se funda nuestra República, se busca que los poderes se controlen unos a otros y que no exista un poder que exceda su hegemonía sobre los demás. Lo que ha pasado en el Perú ha sido un constante enfrentamiento entre el Ejecutivo y Legislativo y es lo que vemos ahora, pero que ha sido la vieja historia en la que hemos vivido. Las guerras civiles han sido básicamente por enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Congreso. Creo que acá son copartícipes. Acá hay responsabilidades compartidas porque a pesar que parece existir una oposición en el Congreso, también hay una serie de contubernios y negociaciones que desconocemos pero que permiten que estos poderes subsistan a pesar de que no sirven al Perú. Nos estamos enterando de lo que ha ocurrido con Repsol que ha involucrado una participación en el Congreso, de defensa contra los intereses del Perú. Entonces, ¿qué está pasando con estos poderes del Estado que no están haciendo su trabajo?
En el caso del Ministerio Público, aunque hay cuestionamientos a la Fiscal (Patricia Benavides), creo que hay un equipo de fiscales que sí están dando la talla y están haciendo el trabajo que les corresponde de control. Si no existiera ese otro poder, probablemente ya no tendríamos de dónde sostenernos.