Cómo Trump profundizó la fractura latinoamericana y reforzó la subordinación a EE.UU.

Expertos analizan cómo ha cambiado la dinámica interna de América Latina y con Estados Unidos desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el pasado 20 de enero.

Por

Bloomberg Línea — América Latina se fragmentó y subordinó más ante los Estados Unidos desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Aunque los países de la región comenzaron a ensimismarse después de 2010 y las disputas tóxicas entre sus líderes han dificultado la integración, el presidente norteamericano exacerbó las rivalidades.

El argentino Javier Milei, el salvadoreño Nayib Bukele y el ecuatoriano Daniel Noboa, alineados a las políticas de Trump, desistieron de asistir a la Cumbre CELAC-UE en Colombia, por ejemplo, después de la inclusión de Gustavo Petro en la ‘Lista Clinton’ por supuestos nexos en el narcotráfico.

En evento, en cambio, participaron el brasileño Lula da Silva, quien cuestionó el despliegue militar estadounidense en el mar Caribe ordenado por Trump, y el uruguayo Yamandú Orsi.

Ver más: Las disputas tóxicas de América Latina están fortaleciendo a Estados Unidos

Antes de la Cumbre CELAC-UE, República Dominicana pospuso la Cumbre de las Américas programada este diciembre en Punta Cana, tras una decisión consensuada con sus “socios más cercanos, incluyendo Estados Unidos”.

La Cancillería dominicana detalló en un comunicado: “Al momento de asumir la responsabilidad de realizar la Cumbre, eran imprevisibles las profundas divergencias que actualmente dificultan un diálogo productivo en las Américas”.

Pero hay más. Ecuador está apostando por posicionarse como aliado estratégico de Estados Unidos en Sudamérica en la lucha contra el narcotráfico, desplazando a Colombia.

Latinoamérica, sin embargo, venía dividida antes de Trump. La divergencia en las posturas tras el presunto fraude electoral en Venezuela lo evidenció.

Mientras que Brasil, Colombia y México buscaron un diálogo chavismo-oposición para contener la crisis política en el país caribeño, Argentina, Ecuador y Panamá, entre otros países, reconocieron a Edmundo González como presidente electo.

A ello se suman las diferencias entre Lula y Milei, Petro y Bukele, Noboa y la mexicana Claudia Sheinbaum, por no mencionar otras.

Trump y la fragmentación de América Latina

Manuel Camilo González, internacionalista y profesor de la Universidad Javeriana en Colombia, dice que “Latinoamérica enfrenta un grave problema de consenso regional que no veíamos desde hace mucho tiempo”. La razón: en un “mapa variopinto”, en el que la izquierda y la derecha se mueven como un péndulo, “hay visiones totalmente encontradas de integración”.

Aunque la región estuvo relativamente unida de 2000 a 2010, con el predominio de la izquierda en el poder —no en vano, nacieron instituciones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, y la que hoy es la Celac—, desde ese entonces comenzó a fragmentarse.

El fin del auge de las materias primas en la región, en 2013, y la pandemia, en 2020, llevaron a los países a “ensimismarse” para resolver sus propias crisis domésticas, de acuerdo con el experto Gónzalez.

Lo que pocos esperaban es que la fragmentación se exacerbara en 2025, durante el segundo mandato del presidente Donald Trump en los Estados Unidos.

“Por medio de la coerción económica, Trump creó un contexto de alineación activa de los gobiernos de derecha, mientras castiga a los de izquierda”, dice González. “Mi tesis es que Trump no ha buscado aliados, sino que ha estado probando a sus aliados con los aranceles para que lo busquen y negocien”.

No es gratuito que el pasado 14 de noviembre Argentina, Ecuador y El Salvador se hubiesen convertido en los primeros países de la región en llegar a acuerdos comerciales, junto con Guatemala.

En contraste, Brasil, Colombia y México, gobernados por líderes progresistas, han padecido las amenazas arancelarias e incluso militares de Trump —en el caso de los dos últimos— al no estar alineados con sus políticas.

Brasil lidió con un arancel estadounidense adicional del 40% a un amplio catálogo de productos alimentarios, al rechazar la injerencia de Estados Unidos en torno al proceso judicial contra Jair Bolsonaro.

México ha tenido que soportar gravámenes del 25% a las exportaciones que no están acogidas por el T-MEC y del 50% tanto para el acero como para el aluminio, aun cuando aceptó colaborar con EE.UU. para ponerle freno al tráfico de fentanilo.

Colombia es el país de la región que sostiene la relación más tensa con Estados Unidos —además de Venezuela— en cierta medida por rechazar su injerencismo en la política nacional y rechazar los bombardeos contra embarcaciones en el Caribe.

“La relación de Latinoamérica con Estados Unidos es de subordinación, en la cual algunos gobiernos reafirman una posición de alineamiento con Washington”, dice González. “El dilema de alineamiento activo o rivalidad frente a los Estados Unidos complica muchísimo el ambiente en el vecindario latinoamericano”.

Honduras y Centroamérica, ¿en la mira de Trump?

“Honduras estará bajo la mira de Trump durante los próximos seis meses”, dice Manuel Orozco, politólogo nicaragüense y presidente de Centroamérica y el Caribe en el Instituto del Servicio Exterior de Estados Unidos.

El país centroamericano continúa contando los votos tras las elecciones presidenciales del 30 de noviembre, en las que hay un empate técnico entre el derechista Nasry Asfura (Partido Nacional) y el centroderechista Salvador Nasralla (Partido Liberal).

Mientras que la relación de Honduras con Estados Unidos se “fortalecería” si gana Asfura, no necesariamente sucedería lo mismo si vence Nasralla, según el experto.

No es para menos, el propio Trump lo advirtió en Truth Social, haciendo referencia a un supuesto fraude electoral: “Parece que Honduras está tratando de cambiar los resultados de su elección presidencial. ¡Si lo hacen, habrá infierno que pagar!”.

Orozco ve en la administración de Joe Biden y Donald Trump una diferencia clave: la unilateralidad.

“Hay un cambio sustancial entre lo que hizo la administración de Joe Biden y la de Donald Trump: ahora hay una política unilateral predominantemente con ciertos matices de relación bilateral, según la necesidad o el contexto”, dice Orozco.

La administración Trump no parece tener una agenda de política exterior clara, sino una suerte de “checklist” con tres prioridades: migración, narcotráfico y comercio, según el experto.

Si bien Estados Unidos llegó a acuerdos comerciales con Guatemala y El Salvador, producto de conversaciones bilaterales, Orozco considera que la administración Trump no ha cooperado en otros aspectos, como la mitigación a la migración y el Estado de derecho en Centroamérica; en cambio, ha brindado directrices protocolarias.

Por otra parte, ve probable que la administración Trump recomiende suspender los beneficios que ofrece el tratado de libre comercio CAFTA-DR a Nicaragua, como medida de presión contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, tras un informe de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR).

“Los resultados de esta investigación indican que las acciones, políticas y prácticas represivas de Nicaragua (...) imponen una carga o restringen el comercio de Estados Unidos”, dice el documento.

Orozco dice que la posición de Estados Unidos frente a Nicaragua y Cuba es esperar una “fractura interna” que “eventualmente conduzca a una transición”.

“Hay una creencia de que cuando muera Daniel Ortega, la posibilidad de un rompimiento en Nicaragua va a ser muy fuerte”, opina el experto. “Lo dudo, porque Rosario Murillo montó una estrategia de sucesión presidencial hace dos años”.

Resignificación del vínculo ‘Latam-EE.UU.’

Manuel Camilo González sustenta que tras el cierre de USAID y el recorte en cooperación internacional ordenados por Trump, la relación de Estados Unidos con Latinoamérica fue resignificada y ahora se centra en la “presencia militar”.

Ecuador estuvo contemplando la reinstalación de bases militares estadounidenses, incluida una en Islas Galápagos, pero la ciudadanía le cerró la puerta en una consulta popular.

“La canciller y sus asesores han dicho que, como Colombia está perdiendo su posición socio estratégica con Estados Unidos, Ecuador podría asumirla”, dice Santiago Carranco, coordinador del Laboratorio de Investigación de Relaciones Internacionales (IR-LAB) de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE).

Nada es gratuito: Ecuador, país al que el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció una ayuda económica de US$19,5 millones, destinados a la lucha contra el narcotráfico y el apoyo a la fuerza naval, recibirá solicitantes de asilo trasladados desde Estados Unidos.

Bolivia, que mantuvo congeladas sus relaciones con Estados Unidos bajo los gobiernos socialistas de Evo Morales (2006-2019) y Luis Arce (2020-2025), le abrió la puerta al retorno de la DEA luego del triunfo electoral de Rodrigo Paz.

En ese contexto, para José Luis Exeni, politólogo y otrora presidente de la Corte Nacional Electoral de Bolivia, está claro que Estados Unidos y el país andino colaborarán en la lucha contra el narcotráfico. Los acercamientos entre ambos países también cambiarían la relación con la región.

“Estamos transitando de unas relaciones muy centradas en la agenda del Alba, de los llamados gobiernos progresistas en la región y también de los BRICS, a una agenda centrada en el vecindario conservador-libertario, con una presencia fuerte de Estados Unidos, con indicios de injerencia”, dice Exeni.

En la última semana de noviembre, República Dominicana autorizó a Estados Unidos utilizar una base aérea en su país, y a mediados de mes, Panamá recibió tropas del Pentágono para entrenar en la base aeronaval Cristóbal Colón.

Antes, en octubre, Trinidad y Tobago, situada a 11 kilómetros de Venezuela, aprobó la presencia de un buque militar estadounidense. Estos casos son un ejemplo de la resignificación en el vínculo entre Washington y la región.

Ver más: Así queda la lista de grupos criminales latinoamericanos considerados terroristas por EE.UU.