Google
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Junto con los teléfonos Pixel, relojes y auriculares, en la presentación anual de software y dispositivos de Google de la semana pasada se revelaron un par de ingeniosos lentes de traducción. Uno se los pone y aparecerán “subtítulos” en tiempo real en los lentes mientras se ve a una persona hablando en otro idioma. Muy innovador. Pero los lentes no están disponibles en el mercado. Tampoco es probable que generen tanto dinero como lo hace la publicidad para la empresa matriz de Google, Alphabet Inc. (GOOGL) De los US$68.000 millones de ingresos totales de la compañía en el trimestre que terminó el 31 de marzo de 2022, unos US$54.000 millones procedieron de la publicidad.

El alcance de nuestra propia e inconsciente participación en ese negocio tampoco tiene comparación con ningún otro momento de la historia.

Cada vez que abres una aplicación en su teléfono o navegas por la web, se está produciendo una subasta entre bastidores ante tus ojos gracias a un próspero mercado de datos personales. El tamaño de ese mercado siempre ha sido difícil de precisar, pero un nuevo informe del Consejo Irlandés para las Libertades Civiles, que ha hecho una agresiva campaña durante años en Estados Unidos y Europa para poner límites al comercio de datos digitales, ha puesto ahora una cifra. El informe, que el consejo ha compartido con Bloomberg Opinion, afirma que las plataformas publicitarias transmiten los datos de localización y los hábitos de navegación de los estadounidenses y europeos unos 178 billones de veces al año. Según el informe, Google transmite el mismo tipo de datos más de 70.000 millones de veces al día en ambas regiones.

Para los humanos es difícil conceptualizar tales cifras aunque las máquinas las calculen cómodamente cada día, pero si el escape de nuestros datos personales pudiera verse de la misma manera que la contaminación, estaríamos rodeados de una bruma casi impenetrable que se hace más espesa cuanto más interactuamos con nuestros teléfonos. Cuantificado de otra manera: A través de la actividad en línea y la localización, una persona en Estados Unidos está expuesta 747 veces al día a ofertas en tiempo real, según los datos. El consejo dice que su fuente anónima tiene acceso especial a un gestor de una campaña publicitaria de Google (la cifra no incluye los datos personales transmitidos por Facebook de Meta Platform Inc. (FB) o las redes publicitarias de Amazon.com Inc. (AMZN), lo que significa que la verdadera medida de todos los datos transmitidos es probablemente mucho mayor).

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¿Por qué importa todo esto? Al fin y al cabo, las aplicaciones son en su mayoría gratuitas y útiles, y no hay consecuencias negativas evidentes en la extracción digital de datos.

Excepto que las ha habido. Según un reciente informe del Wall Street Journal, al menos una gran red de publicidad ha admitido haber pasado los datos de los usuarios al Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés) y a otras entidades gubernamentales para rastrear teléfonos móviles sin orden judicial. Los movimientos precisos de las personas que utilizaban la aplicación de citas para homosexuales Grindr también se hacían públicos para comprarlos a una empresa de publicidad para móviles, hasta que Grindr dejó de compartir los datos de localización con las redes publicitarias hace dos años. Sin embargo, el año pasado, la publicación católica de noticias The Pillar aún pudo rastrear la ubicación de un sacerdote en Grindr utilizando “registros comercialmente disponibles” de datos de la aplicación, y lo observó viajar entre su oficina, su casa y varios bares gay antes de publicar una historia sobre su “mala conducta sexual en serie”. Todavía no está claro cómo consiguió The Pillar esa información, pero Grindr dijo en su momento que un socio publicitario podría haber sido la fuente.

La importancia de esto es aún mayor con la perspectiva de una prohibición generalizada del aborto en Estados Unidos. ¿Qué pasaría si los fiscales estatales empezaran a utilizar los datos telefónicos para localizar a los partidarios del aborto o incluso a las mujeres que piden píldoras abortivas por Internet?

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La captura de datos sensibles es posible gracias al salvaje y desordenado mundo de las ofertas en tiempo real, un abordaje enormemente popular de la publicidad digital y parte de la savia de empresas como Google y Facebook. Así es como funciona: Cada vez que un usuario de un smartphone abre una aplicación o un sitio web que muestra anuncios, su dispositivo comparte datos sobre ese usuario para ayudar a mostrarle un anuncio específico. El anunciante con la oferta más alta para el espacio publicitario disponible gana.

Los datos pueden ir a docenas o incluso cientos de empresas por cada subasta. Google dice que transmite los datos de los usuarios estadounidenses a unas 4.700 empresas en total en todo el mundo. Cada “broadcast” (“transmisión”, como se denomina en el sector) suele compartir datos sobre la ubicación de una persona, incluyendo la orientación “hiperlocal”, según el propio discurso de Google a los anunciantes, características personales y hábitos de navegación para ayudar a las empresas de publicidad a crear perfiles de usuario. La industria publicitaria también cuenta con una larga taxonomía que las redes utilizan para clasificar a las personas, incluyendo etiquetas sensibles como “trastornos de ansiedad” y “problemas legales”, o incluso “incesto” y “apoyo al abuso”, según un documento público publicado por el consorcio de redes publicitarias que establece las normas de la industria.

La compleja y turbia naturaleza del multimillonario negocio de la publicidad en línea hace difícil saber con precisión qué datos comparte Google sobre nosotros. Por si sirve de algo, Google tiende a difundir menos datos personales sobre las personas que otras redes publicitarias más pequeñas, según Jonny Ryan, miembro del consejo que supervisó la recopilación de los últimos datos. Sin embargo, Google también constituye la mayor parte de los datos difundidos, añadió.

La gran cantidad de datos que se emiten cada día no es un hecho divertido: subraya la realidad de que estamos rodeados de dispositivos que recogen información, aparentemente para mejorar nuestras vidas, pero que luego se vende al mejor postor. Los altavoces inteligentes, los rastreadores de fitness y las gafas de realidad aumentada son sólo algunos ejemplos de la creciente tendencia a la computación ambiental. Los datos recogidos por esos dispositivos pueden explotarse de formas que desconocemos. La semana pasada, Vice informó de que el Departamento de Policía de San Francisco había solicitado imágenes de Cruise, una empresa de autos autoconducidos propiedad de General Motors Co. (GM) El Departamento de Policía de San Francisco negó que quisiera utilizar esas imágenes para operaciones de vigilancia en curso.

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Aun así, una mayor difusión de datos implica mayores posibilidades de uso indebido. Incluso cuando el propósito es tan inocuo como la publicidad, la computación ambiental corre el riesgo de convertirse en vigilancia ambiental.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González