Rigoberto Urán, su fórmula para llevar su negocio de ciclismo a EE.UU. y Centroamérica

“Yo qué voy a saber güevón”. Una respuesta viral tras una caída llevó a Rigoberto Urán a pensar en que había opciones de negocio: ¡estampar la frase en camisetas!

Con la visión de que el negocio tenía que arrancar por sí solo y ser sostenible, Rigoberto Urán y su esposa hicieron una inversión inicial de entre $120 a $150 millones para la compra de un local de 30 metros en Medellín, que funcionó primero como bodega, luego como tienda y después incluso como outlet.
16 de mayo, 2022 | 04:00 AM

Bogotá — Auténtico, perseverante y buen negociante, Rigoberto Urán es una de las figuras deportivas más apreciadas en Colombia, en donde sus logros son ampliamente reconocidos y su figura no genera divisiones como sí ocurre con la mayoría de personalidades en un país altamente polarizado casi en todos los temas.

El reconocido ciclista Rigoberto Urán, medallista olímpico en Londres 2012 y segundo en el Tour de Francia 2017, comenzó su emprendimiento de implementos deportivos GO RIGO GO! en la casa de su suegra y ahora tiene tiendas en Colombia, Ecuador, EE.UU. y Costa Rica, en donde el negocio se ha apalancado gracias al nuevo ‘boom’ de este deporte.

“Nosotros manejamos un portafolio que va desde café hasta crema depilatoria”, dice con humor y en su característico acento antioqueño el ciclista colombiano, que además de sus hitos deportivos es reconocido en el país por su carisma y espontaneidad que le hacen fluir en las entrevistas tan bien como en las pistas en las que ha competido.

“Vengo de una familia paisa, mi papá era muy vendedor, era muy enredador, vendía de todo, hacía rifas y de él se me pegó eso. Cuando mi padre muere, quedamos en una situación muy complicada y es cuando inicio a trabajar, a conseguir dinero para llevar comida a la casa”, recuerda Urán.

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El padre de Rigoberto Urán fue asesinado por grupos paramilitares cuando el ciclista apenas tenía 14 años, una realidad con la que tienen que convivir muchos colombianos víctimas de la violencia. “Mi papá decía que lo más importante para dejarle a un hijo es aprender a ganarse el dinero honradamente, mucho, poquito, pero honradamente, sin robarle a nadie”, dice.

El ciclista (Urrao, 1987), quien en su juventud tuvo incluso que vender lotería en su pueblo para ayudar a su familia, recuerda que la casa en la que vivían estaba hipotecada y en medio de esa situación el camino del ciclismo se veía más complicado.

La gente compraba uniformes y yo iba y se los llevaba a la casa, imagínate uno recién llegado del Giro de Italia y a la semana siguiente en las casas entregando, entonces eso pues causó mucha felicidad. Cuando teníamos algunos problemas de servicio al cliente yo llamaba a los clientes: ‘Mire señor, tenemos un problema’, y la gente no creía.

“Cuando inicio a montar en bicicleta hago una negociación con los de la escuela de ciclismo, acá en Medellín, les digo: ‘O ustedes me dan plata para seguir montando en bicicleta o me retiro’, porque en ese tiempo, pues decían que tenía futuro y donde iba ganaba todas las carreras”, recordó el ciclista.

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“Siempre he negociado mucho”, dice Rigo, como lo identifican ampliamente ya no solo en su país sino en el mundo del ciclismo, en el que tuvo sus primeras experiencias internacionales en Venezuela.

“Me acuerdo de que íbamos a correr por allá en el año 2005 a Venezuela, el Táchira, y traíamos cosas de allá, bicicletas y todo, y las vendía acá en Colombia más caras. Yo les decía: ‘No me den plata, páguenme con bicicletas y productos que yo los vendo allá en Colombia’”, cuenta entre risas.

Un alto en el camino

Rigoberto Urán, ciclista del equipo estadounidense EF Education-EasyPost

Luego vinieron los triunfos en los Juegos Olímpicos y los podios en las mayores competiciones del mundo, y luego de mucho correr dio un alto en el camino para pensar más allá de su vida en los deportes.

“Hay un momento en el que hago un alto y digo: ‘Qué hay después del ciclismo, cómo puedo seguir ganando dinero después’. Leí algunas columnas, algunos libros y escuchaba historias de muchos deportistas muy grandes que habían hecho unas fortunas enormes y que hoy dependían de un subsidio del Gobierno o de sus amigos (…) entonces yo decía jue’puta ¡claro! porque uno se acostumbra a un estilo de vida y uno quisiera mantenerlo”.

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Fue así que junto a su esposa, Michelle Durango, cuya familia también es empresaria y tiene una compañía de helados en Urrao, comenzaron este proyecto de GO RIGO GO! en el 2014 motivados por la fiebre del ciclismo en el país gracias a sus hazañas y las de otras figuras como la de Nairo Quintana, campeón del Giro de Italia en ese año.

La respuesta viral de “Yo qué voy a saber, güevón”, tras una caída en competencia en el Tour de Francia le llevó a tener la idea de vender camisetas con la frase, que hasta hoy están entre las más vendidas de su marca, en cuyos inicios tuvo el respaldo de varios de sus amigos y de ahí el valor que le da al trabajo en equipo.

“Tuve la fortuna de que me ayudaran, porque realmente iniciar una actividad es bastante complicado, obviamente todos necesitamos mucho capital y digamos que arrancó como un hobby, realmente la mercancía la teníamos en la casa de la suegra, Michelle tenía una muchacha que le ayudaba, y ahí empezó, poco a poco fue creciendo”.

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El despegue y las lecciones

Rigoberto Urán y el equipo de una de sus tiendas

Con la visión de que el negocio tenía que arrancar por sí solo y ser sostenible, Rigoberto Urán y su esposa hicieron una inversión inicial de entre $120 a $150 millones para la compra de un local de 30 metros en Medellín, que funcionó primero como bodega, luego como tienda y después incluso como outlet.

Desde que montaron ese local inicial, la compañía se ha diversificado de diferentes formas al punto de que ya no vende únicamente implementos para los ciclistas, sino que también ha combinado el portafolio con café y restaurante, e incluso inauguró una tienda campestre que se llama la Finca de Rigo.

En la actualidad, GO RIGO GO! emplea a unas 250 personas y tiene 14 tiendas en Colombia, así como también presencia en Miami, Ecuador y en Costa Rica, en donde su compañía elaboró los uniformes para la selección de ciclismo de ese país.

“Es un negocio que todavía no tiene inversión de otras personas, solamente es de mi esposa y yo, aquí somos los únicos dueños y hoy en día la felicidad que da generar empleos es muy linda”, dice.

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Agrega que uno de los retos para la expansión del negocio en otros mercados son los costos de los locales, ya que en el caso de la tienda de 700 metros que tiene en Bogotá invirtieron cerca de $900 millones solo en la adecuación y el mobiliario.

Y aunque no descarta el modelo de franquicia, que ya aplica en mercados como el de Ecuador, es consciente de los retos para que se mantengan los estándares, dado que en la actualidad los productos son fabricados por mano de obra colombiana y materiales locales. “Cuando uno tiene un modelo construido, uno quiere que se lo manejen igual, ¿cierto?, se hace un filtro muy grande y tiene que haber como un algo con la persona para hacerlo, porque realmente no damos la franquicia, así porque sí”.

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Ya en el plano deportivo, dice que no le pesa haber quedado tan cerca de la victoria en grandes competencias como el Tour de Francia (segundo lugar en 2017) o el Giro de Italia (segundo puesto en 2013 y 2014), al encontrar valor en lo hecho por sus rivales y los aprendizajes obtenidos en la vida que le han permitido hoy incursionar en los negocios.

“Entonces soy realista y a veces la realidad duele, ¿cierto?, y la gente en Colombia quiere escuchar cosas bonitas, pero si usted no tiene la capacidad, no tiene la calidad, pues va a quedar de segundo, va a quedar de tercero. Hay que aprender a perder, pero lo que le digo yo a los muchachos es: ‘Mire, Rigoberto Urán no ha ganado ninguna carrera (…) pero con eso que he hecho, pues se pudo crear una marca muy grande’. Les muestro que a veces no hay que ganar, hay que aprender a tener un buen equipo y a sacar todas esas ideas para eso”.