Opinión - Bloomberg

Se intensifica la guerra comercial de vehículos eléctricos entre EE.UU. y la UE

El presidente de EE.UU., Joe Biden, izquierda, y Emmanuel Macron, presidente de Francia, durante una llegada al Pórtico Norte de la Casa Blanca antes de una cena de Estado en Washington, DC, EEUU, el jueves 1 de diciembre de 2022.
Por Lionel Laurent
17 de enero, 2023 | 03:13 AM
Tiempo de lectura: 4 minutos

Bloomberg Opinión — La publicidad de Will Ferrell para General Motors Co. (GM) en el Super Bowl de 2021 resulta desalentadora viéndola en la actualidad. La furia cómica del actor por ser “superados en vehículos eléctricos” por Noruega era una verdad que era un punto de orgullo para Europa: En lo que respecta a las ventas de vehículos eléctricos, Estados Unidos se ha quedado rezagado al no tener el impulso normativo y de inversión de China y Europa. “No odies, imita”, respondió Audi, rival de Volkswagen AG.

Los estadounidenses han efectivamente imitado y ahora son los políticos de la Unión Europea los propensos a despotricar al estilo Ferrell. La UE y países como Corea del Sur consideran una amenaza competitiva “agresiva” las desgravaciones fiscales de hasta US$7.500 concedidas por la Administración Biden a los vehículos eléctricos ensamblados en Norteamérica, al igual que otras ayudas a la inversión ecológica incluidas en la Ley de Reducción de la Inflación, dotada con US$369.000 millones. Fabricantes de baterías como la sueca NorthVolt AB están apostando por EE.UU., pensando también en los costes energéticos tras un año en el que los precios del gas natural en Europa fueron ocho veces superiores a los de EE.UU.

 Las ayudas públicas a los coches eléctricos han sido históricamente menores en EE.UU.

Esta no es una guerra comercial de manual: Estamos muy lejos de la amenaza de la era Trump de imponer aranceles a los coches europeos, y la conflagración de Ucrania ha acercado a los aliados de la OTAN. Pero también estamos muy lejos de una nueva era de multilateralismo bajo Biden. Una salva de subsidios diseñada para mantener a raya a China e incentivar nuevas fábricas en EE.UU. es mala para los socios comerciales atrapados en el medio, incluso si es buena para el clima. El proteccionismo que aúna las disposiciones “Buy American” (compre estadounidense) con subvenciones que, según los fabricantes, equivalen a una reducción de costes de alrededor del 30%, se antoja como una nueva y sombría era.

“El riesgo para Europa es el tipo de desindustrialización que no hemos visto en años”, afirma Antoine Huard, cofundador de la empresa francesa Verso Energy, dedicada al desarrollo de centrales eléctricas.

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Hasta ahora, la respuesta europea ha sido vacilante. Apelar al buen carácter de Biden ha conseguido la promesa de retoques, pero no mucho más. Quejarse ante la Organización Mundial del Comercio parece una tontería: Los mecanismos de resolución de disputas se han atascado y se han visto socavados por EE.UU.; y no eran precisamente ágiles antes de ello. La amenaza de aranceles de represalia, que Canadá utilizó en su beneficio, ha despertado poco interés.

China lidera la inversión mundial en gigafábricas de baterías para autos eléctricos

El movimiento obvio que queda es, en palabras de Audi, imitar en lugar de critcar. La UE ha lanzado un fondo de 750.000 millones de euros (US$812.000 millones) para sanar su economía, dañada por la pandemia, y aún no se ha gastado todo. Tiene previstos 43.000 millones de euros en inversiones públicas y privadas para semiconductores. ¿Sería tan malo otro despilfarro industrial? El responsable de Industria de la Comisión Europea, Thierry Breton, rostro del dirigismo a la francesa en Bruselas, está promoviendo una “Ley de Tecnologías Limpias” para apoyar a la industria.

Hay algunas buenas razones para sumarse a la carrera de subvenciones, aunque pocos esperen una “victoria” general. La demanda no se crearía de la nada. Ya hay interés por parte de los inversores y demanda empresarial de inversiones ecológicas como baterías o energías renovables, especialmente con la presión para reducir la dependencia de China en la cadena de suministro y deslocalizar componentes críticos. Por ejemplo, el fabricante de automóviles Stellantis NV quiere producir él mismo la mitad del suministro energético de sus fábricas europeas. Las ayudas públicas contribuirían a aumentar la competitividad de la UE subvencionando la energía o la tecnología pertinente.

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Pero también hay riesgos. Uno de ellos es avivar las tensiones comerciales. El último plan de la UE para suavizar aún más las restricciones a las ayudas estatales en respuesta a EE.UU., según informa Bloomberg News, provocará muchas luchas internas por competencia desleal entre países grandes como Alemania y los que tienen menos poder financiero. Y cuanto más intente la UE crear excepciones para productos o sectores específicos, más probable será que dañe su credibilidad ante otros socios comerciales, opina Niclas Poitiers, investigador de Bruegel.

Aprobadas las ayudas estatales de emergencia de la UE vinculadas a la crisis energética de 2022

Otra es malgastar el dinero. En el entorno actual, hay mucha demanda de materias primas o componentes que se producen localmente porque son más fáciles de transportar y no conllevan riesgos geopolíticos. Pero llega un momento en que la escasez puede convertirse en superabundancia, como ocurrió en el pasado en el sector de los chips. Incluso en el reluciente mundo de las gigafábricas al estilo de Tesla Inc. (TSLA), que han atraído US$300.000 millones en inversiones en todo el mundo desde 2019 con China a la cabeza, es probable que haya fracasos, como la fábrica de baterías “Britishvolt” que estuvo a punto de derrumbarse el año pasado.

Así que, aunque la UE se apresure a alimentar sus propios sueños de campeona industrial, también debería estar alerta. Si las ayudas estatales o las normas antimonopolio se tuercen demasiado, se rompen. Los esfuerzos anteriores por crear nuevas empresas al estilo de Airbus no siempre han funcionado. Según el economista Xavier Jaravel, el gasto efectivo, y no sólo más gasto, debería ser una prioridad, y señala que Francia aún dispone de 40.000 millones de euros de fondos de recuperación para poner en marcha. Hay mucho en juego y muchos riesgos. Saltarán chispas.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.