Buenos Aires — Cada año, CIPPEC congrega a los principales referentes del ecosistema político argentino en una cena, que fue realizada en su última edición el 14 de abril en La Rural. Allí, Gala Díaz Langou, directora ejecutiva del think tank de políticas públicas, resaltó en su discurso que “pareciera que buena parte de la población está dispuesta a atravesar una situación más difícil si eso implica salir adelante”.
Sin embargo, en una referencia a la actual administración, advirtió que “las medidas que llevan al equilibrio fiscal tienen costos sociales contundentes”, a la vez que se hizo eco de críticas respecto a “algunos síntomas de desapego a hábitos democráticos”.
En conversación con Bloomberg Línea días después de la realización de uno de los principales eventos del calendario anual de la política argentina, Díaz Langou delineó las principales propuestas de CIPPEC para que la clase política argentina pueda alcanzar consensos básicos para “para transitar de un país en una secesión de crisis tras crisis a un país próspero”.
La siguiente conversación fue editada por motivos de extensión y claridad.
¿Cuáles son los principales desafíos sociales en la Argentina de Javier Milei, según el diagnóstico de CIPPEC?
Gala Díaz Langou: Los problemas que enfrentamos en Argentina no son nuevos. Tenemos serios desafíos, ya estructurales, especialmente en lo social y económico, pero también en materia de calidad institucional, de eficiencia y del estado, entre otros. Los indicadores socioeconómicos son, lamentablemente, viejos conocidos: el PBI per cápita es casi igual hoy que hace 40 años, llevamos años de crisis recurrentes, retrocesos y estancamiento en nuestro desarrollo, en contraposición de muchos de los países de la región. Tuvimos déficit fiscal primario en 24 de los últimos 40 años y déficit secundario en 33 años en el mismo período. En materia de lo social los resultados no son más prometedores. En las últimas cuatro décadas no hemos podido perforar el piso del 25% de la población viviendo por debajo de la línea de la pobreza y actualmente casi la mitad de la población vive en esta situación. Más preocupante aún, las peores condiciones de vida se concentran en hogares con infancias y adolescencias. En consecuencia, hoy 6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes son pobres. Esta cifra no solo es alarmante en términos humanitarios, sino que es el reflejo de una inmensa hipoteca a futuro.
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¿Cómo evalúan la calidad del sistema educativo argentino en la actualidad?
Este panorama se replica en términos educativos. Si bien casi la totalidad comienza la escuela primaria, apenas el 13% de los y las estudiantes finaliza la secundaria en tiempo y forma. Es decir, solo uno de cada diez chicos termina el último nivel de escolaridad obligatoria en el tiempo teórico esperado (12 años) y con conocimientos básicos como leer, escribir y realizar operaciones de cálculo básicas. Las habilidades que cultivemos hoy son el potencial con el que contemos mañana. Por lo tanto, si no mitigamos el flagelo de la pobreza y desatendemos a la crisis en la terminalidad educativa y a la calidad de aprendizajes que reciben las nuevas generaciones estamos posponiendo nuestras oportunidades para ser un país próspero.
¿Qué balance hacés respecto a la evolución de la calidad institucional y la transparencia en Argentina durante las últimas dos décadas?
La persistencia de este panorama pendular ha significado la falta de resultados concretos en términos de mejoras tangibles en la calidad de vida de la población. Esta incapacidad de los sucesivos gobiernos de resolver los principales obstáculos en nuestro desarrollo tiene como contracara la desconfianza en la política, le democracia y sus instituciones. Si bien es parte de un fenómeno global, donde solo casi 4 de cada 10 personas en 95 países de la OCDE y tan solo 3 de cada 10 personas en América Latina y el Caribe confían en su gobierno, la satisfacción con la democracia en nuestra región está a 4 puntos de su mínimo histórico (2018). Al igual que muchos países del mundo, Argentina atraviesa un momento de gran polarización, apatía e insatisfacción con la democracia. Pero en Argentina nos encontramos por encima del promedio de la región en cuanto a apoyo al régimen democrático, aunque por debajo de los niveles de satisfacción medios. Según la última medición del Latinobarómetro, en 2023 nuestro país registró el apoyo del 62% de la población hacia la democracia, pero tan sólo el 37% de los argentinos dijo estar satisfechos con su funcionamiento. Si volvemos a las cifras que mencionaba antes, no debería sorprender la brecha entre el apoyo al sistema y la satisfacción, de acuerdo con los magros resultados alcanzados.
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¿Se pueden encontrar fortalezas en las instituciones argentinas de hoy?
A nivel procedimental e institucional, si bien hay amplio terreno para la mejora, la evidencia muestra que nuestro sistema democrático funciona. A cuarenta años de nuestra última transición democrática podemos decir que, a nivel nacional, contamos con elecciones justas y limpias, el voto es el único y legítimo medio que reconocemos para la elección de los y las representantes y que en toda la vida democrática ganadores y perdedores aceptan los resultados sin cuestionamientos. La evidencia muestra que casi todos los mandatos presidenciales se cumplieron, y cuando no sucedió, el Congreso fue garante de continuidad para preservar la línea sucesoria del mando, como sucedió en la crisis económica, política y social de 2001. Asimismo, el Congreso también fue en algunos casos el ámbito para dirimir discusiones que polarizaron a la población en las calles y en la opinión pública.
¿Considerás que el sistema democrático argentino fomenta más la unión o la desunión, hoy en día?
El sistema democrático es el único que garantiza que el desarrollo sea auténtico y sostenido. Porque permite que la ciudadanía monitoree las decisiones políticas, exija la rendición de cuentas a instituciones y representantes. Por otro lado, otorga un marco institucional consolidado y estable para el cumplimiento de los acuerdos y permitiendo la planificación a largo plazo. Y el desarrollo inclusivo y sostenible tiene mayor probabilidad de éxito en un sistema democrático, velado y nutrido con el respaldo y la participación ciudadana. Si bien la democracia requiere tiempo y más esfuerzo, los beneficios de la generación de acuerdos concretos harían valer rápidamente esa inversión. Lo importante es que no es necesario acordar todos en todo, sino tan sólo en algunas políticas duraderas y sostenibles.
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Y en ese sentido, ¿cuáles son las principales propuestas de Cippec para que se puedan generar esos acuerdos concretos?
Nosotros proponemos puntos de equilibrio para que el Estado pueda ofrecer soluciones correctas a problemas públicos, y que reconstruya la confianza y mejore las condiciones de vida de la población. El equilibrio de las cuentas públicas es una condición necesaria para el desarrollo, pero no suficiente. Necesitamos un desarrollo integral que permita el crecimiento inclusivo. Y en ese sentido CIPPEC propone cuatro avenidas. La primera es de finanzas públicas sostenibles, con una política fiscal sostenible, y que abarque el principal componente del gasto público, que es el sistema previsional. Un reordenamiento de las vías de acceso, los regímenes diferenciales y el cálculo de los haberes permitiría solucionar los problemas de inequidad e insostenibilidad fiscal que el sistema arrastra desde hace décadas. Después, un sistema educativo más y mejor articulado con la estrategia de desarrollo de nuestro país y, en particular, con el mundo del trabajo debería ser el primer punto de cualquier acuerdo nacional. Es fundamental que todas las personas ingresen en el secundario y lo terminen con aprendizajes de calidad y conocimientos que faciliten su inserción laboral. Tercero, solamente las políticas de inclusión social, que acompañen a la población en todo su ciclo de vida y contemplen el acceso a la vivienda, un sistema de cuidados articulado e integral y la creación de trabajo decente, contribuirán a la reducción sostenida de la pobreza. Y por último, es necesario un Estado más eficaz, con las capacidades necesarias para ofrecer bienes y servicios públicos que apuntalen el desarrollo. Un Estado inteligente, que avance en su transformación digital, innovando administrativa y tecnológicamente, así como en la planificación estratégica, territorial y de sus recursos humanos.
¿Argentina puede salir de sus crisis de volatilidad en el corto plazo?
En Argentina se da una paradoja: tenemos problemas estructurales recurrentes en diversas dimensiones que confluyen en una policrisis amplia y profunda. Pero esta policrisis se da en un país que tiene todo lo que el mundo necesita: energía, alimentos, minerales y metales claves. Recorrer estas cuatro avenidas será la clave para transitar de un país en una secesión de crisis tras crisis a un país próspero.