Dante Sica: “Massa resignó su oportunidad de tener un programa consistente”

El ex ministro de Producción analizó la situación económica del país. Por qué un acuerdo con el FMI “no soluciona ningún problema”, qué herencia recibirá el próximo gobierno y por qué cree que “al cepo hay que liberalizarlo lo más rápido posible”

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Buenos Aires — Argentina atraviesa una situación económica difícil de comprender. Con exportaciones y endeudamiento récord con el FMI en los últimos años, su Banco Central no tiene reservas propias, y con una de las tasas de interés más altas del mundo tiene una inflación que desde hace meses viaja por encima del 100%.

Pero aun con todas sus complejidades, la economía será uno de los ejes centrales del debate previo a las elecciones 2023. Ante ese panorama, Bloomberg Línea lanzó un nuevo ciclo llamado “Economía en Línea”, en el que algunos de los economistas más destacados del país analizarán las múltiples distorsiones que se han ido acumulando para sostener este delicado presente y la herencia económica que recibirá quien asuma la presidencia el próximo 10 de diciembre.

En esta oportunidad, el ex ministro de Producción y Trabajo y fundador de la consultora Abeceb, Dante Sica, analizó qué efectos económicos pueden esperarse tras la confirmación de que Sergio Massa encabezará la fórmula presidencial del oficialismo. El economista, uno de los más cercanos a Patricia Bullrich, explicó además por qué el nuevo acuerdo con el FMI “no soluciona ningún problema de base”, señaló que el próximo gobierno deberá aplicar medidas de shock para estabilizar la economía ya que “no hay más espacio para no hacer nada” y consideró que “al cepo hay que liberalizarlo lo más rápido posible”.

La siguiente entrevista fue editada por motivos de extensión y claridad.

¿Qué efecto económico crees que puede tener la confirmación de Sergio Massa como precandidato a presidente por el oficialismo?

Diría que refuerza la idea que el Gobierno va a tratar de evitar lo más posible cualquier tipo de disrupción económica de acá hasta el proceso electoral. De alguna manera empieza a generar una expectativa respecto a la posibilidad de un salto devaluatorio de tipo discreto, que es lo que viene intentando evitar el gobierno.

Refuerza la idea del plan llegar.

En este contexto sin anclas fiscales, monetarias, cambiarias y con un acuerdo muy diluido desde el punto de vista del Fondo Monetario Internacional, cualquier movimiento se traslada rápidamente a precios. Así que creo que la candidatura de Sergio Massa, mirando en corto plazo, refuerza la idea de que va a tratar de evitarlo a toda costa, aumentando los controles, aumentando la administración de comercio, aumentando la devaluación mensual. Pero va a tratar de evitar ese salto devaluatorio para tratar de, entre comillas, llegar lo más competitivo posible, tanto a las elecciones de agosto como a las elecciones de octubre.

Con reservas netas negativas, ¿tiene herramientas para evitarlo?

Hoy no tiene instrumentos, este es un gobierno sin ancla y sin instrumentos de política. La tasa de interés ya no tiene efecto, no tiene ninguna medida de tipo fiscal que pueda aplicar para dar señales de contención desde el punto de vista del gasto, está perdiendo ingresos y no tiene dólares. Después podemos discutir el número, si son US$1.700 o US$2.000 millones, pero claramente hoy tenemos reservas netas negativas y depende casi exclusivamente del FMI en términos de lo que adelantarle para por lo menos mandar una señal que calme al mercado. Pero no soluciona ningún problema de base, no corrige ningún desequilibrio.

¿Crees que este rally que estamos viendo en estos primeros días de los activos financieros puede extenderse?

No, creo que es un movimiento muy de corto plazo. Pensá que nuestros activos, no solo los bonos, sino las acciones de las empresas, estaban por el piso. Lo que estamos viendo es un pequeño reacomodamiento en términos de las candidaturas. Pero creo que todavía falta mucho camino por correr. El camino hasta fin de año es muy largo todavía. Faltan muchas definiciones, tenemos un descontrol en el manejo de la situación monetaria y fiscal. Estamos en un programa que, más que ser un programa antiinflacionario, termina siendo necesariamente un programa inflacionario por parte del Gobierno.

¿Tiene el Gobierno algún ancla que permita pensar en una desaceleración de la inflación en el segundo semestre?

Lo único que le puede servir de ancla de administración de expectativas es cerrar un nuevo acuerdo con el Fondo. Pero da la sensación de que Massa resignó, en el momento en que asumió, su última gran oportunidad de tener un programa consistente. No digo que podría haber resuelto todos los desequilibrios, pero por lo menos empezar a corregir algunos. Creo que apostaron a tratar de administrar los desequilibrios y en un contexto de muchísima mala praxis tuvieron la mala suerte del contexto internacional, desde lo meteorológico, que los dejó sin reservas. Hoy no tiene instrumentos de política y no tiene capacidad para poder gestionar ningún cambio estructural y tampoco tiene tiempo para ver los resultados de ese cambio.

Pareciera que la inflación entró en una velocidad crucero en torno al 7% o al 8%. ¿Puede perforar ese piso y darle aire al Gobierno de cara a las elecciones o la ves más acelerando a la zona del 9%?

No hay ningún elemento que nos dé señales de que puede bajar. Tal vez pueda haber un mes, por cuestiones estacionales, por cómo impactan los precios, el déficit fiscal o la caída de ingresos producto de la baja de exportaciones y la recaudación de los impuestos al comercio exterior. Seguramente podamos tener un mes un poquito más estacionado, pero cuando uno entra en un régimen de alta inflación quizás ya tan no es tan importante el número final sino la tasa de aceleración. Y cualquier error de política económica, cualquier ruido político, podría hacernos pasar del 7 o 8 por ciento, como estamos ahora, a la zona del 9 o el 10%. Pero de nuevo, la expectativa es mucho más que acelere a que haya una desaceleración.

En los próximos meses se hablará mucho de herencia económica, más aún con el ministro de Economía como candidato. ¿Qué situación económica recibirá el próximo presidente?

Creo que la peor herencia es una economía con 45% de pobreza. Esa es la peor herencia con una economía totalmente desequilibrada. Pero cuando uno mira hacia adelante también hay elementos favorables, algunos de carácter transitorio y otros permanentes. El primer shock favorable y permanente es el cambio geopolítico a partir de la invasión de Rusia a Ucrania que ha generado un impacto positivo en precios y cantidades. También tenemos un shock muy importante en materia energética y alimentaria, creo que es un contexto muy favorable para aprovechar.

Por otro lado, también la crisis que estamos enfrentando, todas las herencias que nos dejan, suponen una crisis muy distinta a las anteriores. La falta de coordinación, de expectativas, en un marco de un shock favorable nos permite también necesariamente tener un programa de estabilización pero no de las características que conocimos antes. Pero la principal deuda que vamos a enfrentar es la deuda social: 45% de pobreza, 5,5 millones de trabajadores en situación informal. Tenemos que apuntar a una recuperación muy fuerte de la dinámica de la economía que recupera el nivel de productividad para poder recuperar los niveles de empleo.

En ese contexto, ¿hay espacio para ese programa de estabilización con reducción del déficit y sinceramiento del tipo de cambio?

Lo que no hay es espacio para no hacer nada. Si a la economía argentina lo mantenemos como estamos, lo que vamos a tener es una ventana de oportunidades espectacular sin poder capturarla y una economía que lentamente va a un proceso de estancamiento. Obviamente, hay algunos ecosistemas, como el energético, economías del conocimiento, o minería, que por la propia dinámica de los recursos naturales puede seguir teniendo un crecimiento en el margen, pero muy lejos del potencial.

¿Qué debe hacerse para maximizar ese potencial?

La Argentina necesita estabilizar para poder aprovechar en pleno la potencialidad de este shock externo positivo que estamos viviendo hacia afuera y a su vez movilizar gran parte de los motores de la próxima década, que tienen muchas virtudes y tienen un impacto muy fuerte en todo el país, en la generación de empleo. Pero creo que las condiciones en que la economía va a llegar, las condiciones de esta crisis inédita que estamos viviendo no sólo en materia económica sino también social, no nos dejan margen para pensar en subsistir con un programa tenue o “light” de estabilización sin ninguna reforma estructural.

Debemos tener un programa de desarrollo y estabilización, que no solo mire los conceptos de la macro, sino también que actúe sobre los factores de la micro que permitan liberalizar rápidamente las fuerzas productivas que Argentina tiene ante una ventana muy importante a nivel internacional.

¿Cuáles son los pilares de ese programa de estabilización?

Primero, el problema sigue estando en la parte fiscal. Con lo cual, uno es una fuerte ancla fiscal, que es tener un presupuesto y reformas del Estado que implican un ordenamiento del gasto y reformas tributarias que nos permitan alcanzar no ya rápidamente el equilibrio primario, sino tener superávit primario para poder empezar una baja, consistente y permanente, desde el punto de vista impositivo. La segunda pata es una reforma monetaria, en especial poniendo eje en el Banco Central, tratando de darle esa independencia que ha sido parte de la receta de los países de América Latina que han logrado vencer a la inflación y cortar el financiamiento directo para el sector público.

Tercero, una reforma cambiaria que permita unificar rápidamente el tipo de cambio y tener un comercio que se rija básicamente bajo normas OMC, pero con un tipo de cambio competitivo, pero que sea libre, y un mercado único donde puedan entrar y salir todos los jugadores. Y a su vez un paquete de reformas micro que van desde la modernización del sistema laboral, un fuerte proceso de regulación de la economía y leyes específicas para los sectores que van a ser los grandes motores de tracción de la economía.

Respecto de la parte cambiaria, en este último tiempo se abrió un debate respecto de si se debe sacar el cepo de manera gradual o tipo shock. ¿Qué opinión tenés al respecto?

El cepo es una de las principales causas del deterioro de la situación productiva de Argentina. Una economía no puede crecer, los empresarios no pueden tomar decisiones en el marco de una economía con cepo. El cepo hay que liberalizarlo lo más rápidamente posible. Ahora, eso se tiene que hacer en el marco de un programa consistente, integral. No es una medida. No es decir llegamos y liberalizamos el cepo y después vemos que hacemos. Tiene que haber señales fiscales importantes, una reforma monetaria y una reforma cambiaria. Y en ese marco hay que liberalizar el cepo.

¿Cuáles son los riesgos sin ese programa?

Este Gobierno nos va a dejar con un aumento de la deuda comercial a más del doble. Hoy el promedio de la deuda comercial en Argentina es de US$20.000 millones, que es el ciclo de negocios tradicional del sistema productivo, y hoy ya están en US$35.000 millones y vamos camino a llegar a US$40.000 millones. Además, tenés las utilidades retenidas que no pudieron girarse al exterior en los últimos cuatro años. Si vos liberalizas el cepo sin ningún otro tipo de acción, obviamente el tipo de cambio te hace un overshooting que es incontrolable. Entonces, hay que liberar el cepo en el marco de un programa consistente que pueda generar un nivel de confianza en el que los dólares que hoy están fuera del sistema vuelvan rápidamente al mercado. Porque no es que no hay dólares, no los tiene el Estado.

¿Ese plan integral evitaría que se genere un cimbronazo de la inflación en 2024? La mayoría de las consultoras privadas advierten que también será un año de muy alta inflación.

Ahí es lo que hay que mirar es la película y no solo la foto. Seguramente a finales del 2024 tengamos niveles de inflación similares a los que tuvimos este año, un poco a la baja. Lo que hay que ver es cómo es la dinámica. Argentina hoy tiene una economía muy similar a los desequilibrios que teníamos en la década del 80, y los programas de estabilización para que puedan ser exitosos tienen que tener dos claves que les den consistencia en el tiempo en este combate para la baja de la inflación que nosotros creemos que es posible.

¿Cuáles son?

El primer tema de consistencia es fiscal. Los planes que hemos tenido en Argentina, el austral, el primavera, la convertibilidad, fracasaron porque no logramos tener disciplina fiscal. Lo primero que debemos tener es un programa que dé fuertes señales en un proceso de reforma del Estado y reforma tributaria. La segunda cuestión tiene que ver con la estabilización y la coordinación de precios relativos. Uno no puede estabilizar con esta disparidad de precios relativos.

En estos últimos cuatro años, mientras la inflación o algunos precios crecieron arriba del 480%, otros precios como la energía crecieron a menos del 60%. Entonces, no podemos estabilizar o congelar este set de precios relativos porque nos haría explotar cualquier programa en menos de siete meses. Entonces, la primera etapa, previa al programa, que fue lo que hizo el Plan Autral, que fue lo que hizo la convertibilidad con distintos instrumentos, es estabilizar precios. Eso quizás va a tener un impacto inflacionario en el corto plazo mientras acomodamos precios de servicios públicos y se acomoda el tipo de cambio.

¿Cuál es el equilibrio para ese tipo de cambio?

El tipo de cambio no es ni el tipo de cambio oficial que tenemos hoy pero tampoco el blue, que está reflejando un tipo de cambio de pánico más que un tipo de cambio de equilibrio de mediano plazo. Todavía tenemos que encontrar y coordinar ese set de precios relativos para, a partir de ese set de precios relativos, generar una buena coordinación de expectativas.

Fíjate algunas de las inconsistencias que enfrentamos hoy. Este gobierno está teniendo un problema de que los precios de los importados están liderando el crecimiento del índice de precios con atraso cambiario. Por otro lado, tenemos pérdida del poder del salario real en el marco de un proceso de atraso cambiario, cuando teóricamente eso es al revés.

¿Por qué ocurre eso?

Porque hay una descoordinación de expectativas. Todo el mundo está mirando los tipos de cambio libre que están muy por afuera del sendero de sostenimiento de mediano plazo. Entonces, el coordinar y acomodar el set de precios relativos nos va a permitir coordinar las expectativas a futuro y poder hacer un proceso de estabilización que sea consistente y exitoso en el tiempo.

¿Qué opinión te merece la propuesta de dolarizar la economía argentina?

No estoy a favor. Creo que una economía como la argentina, con la diversidad de problemas que tiene, no puede resignar un instrumento de política en forma voluntaria, unilateral. Creo que nosotros tenemos la obligación de poder recuperar todos los instrumentos de política económica que nos permitan poder llevar adelante un programa de desarrollo, recuperar nuestra moneda y que después haya competencia de moneda.

Si tenés un peso con 130% de inflación todo el mundo va a querer tener dólares. En la medida que podamos fortalecer la moneda, esa competencia va a ser mucho más igualitaria y no tan desigual como ahora. Así que no, no estoy para nada de acuerdo con la dolarización.

¿Cómo se le saca la maquinita al gobierno de turno?

Hay que darle independencia al Banco Central, y hacer dos reformas: prohibir que financie al fisco en forma directa y que pueda volver a ponerse cepos cambiarios.