Bloomberg — ¿Por qué los organismos de control bancario deben preocuparse por el Internet de los consumidores? La respuesta, como lo han estado advirtiendo los investigadores durante algún tiempo, está en su “ciclo de ADN”, abreviatura de datos, red, actividad (por sus siglas en inglés). Se trata de un poderoso circuito que los reguladores deben estar preparados para romper si quieren detener a tiempo la próxima crisis financiera.
Datos originales sobre los consumidores pueden provenir del comercio electrónico, las redes sociales o las búsquedas en línea; nada tienen que ver con el dinero. Pero en una red exitosa cada vez más amplia, resulta fácil extraer datos dispares para mapear el comportamiento de pago de los usuarios y establecer operaciones de préstamo para explotar ese conocimiento. La actividad de los usuarios en las plataformas de pago y préstamo genera una mayor cantidad de datos aún.
Como han demostrado con anterioridad los economistas del Banco de Pagos Internacionales, el modelo de puntuación basado en el aprendizaje automático de la plataforma latinoamericana de comercio en línea MercadoLibre Inc. es superior a lo que los burós de crédito pueden decirle a un banco convencional sobre la solvencia de los prestatarios en Argentina.
Todo esto hace maravillas para la inclusión financiera, especialmente para las pequeñas empresas que no cuentan con documentos fiscales y otros indicadores formales de capacidad de pago. Pero un ciclo de ADN en expansión significa una capacidad incorporada para hacer frente a la competencia de los actores que carecen de plataformas tecnológicas similares. Gracias al control del 94% de Alipay y WeChat Pay sobre los pagos móviles, Pekín vio el riesgo sistémico primero, y actuó. Es posible que pronto otros tengan que seguir el ejemplo.
Desde los juegos en línea hasta el transporte y tutorías después de la escuela, China ha tomado tantas medidas enérgicas contra gran parte de exitoso sector privado que es fácil perder de vista cómo comenzó todo: en noviembre, con el hundimiento de último minuto de la oferta pública inicial de Ant Group Co. de US$35.000 millones, la más grande de la historia.
La reestructuración del conglomerado financiero de Jack Ma, ordenada posteriormente por el banco central de China, incluía la separación de los dos negocios de préstamos al consumo de Ant, Huabei y Jiebei, de su omnipresente red de pagos Alipay. La capacidad de la empresa para conceder préstamos por sí misma o junto con los bancos está ahora estrictamente limitada por el capital, y se ha integrado en una unidad de financiación al consumo que los reguladores aprobaron hace un par de meses.
La sabiduría detrás de la medida terminará siendo reconocida por otros reguladores, aunque actualmente muchos de ellos lo ha entendido al revés. Las normas de banca abierta de la Unión Europea están obligando a los bancos a compartir los datos de los pagos con la industria tecnológica, pero la ley general de protección de datos está obstruyendo el tráfico en la otra dirección.
Desde la Reserva Federal hasta el Banco Central Europeo, todos los reguladores tendrán que tratar a las plataformas de Internet de los consumidores como instituciones financieras de importancia sistémica, e insistir (como ha hecho China) en una estructura en la que el holding esté bien capitalizado junto con las unidades operativas.
Para Pekín, frenar los tentáculos de la tecnología en las finanzas va más allá de las operaciones crediticias. El Yu’e Bao de Ant, que alguna vez fue el mayor fondo del mercado monetario del mundo, se contrajo casi un 20% en el trimestre de junio. Otros bancos centrales tendrán que hacer frente a un desafío muy similar de las stablecoins (monedas estables), tokens basados en blockchain que imitan el valor del dinero fiduciario. Si Diem, antes conocida como Libra, respaldada por Facebook Inc., despega, estas monedas emitidas de forma privada podrían pasar de ser un activo marginal para la comunidad de criptomonedas a un depósito de riqueza de los consumidores “demasiado grande para fallar”.
Sin una regulación adecuada, los emisores de monedas estables siempre tendrán un incentivo para aumentar las ganancias al estacionar el dinero en activos de riesgo, que pueden ser difíciles de liquidar en caso de una corrida de la moneda si los usuarios hacen fila para retirar dinero. Dependiendo de lo dominantes que sean para entonces, los temblores podrían llevar a cualquier cosa, desde un tambaleo en algunos mercados de activos hasta un terremoto financiero completo.
La naturaleza de bien público del dinero podría estar en peligro si las monedas estables y otras innovaciones digitales conducen a ciclos cerrados reforzados por los efectos de red de las redes sociales o los datos del comercio electrónico, señalaron esta semana el gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés), Agustín Carstens, y sus colegas en un documento titulado “Regulating big techs in finance” (Regular a las grandes tecnológicas en finanzas).
Una forma de protegerse de la amenaza es que los bancos centrales compitan con el sector privado emitiendo sus propias monedas digitales. Esa es una de las principales motivaciones del proyecto del e-CNY de Pekín. Pero regular la industria tecnológica tiene que ser una segunda línea de defensa concomitante. Lo que los reguladores deben vigilar es el ADN general de los nuevos chicos de la cuadra, no sólo sus incursiones financieras individuales.