Opinión - Bloomberg

Mark Zuckerberg toma una página del libro de Elon Musk

Zuckerberg anunció la semana pasada su visión del metaverso.
Por Parmy Olson
03 de noviembre, 2021 | 07:49 AM
Tiempo de lectura: 4 minutos

Bloomberg Opinión — Parece ser un rito de paso que, a medida que los multimillonarios de la industria tecnológica se hacen mayores, pasan más tiempo persiguiendo sueños con los que podrían haber fantaseado cuando eran niños. Están Elon Musk y Jeff Bezos con sus cohetes, y ahora Mark Zuckerberg, de 37 años, con sus planes de construir una realidad digital alternativa conocida como el metaverso.

La semana pasada, Zuckerberg anunció que Facebook Inc. iba a cambiar su nombre por el de Meta Platforms Inc. para reflejar su enfoque en una nueva plataforma de realidad virtual y aumentada “para conectar a la gente”. Al principio parecía que el CEO se estaba distanciando de los problemas de la empresa, pero eso es sólo una parte de la historia. También parece estar siguiendo los pasos de Musk, intentando, a su manera, convertirse en un futurista de la tecnología con planes grandiosos para cambiar la humanidad. Eso puede hacer que, en última instancia, Zuckerberg sea el más claro ganador tras el pivote de Facebook.

Soy escéptica sobre el metaverso, y no sólo por la negligencia de Facebook en cuanto a la seguridad de los usuarios.

La historia está plagada de empresas tecnológicas que, a pesar de sus raíces en innovación, no pudieron pivotar hacia nuevas plataformas. Por ejemplo, Nokia Corporation. En 2007 tenía la mayor parte de los ingresos mundiales de los teléfonos móviles. Entonces intentó crear una nueva plataforma de aplicaciones y no pudo competir con los iPhones de Apple Inc. y el sistema operativo Android de Google. En seis años pasó de tener una valoración de mercado de US$150.000 millones a ser comprada por Microsoft Corp. en 2013, por US$7.200 millones.

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Arm Holdings es otro ejemplo. Sus diseños de chips para celulares alimentan indirectamente casi todos los smartphones del mundo, lo que le proporciona unos lucrativos ingresos pasivos en concepto de derechos de licencia. Hace varios años, Arm se adentró en el mundo más futurista de la Internet de las cosas, creando software para conectar coches, timbres, lavadoras y demás. Creyendo que ese objetivo daría sus frutos, SoftBank Group Corp. compró Arm por US$32.000 millones en 2016. Pero el negocio del Internet de las cosas se estancó, y en 2020 Arm dijo que escindiría la unidad y se centraría en la concesión de licencias de chips.

Incluso la reestructuración de Google como Alphabet Inc. ha flaqueado al adentrarse en nuevo territorio: algunas de las “apuestas” del conglomerado mayormente drenan dinero, incluso en áreas prometedoras como la farmacéutica. Un proyecto con Novartis International AG para rastrear la diabetes a través de lentes de contacto se cerró en 2018, mientras que una asociación similar con Sanofi se esfumó en 2019. Seis años después de buscar nuevos rumbos, Alphabet sigue obteniendo más del 80% de sus ingresos de la publicidad.

Las plataformas de Meta también tendrán dificultades para ganar dinero con algo que no sea la venta de anuncios en Facebook e Instagram. Tan exitoso y arraigado está ese negocio principal que Facebook aún no ha conseguido ganar dinero con otra plataforma que ya posee desde hace siete años: WhatsApp. La aplicación de chat, que Zuckerberg compró por US$19.000 millones en 2014, tiene aproximadamente 2.000 millones de usuarios mensuales, pero genera ingresos nominales, incluso después de años de esfuerzos para sentar las bases de los anuncios y la mensajería empresarial.

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Mientras tanto, Facebook está intentando ponerse al día con la realidad virtual con Roblox Corp. y SteamVR de Valve Corporation, mientras que los productos de realidad virtual de Apple, Google y Microsoft serán duros competidores.

Y la empresa ha tenido problemas para convertir ideas innovadoras en productos en el pasado. Entre los fracasos: la publicitada plataforma móvil Home, que cerró en 2013, y los competidores de Snapchat, Poke y Slingshot (2014 y 2015). Facebook tampoco pudo construir un asistente de voz para su dispositivo de videollamada Portal (usando torpemente Alexa de Amazon Inc. en su lugar), porque sus ingenieros lidiaron con prioridades confusas, me dijeron algunos de ellos en 2018.

Entonces, ¿dónde deja eso al metaverso? Con miles de millones de dólares, Zuckerberg seguramente construirá algo, pero su éxito financiero es dudoso. El ganador más claro es el propio Zuckerberg. Puede dejar de ser el ejecutivo de traje y corbata que responde en el Congreso a las preguntas sobre los contenidos nocivos de Facebook, y salir a la palestra pública para desvelar todas las nuevas formas en que Meta está haciendo realidad la ciencia ficción.

En ese sentido, Zuckerberg ha dado un paso para parecerse más a Musk, de Tesla Inc., haciendo una apuesta visionaria como hizo Musk con sus predicciones sobre el cambio a los coches eléctricos. A pesar de las notorias tensiones entre los dos fundadores, el primero ha intentado emular al segundo en silencio. Una persona que trabajó directamente con Zuckerberg me cuenta que hace varios años el cofundador de Facebook empezó a publicar con más frecuencia en su propio perfil porque quería construir una base de fans más grande como la de Musk. Aumentó su número de seguidores contratando a fotógrafos profesionales para documentar su trabajo y su vida privada, entre otras estrategias.

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Pero ni la historia ni sus seguidores recordarán a Zuckerberg como el abuelo de la realidad virtual si sigue descuidando la limpieza de material tóxico que necesita Facebook. La presión financiera y regulatoria que viene hacia Meta es real. Con el tiempo, ese sueño de ser un icono empezará a deshacerse.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.