El presidente Putin durante una reunión con su homólogo Biden en Suiza, en junio de 2021.
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Bloomberg Opinión — ¿Hay alguna posibilidad de que este enfrentamiento en la frontera entre la Unión Europea y Bielorrusia acabe bien? Dicho de otro modo, ¿qué tan malo podría ponerse? Desafortunadamente, la respuesta es: muy malo. Los escenarios incluyen la muerte de migrantes, e incluso una guerra más amplia.

Un resumen: la crisis fue fabricada por un dictador cínico, Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia. El año pasado manipuló unas elecciones presidenciales y luego reprimió brutalmente a su oposición. Entonces la UE, que ya había impuesto sanciones contra su régimen, añadió más. En represalia, si esa es la palabra, Lukashenko decidió utilizar a seres humanos inocentes de otros países como rehenes para chantajear a la UE.

Organizó una vasta red de tráfico de personas por todo Oriente Medio y una campaña de desinformación que difundía la mentira de que los migrantes podían llegar a Europa, y en particular a Alemania, volando a la capital bielorrusa, Minsk, y cruzando después a Polonia, Letonia o Lituania y caminando hacia el oeste. Para apoyar este plan, los secuaces de Lukashenko reclutaron agentes de viajes, compañías aéreas, contrabandistas y mulas desde las zonas kurdas de Irak hasta Yemen y Afganistán.

Lo que la desinformación de Lukashenko no dijo es que esos tres países de la UE no dejarán entrar a los migrantes por temor a otra crisis de refugiados como la de 2015. El gobierno populista polaco, en particular, se define a sí mismo como antimigrante y debe parecer duro.

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El resultado son miles de refugiados, incluidos niños, varados en un clima helado en el lado bielorruso de vallas de alambre de púas y otras barreras. Varios ya han muerto (es difícil saber cuántos porque Polonia y Bielorrusia bloquean el acceso de la prensa a estos bosques) y muchos más lo harán. Los refugiados no pueden avanzar ni retroceder. Están en un infierno helado.

Eso no preocupa a Lukashenko ni a su único aliado, el presidente ruso Vladimir Putin. En su análisis, han descubierto el punto de presión de la UE, la asimetría que hace vulnerable al bloque: Los europeos tienen escrúpulos, mientras que Lukashenko y Putin no. Por lo tanto, los europeos nunca podrían dejar morir a miles de refugiados, mientras que Minsk y Moscú sí lo harían. ¿Cuáles son entonces los escenarios?

Primero, el caso optimista. La UE, por el momento, está haciendo lo correcto. Esta semana, sus ministros de Relaciones Exteriores decidieron endurecer, en lugar de relajar, las sanciones al régimen de Lukashenko. Igual de importante, han extendido su política diplomática de palos y zanahorias por todo Medio Oriente para reprimir esa red de tráfico internacional.

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Esto parece estar funcionando. Varias aerolíneas turcas han dejado de transportar pasajeros iraquíes, sirios y yemeníes a Minsk. La aerolínea siria Cham Wings dice que no volará a Bielorrusia en absoluto. Dubai, un importante centro de tránsito, ha comenzado a prohibir a los viajeros iraquíes y sirios abordar aviones a Minsk. Con suerte, ahora será evidente para los posibles migrantes de todo el mundo que emprender esta peligrosa ruta es inútil.

De este modo, la UE se aprovecha de su propia fuerza y de la debilidad de Bielorrusia. El bloque no sólo tiene dinero, sino también contactos y conexiones en toda la región, mientras que Bielorrusia se está convirtiendo rápidamente en un paria. Como incentivo, Europa puede ofrecer su enorme mercado interior, así como ayuda al desarrollo y otras golosinas, mientras que Lukashenko no tiene nada para endulzar los tratos. Si usted es una compañía aérea, ¿preferiría perder sus vuelos a Minsk o a los 27 países de la UE?

Si estas rutas migratorias a través de Bielorrusia se cierran (y se cerrarán) y los recién llegados dejan de llenar los campos del bosque, la UE debería dar el siguiente paso y dejar entrar a los refugiados que ya están allí. No hacerlo provocaría muertes masivas y un desastre humanitario que la UE, que se enorgullece de sus valores, no sobreviviría sin encajar un fuerte golpe a su credibilidad.

El bloque debería entonces, en un arreglo de una sola vez, reasentar a estos refugiados, y cada estado miembro debería recibir su parte. Con el tiempo, este precedente podría incluso convertirse en el germen de una reforma de la política general de asilo de Europa que debería haberse llevado a cabo hace tiempo.

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Pasemos ahora a los escenarios pesimistas. A Lukashenko y a Putin no les importa realmente lo que ocurra con los refugiados. Lo que les importa es desestabilizar a la UE y ven estas tácticas como un mero instrumento de su kit de guerra híbrida. Una vez que ese instrumento deje de funcionar, simplemente utilizarán otros.

Consciente de que Europa está atravesando una crisis energética, Lukashenko ha amenazado con cortar el gas ruso que fluye a través de su país hacia la UE. Putin afirma que Lukashenko “nunca me habló sobre eso, ni siquiera dió una pista”, y por una vez, podría estar diciendo la verdad. Pero el presidente ruso ya ha manipulado el flujo de gas a Europa a través de otros gasoductos. Rusia también ha amenazado con cortar el gas a Moldavia, a menos que ese pequeño país postsoviético se distancie de la UE y permanezca en la esfera de influencia de Moscú.

Incluso la fuerza armada no está descartada. A diferencia de Lukashenko, Putin considera toda la frontera de la antigua Unión Soviética con los países de la UE y la OTAN como campo de operaciones. Ha concentrado sus tropas a lo largo de la frontera ucraniana, y Estados Unidos ha advertido a sus aliados europeos de que Rusia puede estar planeando una invasión más amplia en esa zona. En los últimos días, Putin ha enviado bombarderos nucleares a patrullar el espacio aéreo de Bielorrusia, cerca de la frontera con Polonia.

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Si Putin y Lukashenko quisieran intensificar el conflicto, lo tendrían fácil. Los soldados bielorrusos y polacos de la frontera ya han realizado disparos de advertencia, aparentemente con balas de salva hasta ahora. Pero una sola bala (perdida o apuntada) que alcanzara a alguien en esta tensa situación podría desencadenar una ráfaga. Bielorrusia pediría formalmente refuerzos rusos, Polonia invocaría las obligaciones del tratado de la OTAN.

Lukashenko concluyó hace mucho tiempo que debe permanecer en el poder a toda costa o, de lo contrario, caer como suelen hacerlo los dictadores en desgracia; por ello, no le importaría en absoluto provocar una conflagración mayor. Putin, que en última instancia manda en este dúo, debe tener una visión más amplia. Toda la alianza occidental (incluidos EE.UU., la OTAN, la UE y sus amigos de otros lugares) debe ahora imponerse a Moscú para que no suba la apuesta.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.