Europa
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Bloomberg Opinión — El próximo gobierno de Alemania reúne una asociación sin precedentes: una coalición de socialdemócratas de centro izquierda, demócratas libres liberales de mercado y verdes. Por improbable que parezca esta alianza, y de lo tensa que esté desde el principio, es una iniciativa prometedora. Si tiene éxito, podría señalar el camino hacia el tipo de centrismo enérgico que Alemania y gran parte de Europa necesitan con urgencia. Incluso podría ofrecer una o dos lecciones a Estados Unidos.

La construcción de esta coalición (rápida para los estándares alemanes) fue un logro en sí mismo. Olaf Scholz, de los socialdemócratas, quien se desempeñará como canciller, llegó a compromisos con sus socios para dar forma a una plataforma y dividir las responsabilidades ministeriales de una manera que indique propósito, pragmatismo y moderación. Los partidos tienen diferentes prioridades y, dados los desafíos que enfrenta Alemania, existe la posibilidad de que la iniciativa colapse rápidamente. No obstante, la perspectiva de un centro modernizado y enérgico es esperanzadora.

La coalición promete apoyar a los trabajadores (incluso con un salario mínimo más alto), construir más viviendas sociales y proteger los ingresos de los jubilados. Propone reducir las emisiones de carbono mediante la inversión pública, acelerar la retirada de las plantas de carbón, una adopción ambiciosa de energías renovables y hacer un uso más contundente de los precios de las emisiones de carbono. Todo esto, dice, se hará de una manera que evite impuestos más altos pero que tome en serio la disciplina fiscal. Un “freno de la deuda” constitucional que limita el endeudamiento público (la regla está actualmente suspendida para permitir el gasto público de emergencia durante la pandemia) se restablecerá en 2023.

Las tensiones en un programa de este tipo son demasiado evidentes. Se espera que Christian Lindner, de los Demócratas Libres, sea el ministro de Finanzas; su resistencia a impuestos más altos y al endeudamiento público sin control no les sentará bien a sus colegas. Sin embargo, se puede lograr que los planes de la coalición sean coherentes. Por ejemplo, no hay nada imprudente en pedir prestado para pagar una inversión genuina, y las reglas de freno de la deuda se pueden ajustar en consecuencia. En general, las prioridades respectivas de los tres socios (equidad, responsabilidad medioambiental y libertad económica) no solo son una combinación plausible sino necesaria para que Alemania y otras economías avanzadas prosperen.

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Esto sería un reto, sin duda, incluso si la coalición no se enfrentara a otras pruebas. Pero la pandemia está volviendo a surgir en Alemania, como en otras partes, y amenaza con poner a los partidos en desacuerdo sobre la necesidad de nuevas restricciones. En política exterior, la coalición podría dividirse ante la amenaza de una acción militar rusa en Ucrania, o sobre cómo lidiar con China. También hay tensiones sobre las ambiciones de Alemania en la Unión Europea. Si estas presiones no rompen la coalición por completo, podrían inducir el tipo de vacilación sin dirección que llegó a caracterizar la última parte de la gestión de Angela Merkel como canciller.

Pero dejemos que este sea un momento para el optimismo cauto. Scholz y sus socios tienen esto en común: el reconocimiento de que las personas que no están de acuerdo en muchas cosas pueden, no obstante, comprometerse y trabajar juntas hacia metas compartidas. Alemania no es el único país donde ese concepto pasado de moda necesita reaparecer.

Editores: Clive Crook, Timothy Lavin.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha