Harina de mosca hecha en Ecuador

Bioconversión abrió hace pocos días la primera planta industrial del país dedicada a producir harina de insecto. Toda una innovadora apuesta.

Mauricio Laniado gestó la idea nació en 2017 y en 2021 la fábrica abrió sus puertas, aunque a inicios de 2022 iniciará oficialmente su producción.
10 de diciembre, 2021 | 06:00 AM

QUITO — Una apuesta innovadora. Bioconversión S.A. transforma residuos orgánicos en proteína. Para ello utiliza un insecto: la mosca soldado negra, cuyas larvas se alimentan de los restos. Cuando estas engordan, se secan y trituran hasta obtener la harina que luego será vendida como balanceado animal a la agroindustria.

Pero Bioconversión es más que eso, es fruto de la curiosidad del ecuatoriano Mauricio Laniado, a quien su deseo permanente de aprender le llevó en 2017 a tomar un curso online que abordaba, entre otros temas, el uso de los insectos para el manejo de los residuos orgánicos, sin saber que aquello sería el punto de partida de serie de eventos afortunados.

El taller lo impartía el Instituto Federal Suizo de Ciencia y Tecnología Acuáticas (Eawag, por su sigla en suizo) y respondía a las inquietudes que Mauricio siempre había tenido en su cabeza: cómo no desperdiciar nada y ser más eficientes en la producción.

Luego, buscó más información e internet sobre el tema. “Leí todo y le presenté a mi familia un proyecto diciéndoles que me parecía espectacular poder aplicar aquello usando los residuos que teníamos en las haciendas”, cuenta el empresario a Bloomberg Línea. Hizo un estudio financiero y los números eran alentadores, pero todo era teórico. Aunque encontró fábricas alrededor del mundo que se dedicaban a lo mismo no tuve respuesta de ninguna.

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En ese momento se le ocurrió contactar de nuevo a la gente de Eawag, quienes le ofrecieron entrenarle en Indonesia en un proyecto que estaban llevando adelante. “Yo me pagué mis gastos y estuve dos meses. Ahí me di cuenta de que era una realidad: que ellos convertían los residuos de un mercado mayorista en productos nuevos utilizando larvas”.

A su regreso al país ya tenía el plan armado. “Regresé al Ecuador y le dije a mi familia que era algo real, pero que esto era un venture capital… yo no podía garantizarles un retorno, pero la familia aprobó e hicimos una inversión para poner una planta piloto”.

Y así arrancó el sueño. Primero, comenzó en el patio de su casa y luego pasó a una bodega más amplia donde hizo la planta piloto y comenzó a procrear la población de larvas. “Comencé a visitar a agroindustriales que nos apoyaron y nos entregaron sus cáscaras de maracuyá, de banano, etc. y así logramos hacer un pool de empresas proveedoras”.

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La idea en esa planta piloto fue validar el proyecto: comprobar que el insecto esté en su hábitat natural y verificar que crezca como debía, además de asegurarse de que iban a disponer de suficiente materia orgánica para alimentar a los animales.

Con todo hecho, hicieron una corrida financiera del proyecto entre 2018 y 2019. Lograron que una de las plantas de balanceado más grandes el mundo, Nutreco, les acompañara en el proceso de pruebas recibiendo una tonelada al mes de su producto. Allí lo testeaban para medir el efecto de la grasa y los aminoácidos de la harina de mosca. “Felizmente nos nombraron proveedor de proteína de insecto”, cuenta Mauricio.

Es así que en el 2019 comenzaron a visitar a posibles inversionistas y consiguieron tres inversionistas privados ecuatorianos. “Justo en enero de 2020, días antes de que explote la pandemia, se pagó el total del capital de la compañía”.

100 TONELADAS AL MES

Precisamente, el año de pandemia les sirvió para terminar todo el proceso de diseño de la planta y la estructura legal. Decidieron instalar la fábrica de 2.700 metros cuadrados en una Zona Especial de Desarrollo Económico (ZEDE) en Guayaquil, pues las empresas que se levantan allí tienen beneficios tributarios en el país. “Es que no solo estábamos haciendo una empresa nueva, sino una industria que no existe en el Ecuador, entonces necesitamos incentivos. Creíamos que era importante tener esos incentivos”.

La construcción de la fábrica comenzó en marzo 8 del 2021 y el pasado 1 de diciembre arrancó su trabajo. Aunque aún están en fase de pruebas, prevén comenzar el año 2022 produciendo. La capacidad instalada es de 100 toneladas al mes de harina de insecto y 500 de abono. El abono es agrícola y la harina se destina a alimentación animal.

CÓMO SE HACE LA HARINA DE MOSCA

Primero, se tratan los residuos orgánicos seleccionados. Se trituran hasta obtener una consistencia pastosa. En esta mezcla se colocan las larvas de la mosca Hermetia Illucens, conocida como soldado negra, para que se alimenten. En 10 días, cuando han aumentado en 300% su peso, se las cosecha junto con el corral donde crecen. Las larvas y el excremento pasan a un pre-secado y luego al tamizador que separa al excremento de las larvas. Después, las larvas van a un secado completo en horno y se pulverizan en un molino, obteniendo finalmente la harina de mosca. El excremento, en cambio, se vende como abono.

La mosca soldado negra tiene un ciclo de vida de hasta 50 días y su calidad nutricional es única: tiene 45% de proteína y 126% de grasa, además de todos los aminoácidos requeridos para una buena alimentación. En su estado adulto no come, solo absorbe humedad; cuando llega a ese etapa se las coloca en toldos donde ponen los huevos que se recogen para hacer todo el proceso anteriormente descrito. El 90% de larvas sirven para el engorde y el 1% sigue el proceso de crianza.

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UN INCREÍBLE APORTE AMBIENTAL

Laniado prevé que un año podrán utilizar 24 mil toneladas de residuos orgánicos de las agroindustrias con las que ya han negociado, pues en 10 días 1 kilo de larvas puede comer 20 toneladas de residuos orgánicos. “Son 2.000 toneladas al mes que dejan de ir a un relleno sanitario”, añade.

Para él, el mayor beneficio es el ambiental, pues “estamos utilizado un gran reciclador natural que degrada la basura y ayuda a volver a dar valor a lo que nosotros botamos”. Cree además que la harina de mosca va a complementar o sustituir la harina de pescado, de soya o las harinas vegetales que se usan en la agroindustria para alimentar a los animales.

El segundo beneficio importante es que la harina de insecto ayudará a disminuir la presión en otros ecosistemas, como el marino, de donde se extrae material para obtener productos similares. “Una hectárea de soya puede producir 2.100 libras de proteína, mientras que una hectárea de insectos puede dar 2 millones de libras de proteína”.

“Es totalmente sustentable, es una forma más eficiente de alimentarnos y de mucho menor impacto en cuanto a CO2, metano… Cuando un negocio ayuda a solucionar problema y a la vez es rentable, estamos seguros de que es el futuro”, sostiene.

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Su proyección es producir tres o cuatro mil toneladas en los próximos dos o tres años e ir escalando. El gran desafío es continuar consiguiendo inversión, lo que además significará más plazas de empleo. “Es lo que se tiene que hacer, todavía hay mucho por recorrer pero vamos bien, estamos contentos”.

Si todo marcha bien, el empresario cree la industria podría procesar hasta 50 mil toneladas al año de harina, lo que significaría un millón de toneladas de materia orgánica que dejaría de ir a los basureros y se convertirían en proteína que, además, aminorará el impacto ambiental.