Opinión - Bloomberg

El populismo podría estar perdiendo su influencia sobre los mercados

Un hombre observa cómo las grandes olas se estrellan contra las rocas el 7 de febrero de 2006 en Pacific Grove, California.
Por Aaron Brown
08 de febrero, 2022 | 02:31 PM
Tiempo de lectura: 5 minutos

Bloomberg — Un principio popular de la sabiduría de inversión es centrarse en el largo plazo. Esto generalmente se aplica a métodos cuantitativos, como considerar rendimientos históricos de 10 y 20 años de clases de activos globales en lugar de observar lo qué sectores o empresas específicas hicieron el año pasado y lo qué analistas suponen que harán el próximo año.

Un nuevo informe del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge de Reino Unido ofrece a los inversionistas una rara oportunidad de pensar sobre la economía en general durante la próxima década. Los autores compilaron un gran conjunto de datos globales que sugiere algunas afirmaciones que no se escuchan con frecuencia, como que la marea del populismo, el nacionalismo y la desigualdad ha cambiado y está retrocediendo rápidamente a favor de un mundo más próspero, pacífico, igualitario y cohesivo en la próxima década.

No soy un optimista iluso que reequilibra toda su cartera con la expectativa de 10 años de paz, amor y entendimiento. Pero uno de los principales objetivos de los últimos 10 años ha sido la protección contra el populismo, la guerra, la depresión y el nacionalismo, por lo que tal vez sea hora de prestar atención. No creo que los autores del informe, ni nadie, tengan una bola de cristal. Pero nos presentan un escenario plausible, basado en datos. Sé que la economía pospandémica será muy diferente a la de 2019, por lo que pensar en lo que podría ocurrir es importante.

Entre 2007 y 2009, cuando el mundo financiero se derrumbaba, la historia parecía ser que los gobiernos se apoderaban de nuevos y enormes poderes. Los bancos centrales inventaron justificaciones ad hoc para inflar sus balances más allá de lo contemplado en el pasado y elegir ganadores y perdedores sin una autoridad legal clara. Los gobiernos hicieron caso omiso de las limitaciones presupuestarias y reclamaron poderes de emergencia casi en tiempos de guerra. Los tribunales, en su mayoría, se plegaron a los cambios. En ese momento, los levantamientos populistas, como el movimiento Tea Party y Occupy Wall Street, parecían ser espectáculos secundarios de la gestión de la crisis por parte de los altos funcionarios.

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Las ideas populistas clave son que el mundo está dividido entre la gente corriente y una élite corrupta (el “estado profundo” para la derecha, los “supremacistas blancos” para la izquierda), que la voluntad del pueblo triunfa sobre las normas establecidas y el estado de derecho, y que la voluntad del pueblo se revela mediante protestas y batallas callejeras en lugar de elecciones. Los populistas culpan a los intereses especiales que bloquean el progreso natural y piensan que la información importante se oculta deliberadamente al pueblo.

En retrospectiva, el populismo, y no las acciones del gobierno, fue la gran historia. En todo el mundo, el nacionalismo se disparó y el globalismo entró en retirada. La gente dejó de citar a Sun Tzu, “El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar”, porque “La guerra es la continuación de la política por otros medios” de Carl von Clausewitz parecía más relevante. Los principales cambios políticos de la época (matrimonio gay, #MeToo, Black Lives Matter, quitarle fondos a la policía) surgieron desde abajo, cogiendo por sorpresa a los políticos establecidos. Tanto en el Partido Republicano como en el Demócrata, los puntos centrales contradecían claramente las posiciones políticas anteriores y las opiniones publicadas durante mucho tiempo por sus expertos partidistas. En las democracias de todo el mundo ocurrieron cosas similares.

Las acciones de los gobiernos en respuesta a la pandemia en 2020 y 2021 se parecían a la toma de poder de entre 2007 y 2009. Pero, según el informe de Cambridge, parecían haber tenido el efecto contrario. En lugar de incitar una reacción populista, pueden haber matado el populismo. A pesar de todas las críticas a los funcionarios de salud pública, la pandemia parece estar reuniendo a la gente en torno a una causa humana común. Los líderes populistas son percibidos como que han gestionado mal las cosas. Los líderes tradicionales de la élite son vistos como que se tambalean y a menudo fracasan, pero que hacen lo mejor que pueden y merecen apoyo.

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Es difícil ver esto leyendo los titulares de Estados Unidos sobre los anti-vacunas y el intenso bloqueo partidista en Washington, pero las encuestas mundiales que comparan rigurosamente con las actitudes de 2019 sugieren que esas cosas son los estertores del pasado, no el futuro. Al igual que en 2007-2009, los titulares pueden ser engañosos y los espectáculos secundarios los indicadores importantes.

Otros titulares sugieren que la pandemia ha aumentado la desigualdad. Aunque eso parece ser cierto según algunas métricas, los populistas sólo pueden explotar la desigualdad entre grupos cohesionados: agricultores rurales frente a trabajadores manufactureros urbanos, trabajadores frente a propietarios, inquilinos frente a propietarios, un grupo racial o étnico frente a otro. La pandemia parece haber hecho que éstos sean más iguales en promedio en todo el mundo. Otras desigualdades medidas en función de categorías estadísticas y no de grupos con fuertes identidades sociales pueden estar aumentando, pero no pueden utilizarse para adquirir poder político.

El informe de Cambridge no es del todo optimista. Junto con el declive del populismo parece haber un creciente gusto por los líderes autoritarios y un menor respeto por los derechos civiles y la democracia. Si bien eso es direccionalmente malo, pasarán algunos años (si es que lo son) para que eso se convierta en un problema tan grande como el populismo furioso plenamente maduro de la década de 2010. Y gran parte de él puede desaparecer si la pandemia se reduce y los enfrentamientos militares se enfrían.

El escenario planteado por el informe parece bueno para los bonos y las divisas, pero no tanto para las acciones. A pesar de todos los daños económicos de las políticas populistas, como los aranceles, las restricciones a la inmigración y las políticas antibancarias, la década de 2010 fue un gran momento para el mercado de valores. La guerra, y la amenaza de guerra, significan armas. Desenmascarar a la élite es una forma de desregulación. El bloqueo partidista dificulta la subida de impuestos y aumenta la voz de las grandes empresas. Es probable que un consenso autoritario de la élite imponga medicinas como el aumento de los impuestos, especialmente a los inversores y las empresas, fuertes controles medioambientales, aumento de los salarios y las prestaciones de los trabajadores y más restricciones a los acreedores y propietarios. Aunque esas políticas tienen beneficios para algunos grupos, en general son negativas para los inversionistas de capital.

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La mayoría de los inversionistas se centran hoy en protegerse de las consecuencias del populismo y el partidismo: inflación, confiscación, impago del gobierno, guerra y restricciones comerciales. Esos son riesgos reales, pero también lo es lo contrario, un consenso global autoritario con poco respeto por los derechos y las elecciones. Los inversionistas tienen que tener cuidado de no luchar en la última guerra.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.