El chocolate impulsa negocios y asociatividad en una conflictiva zona de Colombia

Urabá busca sanar las heridas del conflicto armado en Colombia con el cacao, pero la mano de obra es escasa y muchos de estos negocios se estructuran como empresas familiares

Un trabajador sostiene granos de  cacao durante el proceso de secado el domingo 2 de febrero de 2020.
28 de febrero, 2022 | 04:00 AM

El Urabá antioqueño, otrora epicentro de la violencia entre las distintas bandas criminales colombianas, busca sanar las heridas del conflicto armado por medio de emprendimientos dedicados a la transformación del cacao que quieren darle visibilidad a una región por muchos años olvidada.

Con varias décadas de tradición, los emprendimientos cacaoteros buscan reconocimiento en esta zona del noroeste del país en la que la producción de banano a gran escala y la ganadería han predominado en la postal.

Ahora, asociaciones campesinas de la región, conformadas en gran parte por víctimas del conflicto armado en el país, apuestan por el cacao como modelo de emprendimiento a pesar de afrontar desafíos en su consolidación que van desde la conectividad para enviar sus productos, la falta de apoyo estatal y los “monopolios nacionales”, según los propios productores locales.

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Según TradeMap, las importaciones mundiales de confitería de cacao han rondado los US$23.000 millones anuales. De acuerdo con Euromonitor, se espera que las ventas de chocolatería registren un crecimiento anual compuesto del 4,4% de aquí al 2024​.

Agencia estatal Procolombia

La mayor parte del cacao que hoy se produce en la región se vende a dos compañías, la Nacional de Chocolates y CasaLuker, aunque la apuesta de las asociaciones es producir sus propios productos y venderlos con sus marcas. Estos se producen de manera artesanal ante los desafíos que aún enfrentan en materia de transformación, un área en la que muchas asociaciones señalan falta de apoyo para avanzar.

Aun así, en las fincas productoras, algunas de estas convertidas en puntos agroturísticos, las asociaciones campesinas producen chocolates en barra, en polvo, licores o bombonería, que se exhiben en los mercados campesinos, pero que aún requieren muchas más vitrinas.

Productores consultados por Bloomberg Línea indican que un kilo de cacao se vende a las grandes corporaciones en promedio a $8.400, puesto en Medellín, dado que lo compran directamente allí. Con una marca propia, indican, un mismo kilo de cacao lo pueden vender en unos $30.000, aunque todos no tienen acceso a los procesos de transformación.

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Varios de estos emprendimientos del cacao avanzan en el registro de marca para llegar a más mercados en el país, con la propuesta de ofrecer productos 100% orgánicos fabricados en este territorio, que fue víctima de varias de las masacres más dolorosas en la historia del país sudamericano.

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“Hemos comenzado nuevamente a soñar”

Los granos de cacao en una granja.

Víctor Manuel García lidera la Asociación de Cacaocultores y Emprendedores Futuro Verde (Acefuver), que nace en el 2013 como respuesta a los retos generados por la intermediación y los precios bajos en el mercado que afectaban a los productores locales.

La asociación comenzó con 47 productores legalmente constituidos ante la Cámara de Comercio y el año pasado llegaron a los 240, entre los cuales hay indígenas, personas en condición de discapacidad y madres cabeza de familia, muchas de ellas víctimas del conflicto armado y la violencia.

“Hemos entendido que el trabajo colectivo y el trabajo social realmente es la mejor estrategia para generar desarrollo en nuestras comunidades. Hemos pasado también de tener 80 hectáreas a contar con más de 800 hectáreas sembradas en el municipio de Chigorodó (Antioquia)”, afirmó.

El Estado debe permitirle al sector campesino que acceda a mercados internacionales, apoyarlos en los procesos de transformación, en las plantas, centros de acopio, porque las asociaciones cuentan con poco apoyo en ese tipo de cosas.

Víctor Manuel García, presidente de Acefuver

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El cacao orgánico como materia prima lo venden a empresas locales, que a su vez lo transforman para exportarlo a otros países como Canadá, Estados Unidos, Inglaterra o Bélgica.

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Mientras que los cacaos especiales (de origen) los comercializan con una treintena de chocolateros artesanales a nivel nacional, que a su vez venden a otros países como Canadá, EE.UU., Alemania y España. Estos chocolateros, dicen, están dispuestos a pagar hasta un 20% o 30% por encima del precio nacional.

Y con su marca propia, Chocofuver, están comercializando chocolates artesanales en mercados locales como Medellín, Bogotá, Valle del Cauca y el mismo Urabá antioqueño.

Un trabajo asociativo

Hoy, Santander es considerado el principal departamento productor de cacao con una cuota del 41 %, de acuerdo a cifras oficiales.

Otra de las asociaciones detrás de esta ola de cacao en la región es Asoprocamu, que nace hace diez años con “muy poco apoyo”, una “limitante para la mayoría de los cacaocultores en la zona de Urabá”, dijo a Bloomberg Línea el vocero de la organización, Edgar Borja, desplazado de la violencia en 1997.

Recordó que el inicio para las asociaciones de productores de cacao en el municipio de Mutatá, en donde opera Asoprocamu, fue complicado ya que se decía en un principio que sus condiciones agroclimáticas no eran las idóneas para la siembra de cacao, por lo que los bancos no desembolsaban los créditos y “era imposible hacer un préstamo para la siembra”.

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“Hasta que a través de Federación Nacional de Cacaoteros (Fedecacao) se montaron dos fincas demostrativas (…) y ahí se comenzó porque fueron muy buenos los resultados, entonces ahí ya esas entidades como el Banco Agrario vieron los cultivos, la producción y que sí era rentable y factible meterle la ficha al cacao”, comentó.

Asoprocamu comenzó con unos 15 a 20 productores y hoy directamente con la asociación hay unas 74 familias productoras de cacao, en tanto que este municipio podría estar produciendo unas 220 toneladas.

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Historias del conflicto

Los frutos de cacao crecen en un árbol en una finca el domingo 2 de febrero de 2020.

Urabá, bañada por el mar Caribe y el río Atrato, ha sido históricamente un paso del narcotráfico y de la migración irregular, que se ha agudizado en los últimos años, por lo que distintas bandas criminales se han disputado el territorio.

El informe Una nación desplazada, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), indica que esta es la “región más expulsora en la historia contemporánea del país” y “la principal expulsora durante la época del escalamiento del conflicto armado”.

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“En esta región, caracterizada históricamente por sus conflictos por la tierra en escenarios de colonización permanente, espontánea y armada, se registró flujos de migraciones forzadas que contrastan significativamente con el resto del territorio nacional para esta época”, señala.

Cifras de esa entidad indican además que “entre 1989 y 1996 se registró en Urabá la más alta tasa de población desplazada con 167.178 personas” y “a partir de 1994 la violencia en el territorio asumió un carácter más aterrador”.

Edgar Borja, de Asoprocamu, dice que no le da el calificativo de fruto de la paz al cacao al considerar que se trata de una campaña más promocional, que no tiene en cuenta los retos que viven los municipios y que las inversiones muchas veces no se ven reflejadas en fincas más distantes.

Los productores del Urabá antioqueño luchan para insertarse al mercado colombiano, que produce más de 63.400 toneladas al año de cacao, según el Ministerio de Agricultura.

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Durante los últimos diez años, Colombia registró un incremento tanto en la producción como en las exportaciones de un 70 % y 384 %, respectivamente. Hoy, Santander es considerado el principal departamento productor de cacao con una cuota del 41 %, de acuerdo a cifras oficiales.

“Una oportunidad de oro”

El director ejecutivo de la Cámara de la Industria de Alimentos de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), Camilo Montes, explicó a Bloomberg Línea que “en el marco del posconflicto, una de las importantes apuestas del país ha sido la inclusión económica de las comunidades que han estado históricamente excluidas por el conflicto, y en regiones por ejemplo como el Urabá, pero también en la Costa Pacífica en Tumaco, o inclusive el Catatumbo y el Magdalena Medio, hay grandes oportunidades en la producción de cacao”.

Explica que por el conocimiento ancestral que tienen las comunidades, este es un cultivo “que conocen, que quieren”, a lo que se suma que varios de los principales proveedores de cacao en África dejaron de renovar sus cultivos por tensiones internas y debido a ello el producto andino tiene “una oportunidad gigantesca”.

“Se prevé que para 2025 la oferta de cacao en el mundo va a ser inferior a la demanda, vemos una oportunidad para que Colombia no solo exporte cacao en grano, repitiendo la historia de siempre exportar solo materias primas, sino que también podamos exportar alimentos con valor agregado”.

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