Opinión - Bloomberg

China podría terminar la guerra en Ucrania, pero no lo hará

Vladimir Putin y Xi Jinping
Por Minxin Pei
21 de marzo, 2022 | 04:09 PM
Tiempo de lectura: 4 minutos

Bloomberg Opinión — Cualquier esperanza de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pueda persuadir a su homólogo chino, Xi Jinping, para que ayude a detener la guerra en Ucrania, probablemente debería dejarse de lado. China quiere ver un pronto final del conflicto. Pero no usará su influencia para lograrlo.

Biden y Xi aparentemente hablaron de cosas diferentes en su llamada telefónica del viernes. En su informe sobre la llamada, la Casa Blanca sostuvo que Biden se centró en Ucrania y advirtió sobre las consecuencias que enfrentaría China si brindaba “apoyo material” a Rusia. El resumen chino, por otro lado, mencionó a Ucrania solo de pasada y destacó el compromiso de Biden con la política de “una sola China” y su promesa de no involucrarse en una nueva guerra fría con el país.

Eso no es porque China, como algunos funcionarios en Pekín aparentemente creen, se beneficie de mantenerse al margen mientras EE.UU. y Rusia se agotan en un prolongado conflicto europeo. De hecho, China pierde cada día que continúa la lucha. La única pregunta es cuánto daño sufrirá y qué tan rápido.

China se encuentra en esta situación en gran parte debido al comunicado conjunto con Rusia sobre una asociación estratégica que suscribieron el 4 de febrero. En ese momento, muchos en Pekín y en otros lugares consideraron que el acuerdo era un golpe maestro en términos geopolíticos. Tener a Rusia como casi aliado sería una ganancia estratégica neta para China. Además, las tensiones entre Rusia y EE.UU. presumiblemente obligarían a Washington a desviar recursos y atención del Indopacífico, lo que permitiría a China tener más libertad en la región.

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Ahora, el deficiente desempeño de las Fuerzas Armadas rusas en el campo de batalla y la respuesta unificada de EE.UU. y sus aliados a la invasión han alterado ese cálculo. En lugar de una victoria relámpago, Putin se arriesga a una derrota humillante o a un empantanamiento, mientras las sanciones occidentales paralizan la economía rusa.

Lo primero sería la peor pesadilla de China. Las consecuencias estratégicas de tal resultado son impensables para Pekín. Sin duda, Putin entiende esto, lo que puede ser una de las razones por las que está ansioso por arrastrar a China al conflicto al solicitar ayuda militar.

Una guerra prolongada sería solo un poco menos desastrosa para China. Un empantanamiento de Rusia al menos podría darles a los líderes en Pekín algo de tiempo para repensar su estrategia. Pero una Rusia exhausta también aumentará la presión sobre China para que brinde más asistencia.

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Apoyar abiertamente a Putin ahora podría cambiar el rumbo a favor de Rusia, al menos lo suficiente como para persuadirlo de aceptar un alto el fuego y un arreglo negociado. Pero los riesgos de brindar esa ayuda son casi con certeza demasiado altos.

El hecho es que China está trabajando con una linea de tiempo diferente a la de Rusia. A diferencia de Putin, Xi cree que el orden internacional actual, por insatisfactorio que sea, todavía deja suficiente espacio para que China gane poder e influencia. Si las tensiones con EE.UU. se pueden manejar lo suficientemente bien como para evitar una colisión prematura, el tiempo está teóricamente del lado de China. Su impulso de crecimiento más fuerte en relación con EE.UU. debería inclinar gradualmente el equilibrio de poder a favor de China.

Respaldar los esfuerzos de guerra de Putin podría precipitar una confrontación inmediata con Occidente, para la cual China no está preparada. Por muy malos que sean los lazos de China con EE.UU., Europa y Japón, todavía necesita acceso a sus mercados: esos tres socios representaron el 52% del comercio exterior total de China en 2021, en comparación con el 3,8% de Rusia. China también depende en gran medida de la tecnología occidental avanzada, en particular de los microchips, mientras que sus grandes empresas y bancos aún no pueden permitirse el lujo de que se les limite el acceso al dólar.

Al mismo tiempo, Xi seguramente siente que no puede abandonar a Putin. Un intento de presionar al líder ruso para que llegue a un acuerdo rápidamente podría fallar, lo que sería una gran pérdida de prestigio para Pekín. O podría tener éxito, pero antagonizar o debilitar tanto a Putin en casa que su control del poder se vea amenazado.

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Sin buenas opciones, la única estrategia de supervivencia de China por ahora es hacer lo que pueda para ayudar a Rusia sin traspasar los límites impuestos por EE.UU.

Esta no es una posición sin costo. El apoyo de China a Putin ha empañado gravemente su imagen internacional. Está profundizando las tensiones con EE.UU., alimentando la narrativa de que una confrontación entre las naciones es inevitable y aumentando los riesgos de que estalle antes de que China esté lista.

Lo que es aún más preocupante: China está perdiendo terreno en Europa. Si los principales países europeos habían sido ambivalentes acerca de tomar partido en la rivalidad entre China y EE.UU., la aceptación de Putin por parte de China ha hecho imposible tal neutralidad estratégica. En los próximos años, es casi seguro que Bruselas se acercará a Washington.

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Lo que parecía una jugada brillante hace unas pocas semanas, cada vez más parece una pésima decisión estratégica. En lugar de beneficiarse de las tensiones entre Rusia y EE.UU., China se encuentra a merced de los hechos y sus planes a largo plazo están en grave peligro. Gane quien gane en Ucrania, China ya ha sufrido pérdidas irreparables.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.