El aumento de los precios está cambiando la forma en que la gente come

Los precios de productos básicos han aumentado en todo el mundo, golpeando los mercados de productos básicos y dañando el sistema alimentario mundial

Una sección de huevos vacía en un supermercado de Virginia, en enero de 2022. Las tiendas de comestibles de todo el país han sufrido escasez debido a las interrupciones de la cadena de suministro.
Por Anuradha Raghu y Pratik Parija
29 de marzo, 2022 | 09:32 AM

Bloomberg — En la India, los dueños de restaurantes de carretera están reduciendo a la mitad el uso de aceite de palma y pasando a servir aperitivos al vapor. Los panaderos de Costa de Marfil quieren reducir el tamaño de su baguette estándar. Los sándwiches de los puestos de comida rápida de Estados Unidos se dirigen hacia servir menos lonchas de tocino, y las pizzas hacia una ración más pequeña de pepperoni.

La economía mundial ya se tambaleaba por la escasez relacionada con el Covid-19, y el impacto de la guerra en Ucrania exacerbó la situación: los precios de productos básicos como el pan, la carne y los aceites de cocina han aumentado en todo el mundo, golpeando los mercados de productos básicos y dañando el sistema alimentario mundial.

Para las sociedades más vulnerables (piénsese en Yemen, que importa el 90% de sus alimentos en medio de un conflicto agobiante y una moneda que se deprecia) esto supone un verdadero riesgo de hambre. En otros lugares, provoca la preocupación de lo que los economistas llaman destrucción de la demanda, un fenómeno que se produce cuando los bienes son demasiado caros para comprarlos.

“Las alacenas están vacías”, dice Julian Conway McGill, responsable del sudeste asiático en la consultora LMC International, “y los consumidores tendrán que reducir su consumo”.

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Unos trabajadores entregan tarros de encurtidos en una tienda del casco antiguo de Lviv, Ucrania, el 25 de marzo. Fotógrafo: Seth Herald/Bloomberg

Tanto en los hogares como en la industria alimentaria, los aceites vegetales se han convertido en indispensables, ya que se utilizan para freír fideos instantáneos, humedecer pasteles y dar a las facturas su textura hojaldrada. Los exportadores ya estaban lidiando con la escasez de mano de obra y el mal tiempo. El ataque a Ucrania agitó aún más el comercio mundial de cultivos y elevó los precios de los dos aceites más comunes, el de palma y el de soja, a niveles récord. Los gobiernos están empezando a intervenir, frenando las exportaciones, controlando los precios y reprimiendo a los acaparadores. Pero mientras el aumento de los costes se traslada a los precios de los comestibles y con la proximidad de los festivales en Asia, los consumidores se ven obligados a reducir su consumo.

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Raju Sahoo, un operador de restaurantes de carretera de 48 años en el estado oriental indio de Odisha, ha reducido a la mitad sus compras diarias de aceite de palma a 15 kilogramos. Ahora vende menos aperitivos fritos y más alimentos al vapor.

“Actualmente hago entre 300 y 400 albóndigas fritas al día, frente a las 1.000 que hacía antes”, explica Sahoo. “He empezado a hacer idlis y upma para dar más opciones a mis clientes”, añadió, refiriéndose a los pasteles de arroz y sémola al vapor, platos populares para el desayuno.

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La escasez de aceite de cocina se ha agravado desde el año pasado. En Malasia (el segundo productor mundial de aceite de palma) la producción se redujo drásticamente debido a una escasez crónica de mano de obra. Luego, la sequía diezmó la cosecha de canola en Canadá y redujo las cosechas de soja en Brasil y Argentina. Los compradores contaban con suplir su demanda con el aceite de girasol de Ucrania y Rusia, que juntos representan cerca del 75% de las exportaciones mundiales. La invasión acabó con esa posibilidad.

Un cliente empaqueta botes de aceites de cocina comprados en una tienda de Nueva Delhi. Fotógrafo: Anindito Mukherjee/Bloomberg

El mercado reaccionó rápidamente. Los precios de los cuatro principales aceites de cocina (palma, soja, colza y girasol) se dispararon, y el repunte va a repercutir en los compradores en forma de aumento en los costos de todo tipo de productos, desde los dulces hasta el chocolate. El África subsahariana y el sur de Asia se enfrentan a la probabilidad de un aumento de la pobreza, añadió McGill de LMC, y la destrucción de la demanda puede surgir repentinamente, ya que las empresas utilizan menos aceite o reducen el tamaño de sus productos al mismo tiempo.

Por ejemplo, la Organización de Empresarios de Panadería de Costa de Marfil pretende reducir el peso de una baguette, cuyo precio está fijado por ley, debido al aumento del costo del trigo por la guerra de Ucrania. Sugiere 150 en lugar de 200 gramos, el peso actual aprobado, dijo en un comunicado el viernes.

Con este tipo de cambios, puede avecinarse un malestar social, especialmente en la India, según Brice Dunlop, analista principal del sector de la alimentación y las bebidas de Fitch Solutions. “La India tiene una larga historia de disturbios relacionados con la escasez de productos alimenticios clave, y los aceites vegetales son un ingrediente clave en muchas de las diferentes cocinas indias”, dijo.

La guerra también está exacerbando un aumento récord de los precios de los fertilizantes, que no hará sino encarecer los alimentos. El agricultor brasileño Zilto Donadello tiene previsto reducir las aplicaciones de fertilizantes entre un 30% y un 50% en la próxima cosecha de soja, lo que probablemente se traducirá en un menor rendimiento en su explotación de 400 hectáreas en el norte de Mato Grosso, en el corazón agrícola del mayor productor mundial de soja. Donadello no ha comprado los nutrientes para la siembra de septiembre porque estaba esperando que bajaran los precios después de los altos del año pasado, y luego se enfrentó al nuevo golpe de la invasión rusa. Los precios de la soja han subido, pero no lo suficiente como para compensar los mayores costos.

“Los riesgos son muy altos para un margen ínfimo”, dijo Donadello.

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Fertilizante en un almacén de una granja en Brasil, el 4 de marzo. Los agricultores brasileños tienen problemas para conseguir fertilizante para la próxima cosecha de soja. Fotógrafo: Andressa Anholete/Bloomberg

Aun así, el plan de Donadello está en línea con una recomendación de Aprosoja, el mayor grupo agrícola de Brasil. “Tenemos ahorros de fertilizantes en el suelo que deben ser utilizados en momentos difíciles como éste”, dijo Antonio Galván, jefe de Aprosoja. “Hemos dicho a los agricultores que no compren nada a precios abusivos”.

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No se trata sólo de los cultivos. En Chicago y los suburbios circundantes, Joe Fontana es propietario de cinco locales del restaurante de pollo picante Fry the Coop. Los precios del pollo han sido elevados desde que la pandemia causó el cierre de los frigoríficos hace dos años. Ahora, la sequía en Brasil y la guerra en Ucrania han disparado los precios de los piensos, elevando aún más los costes del pollo.

Fontana ya evitaba los aceites vegetales de semillas como el de canola, similar a la dieta de moda de la comunidad bitcoin (XBT). En su lugar, fríe el pollo y las patatas utilizando únicamente sebo de vacuno. Pero el costo de esa grasa también se ha disparado en medio de los problemas en los mataderos y el aumento de la demanda de grasas y aceites para producir diésel renovable.

Un trabajador inspecciona las canales de ganado en el matadero municipal de Sao Felix do Xingu, estado de Pará, Brasil. Fotógrafo: Jonne Roriz/Bloomberg

“Desde enero de 2021, parece que casi hemos duplicado nuestros costes en general”, dijo Fontana. Un cubo de 50 libras de sebo de vacuno costó unos US$29 durante años, pero ahora es de US$56, dijo.

Ya ha subido los precios de sus sándwiches de pollo unas cuantas veces y tiene previstos más aumentos, que los situarán por encima de los US$10. Los clientes le dicen que son deliciosos pero caros. “Sólo se puede cobrar a los clientes un determinado precio cuando se trata de la comida rápida”, dijo. “Mi temor es que se llegue a un punto en el que sea un sándwich de US$15”.

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Está renegociando todos sus acuerdos con los proveedores y creando una cocina centralizada para preparar alimentos como la ensalada de col para todos sus restaurantes. Aun así, ahora mismo, apenas alcanza para cubrir los costos, ya que los costos de mano de obra y gas natural también han aumentado considerablemente.

Otros platos favoritos tampoco se salvarán. Los pizzeros podrían empezar a reducir a la mitad el pepperoni que se pone en la pizza, según la analista de proteínas de Rabobank Christine McCracken. Y eso no es todo.

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“Hay que seguir vigilando el tocino”, dijo. “Empezarás a ver que los servicios de alimentación quitan una tira del sándwich”.

Con la asistencia de Irina Anghel, Tatiana Freitas, Michael Hirtzer y Leanne de Bassompierre.

Este artículo fue traducido por Andrea González