Opinión - Bloomberg

¿Qué ha cambiado a un mes del comienzo de la guerra de Putin contra Ucrania?

Odesa, Ucrania
Por Bobby Ghosh
29 de marzo, 2022 | 03:12 PM
Tiempo de lectura: 11 minutos

Ha pasado más de un mes desde que las fuerzas rusas invadieron Ucrania. Por la fuerza de la resistencia ucraniana y la sorprendente incompetencia militar rusa, muchas expectativas previas sobre cómo se desarrollaría la guerra se han hecho añicos o se han visto obligadas a evolucionar. Bobby Ghosh habló en Twitter Spaces con columnistas de Bloomberg Opinion para discutir cuáles eran las expectativas de los diferentes actores al principio y qué ha cambiado en los últimos 34 días.

Esta es una transcripción ligeramente editada de la primera mitad de la conversación.

Rusia

Clara Ferreira Marques: No podemos ponernos directamente en la cabeza del presidente ruso Vladimir Putin y el Kremlin, pero sus acciones ciertamente sugieren lo que esperaban. Parecían esperar una guerra razonablemente rápida, posiblemente de unos pocos días. Esperaban la colaboración de la población local , si no una bienvenida local, lo que dice mucho sobre su incomprensión de las cosas sobre el terreno en Ucrania.

Incluso antes de la invasión había un optimismo excesivo sobre la capacidad del ejército ruso. Sabemos que por las tácticas que han usado y por la ausencia de una campaña de relaciones públicas, no prepararon a su población en Rusia para nada parecido a la guerra de desgaste que estamos viendo hoy. De hecho, habiendo esperado una guerra rápida, Putin en realidad enfrenta una serie de desafíos que incluyen: guerra urbana en múltiples frentes; una fuerza de combate cada vez más exhausta, que puede estar a solo dos semanas del agotamiento total; una economía bajo una fuerte presión, aunque todavía no del todo de rodillas gracias al dinero del petróleo y el gas; signos de grietas finas entre las élites y una fuerte presión y represión en casa a cualquier tipo de crítica a su llamada “operación militar especial”.

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PIB ruso

Hay información limitada sobre las muertes rusas en el conflicto. El Ministerio de Defensa de Rusia habló de 1.351 muertos la semana pasada, que es de 7 a 15 veces menos de lo que estima la OTAN . No sorprende que estemos viendo una recalibración por parte de los rusos. Ahora se habla de centrarse en la liberación completa de la región de Donbás, que está lejos del discurso de desnazificación que estábamos escuchando al principio. Pero debemos tener cuidado de tomar esto como una decisión permanente. Ciertamente sería extremadamente escéptica después de haber visto lo que ha hecho Rusia, por ejemplo, en Chechenia. La otra gran pregunta es si puede haber una solución con Putin en el poder. Separaría tres objetivos: el fin de la guerra, el cambio de líder y el cambio de régimen. Deberíamos centrarnos en lo primero.

Ucrania

Leonid Bershidsky: Nadie en Ucrania, excepto tal vez algunas personas con un don inusual de previsión, creía que habría una invasión a gran escala desde todos lados. Antes de que comenzara todo esto, el presidente Zelenskiy estaba extremadamente tranquilo y no parecía creer la inteligencia que los EE.UU. estaban transmitiendo sobre una invasión inminente. Una razón por la que pocas personas en Kiev creían que algo así sucedería es que todos sabían lo dura que sería la resistencia y asumieron que Putin también sabía que no sería una operación fácil. Aparentemente, sin embargo, Putin pensó que sería fácil y que las tropas rusas encontrarían una resistencia débil o ningún tipo de resistencia.

Si bien los ucranianos no esperaban que sucediera nada de esta escala, también estaban bien preparados para enfrentar un asalto de cualquier magnitud. Tenían planes para defender posiciones específicas y su movilización funcionó extremadamente bien. Prácticamente todos los que se esperaban que se unieran a las Fuerzas de Defensa Territorial lo hicieron. Muy pocas personas intentaron evitar ser reclutadas o movilizadas.

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No creo que hubiera expectativas con respecto a la ayuda occidental. Todos escuchamos a Zelenskiy hacer numerosos llamados a una zona de exclusión aérea y suministros de armas, incluidos aviones de guerra y otros equipos pesados. Ha llamado a voluntarios extranjeros para que se unan a su guerra. Pero no creo que esperara que nada de esto funcionara. La suposición básica de Ucrania en caso de guerra con Rusia era que estaría sola y, al final, ese es el caso. Las armas enviadas por los aliados de la OTAN, tanto europeos como estadounidenses, han sido extremadamente efectivas. Los drones TB2 de Turquía han hecho mucho daño al ejército invasor. Pero, aparte de estos suministros de armas, no hay indicios de que los ucranianos esperaran algo más. Se les dijo varias veces a través de varios funcionarios occidentales, incluido el presidente de los EE.UU. que nadie se uniría a la guerra para pelear a su lado.

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden

Therese Raphael: Joe Biden claramente ha recorrido cierta distancia durante el último mes y, para enmarcar esa trayectoria, es útil recordar de dónde viene. A diferencia de Donald Trump o incluso de Bill Clinton y George W. Bush, Biden ingresó a la política nacional para trabajar en cuestiones de política exterior. Durante 50 años ha estado comprometido con la política exterior y tiene experiencia directa en la Guerra Fría. Es un escéptico de las intervenciones, pero no es un aislacionista: ha estado dispuesto a usar lo que Joseph Nye llama poder inteligente, la combinación de poder duro y blando, para lograr sus objetivos. Todo eso forma el telón de fondo a medida que entra en esta crisis.

Sus movimientos previos a la invasión mostraron cierta presciencia pero también un profundo error de cálculo. La decisión de revelar información de inteligencia que Rusia planeaba invadir fue inteligente. Hizo sonar la alarma, ayudó a reunir a los aliados de la OTAN y le negó a Putin una operación sencilla de bandera falsa. Ha habido críticas de que su respuesta es demasiado débil, pero ha habido un enorme flujo de ayuda militar hacia Ucrania. EE.UU. ha enviado US$1.350 millones en armas y municiones el mes pasado, y eso se compara con probablemente la mitad de esa cantidad desde la anexión de Crimea en 2014. Está el conjunto de sanciones más duro que se ha impuesto a cualquier país del tamaño de Rusia, y los préstamos proporcionados a Ucrania se han comparado con los programas Lend Lease (fue un programa en virtud del cual EE.UU. abastecía al Reino Unido, a la Francia Libre, a la República de China y más tarde a la Unión Soviética y otras naciones aliadas con alimentos, petróleo y materiales) de la década de 1940.

Al mismo tiempo, Biden es conocido por sus reveladores errores cuando se sale del guión. Estuvo ese momento clave antes de la invasión en el que afirmó que EE.UU. no respondería a incursiones menores en Ucrania. Dijo la semana pasada, con bastante falsedad, que las sanciones nunca tuvieron la intención de disuadir, pero su secretaria de prensa, su asesor adjunto de seguridad nacional y la vicepresidenta publicamente dijeron que el propósito de las sanciones por adelantado había sido disuadir y prevenir que Putin invadiera Ucrania. Eso sugiere que Biden calculó mal en varios niveles. Podrían haber pensado que Putin invadiría, pero tal vez que la invasión sería más limitada.

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Lo que hemos visto evolucionar es la visión de Biden de lo que está en juego. No es solo la soberanía de Ucrania, sino la vida de su pueblo, el orden mundial de la posguerra con los derechos humanos, la unidad de la alianza de la OTAN e incluso la hegemonía estadounidense y su lugar en el mundo. Su discurso en Polonia fue sacado directamente de un libro de texto internacionalista liberal. Lo pintó como una batalla entre democracia y autocracia, entre libertad y represión. Habló de un orden basado en reglas que compite contra un orden que Putin busca imponer donde la fuerza bruta gobierna las relaciones internacionales.

Biden posiblemente ve esto como su momento 9/11 (alusivo a los ataques terroristas de esa fecha), un momento en el que se define el lugar de EE.UU. en el mundo y se redefine el mundo tal como lo conocemos.

Alemania

Andreas Kluth: Antes de que comenzara la guerra, había un gran interrogante sobre la Unión Europea y si Alemania en particular sería un buen aliado. Luego, cuando la guerra comenzó de esta forma tan sorprendente con una invasión desde tres o cuatro lados, fue como si los alemanes despertaran de posiblemente cuatro décadas de autoengaño en relación con Rusia. Durante años, la izquierda política, especialmente los socialdemócratas, fingió que Putin era un cachorrito. Entonces, de repente, hay una amenaza real. El canciller Olaf Schultz pronunció un discurso histórico y, aunque solo los próximos años dirán si se mantendrá, instigó un cambio de sentido en términos de política militar y financiación.

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El único lugar donde los alemanes resisten las sanciones es el gas ruso, lo cual es comprensible dada su dependencia. Salvo un embargo total de la energía rusa, se han convertido de palomas en halcones casi de la noche a la mañana. Ese fue probablemente el mayor cambio entre los aliados occidentales en cualquier país. Alemania ahora está ayudando a mantener unida a la Alianza en lugar de convertirse en su eslabón más débil.

Compradores de gas ruso

El Reino Unido

Paul J. Davies: Es bastante difícil hablar sobre el Reino Unido sin reflexionar también sobre dos cosas importantes en el período previo a la invasión. Hubo grandes interrogantes sobre el liderazgo de Boris Johnson, con todo el escándalo de Partygate (fiestas durante el confinamiento en pandemia) en ebullición. Estaba luchando desesperadamente por conservar su trabajo, desesperado por distracciones y sus dos principales rivales, la secretaria de Relaciones Exteriores Liz Truss y el ministro de Hacienda Rishi Sunak, estaban puliendo sus credenciales para posibles carreras por el liderazgo. Al mismo tiempo, también hubo dudas sobre la cantidad de dinero ruso involucrado en las propiedades, los mercados y la política británica de Londres. El Comité de Inteligencia y Seguridad del Parlamento ya había advertido sobre los esfuerzos rusos para infiltrarse en la política británica a través de donaciones en el verano de 2020.

En el período previo a la guerra, el Reino Unido estaba haciendo lo correcto. Boris Johnson habló con Zelenskiy a principios de enero ofreciendo apoyo y compromiso con Ucrania. Liz Truss presentó una legislación para expandir el régimen de sanciones y dijo que facilitaría localizar a más personas y empresas vinculadas al régimen de Putin.

Pero mientras el Reino Unido decía que estaba comprometido y, antes de la invasión, se unió a los EE.UU. y la UE en la aplicación de algunas sanciones, se lo consideró bastante débil. Esas sanciones solo afectaron a cinco bancos y tres personas que ya habían sido sancionadas por los EE.UU. Incluso pusieron la dirección incorrecta de uno de los bancos, por lo que las sanciones ni siquiera serían efectivas.

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Después de que ocurriera la invasión y más oligarcas fueran sancionados por otros países, el gobierno del Reino Unido fue criticado por sus propios parlamentarios por no haber respondido más rápido. Los ministros defendieron eso al decir que la ley del Reino Unido hizo que el proceso fuera más lento y que necesitaban actualizar la legislación nuevamente. Sin embargo, literalmente una semana después, impusieron a Roman Abramovich y a otras seis personas una nueva ola de sanciones sin haber hecho nada, lo que encaja con lo que los expertos legales me habían dicho de antemano: que el Reino Unido ya tenía todas las normas que necesitaba.

Cuando Boris habló con Putin a principios de febrero, eso sugirió que Gran Bretaña pensaba que la diplomacia seguía siendo el camino a seguir y todavía esperaba que esto se desarrollara. En términos de cómo lidiaron con las sanciones, tal vez fue incompetencia, tal vez falta de recursos o tal vez fue solo falta de preparación porque estaban realmente convencidos de que esto nunca sucedería. Como resultado, el gobierno del Reino Unido todavía está tratando de ponerse al día.

Sanciones

Paul J. Davies: Especialmente en términos de apuntar a individuos, la idea general de las sanciones es apuntar a personas que puedan desempeñar un papel directo en ayudar a financiar el régimen de Putin y, en particular, la invasión de Ucrania. Muchas de estas personas no son realmente multimillonarios en la forma en que pensamos en Bill Gates o Warren Buffett como multimillonarios: no son necesariamente empresarios con su propio dinero. En cambio, son personas que tienen dinero en fideicomisos en nombre del régimen. Las sanciones también están destinadas a ser una molestia y también deben ser visibles.

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Pero lo más importante aquí es el hecho de que todas las sanciones que hemos impuesto a nivel de país y en otros lugares están diseñadas para continuar con el comercio de energía y permitir que Rusia venda petróleo, gas y productos relacionados, materiales de producción y equipos industriales. Los rusos siguen vendiendo el equivalente a unos US$900 millones al día en energía a Occidente. Aunque congelamos los activos del Banco Central Ruso que se encuentran en otros bancos centrales, Rusia también tiene cuentas donde pueden recibir dinero en bancos comerciales en Rusia, como Gazprombank (GZPR). Desde esas cuentas, pueden entregar dinero a otros bancos y empresas dentro de Rusia y, en la medida en que puedan encontrar socios dispuestos a trabajar con ellos, pueden gastar ese dinero de alguna forma en el mundo de manera que pueda ayudar a su esfuerzo de guerra. Eso es un gran agujero en este régimen de sanciones.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Miriam Salazar