La bandera de Irán delante del edificio de la sede del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) antes de una conferencia de prensa de Rafael Grossi, Director General del OIEA
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Bloomberg Opinión — La administración del presidente de EE.UU., Joe Biden, ha dicho durante meses que llegaría un momento en el que los beneficios de revivir el acuerdo nuclear con Irán ya no compensarían los costos asociados. Ese punto límite, lo admitan o no los funcionarios estadounidenses, puede estar ahora a semanas de distancia. Aunque no se debe abandonar la diplomacia, Estados Unidos debería aprovechar este momento para mostrar a Irán y a sus partidarios qué implicaría la alternativa.

Irán ha provocado esta crisis. Su obstrucción al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que ha estado investigando el material nuclear encontrado en varias instalaciones no declaradas, provocó una dramática reprimenda la semana pasada: Treinta países votaron a favor de censurar a Irán por su intransigencia, y sólo Rusia y China se mostraron en contra. Irán ha tomado represalias retirando casi la mitad de las cámaras que vigilan sus instalaciones nucleares, al tiempo que ha anunciado sus planes de instalar centrifugadoras más avanzadas. El OIEA dice que si las cámaras no se vuelven a conectar en el plazo de un mes, los inspectores ya no podrán verificar detalles clave sobre la producción de material y equipos nucleares del país.

Eso sería, como dijo el titular de la agencia, un “golpe fatal” para el acuerdo nuclear de 2015, conocido como JCPOA por sus siglas en inglés. Sin saber exactamente cuántas centrifugadoras y cuánto uranio enriquecido tiene Irán, el mundo exterior no puede asegurar que Teherán no esté almacenando secretamente material necesario para construir una bomba. Además, la falta de cooperación pone en duda el valor de cualquier nuevo acuerdo. Dado que sus científicos disponen ahora de los conocimientos necesarios para reconstituir sus arsenales con relativa rapidez, es aún más importante que los inspectores puedan alertar al mundo de cualquier indicio de renovación de la investigación armamentística.

Incluso ahora, EE.UU. debería estar abierto a llegar a algún tipo de compromiso. Si Irán puede proponer una forma de salvar la cara para renunciar a lo que parece ser el último punto de fricción -su exigencia de que el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica sea retirado de la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado-, Estados Unidos debería escuchar. Incluso un acuerdo provisional que congele el enriquecimiento de uranio por parte de Irán y restablezca el acceso al OIEA a cambio de un alivio limitado de las sanciones podría ser digno de ser considerado.

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Al mismo tiempo, el gobierno de Biden debería dejar de lado los temores de que un enfoque más duro pueda descarrilar las negociaciones. Los funcionarios estadounidenses han sugerido que están preparados para pasar a un “plan B” si las conversaciones fracasan; deberían explicar qué significa eso.

La administración debería empezar por aplicar las sanciones existentes con mucha más firmeza. Las exportaciones de petróleo de Irán aumentaron un 30% en los tres primeros meses del año; el país afirma estar vendiendo más petróleo que en cualquier otro momento desde que Estados Unidos reimpuso las sanciones en 2018, casi todo a China. El gobierno de Biden necesita rastrear e interceptar los envíos ilegales, y cumplir con las amenazas anteriores de sancionar a las empresas chinas involucradas en el comercio.

A continuación, la Casa Blanca debe reunir una coalición regional para contrarrestar a Irán. Debe trabajar con los aliados árabes e Israel en la integración de las defensas aéreas. Debería apoyar a estos socios con inteligencia y tecnologías para contrarrestar los misiles y aviones no tripulados iraníes, y fomentar una colaboración más estrecha entre Israel y otros signatarios de los Acuerdos de Abraham en materia de investigación armamentística. También debería responder con contundencia a cualquier ataque contra sus fuerzas o intereses en la región.

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Por último, Biden debería reiterar su promesa de no permitir que Irán desarrolle un arma nuclear. Sin establecer públicamente ninguna línea roja, debería dejar claro a los iraníes que cualquier intento de enriquecer uranio hasta alcanzar el grado de armamento o de expulsar a los inspectores del OIEA podría desencadenar una acción militar. Estados Unidos debería colaborar estrechamente con Israel en sus propias capacidades y planes, al tiempo que continúa con ejercicios militares conjuntos de alto nivel.

Demostrar que está preparado para defender sus intereses en ausencia de un acuerdo puede ser la mejor manera de que Estados Unidos convenza a Irán para que firme uno.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.