Elon Musk amenaza con retirarse de su acuerdo para comprar Twitter a menos que la red social haga más para demostrar que sus usuarios son personas reales. Fuente: Bloomberg
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La afirmación de Elon Musk de que el número de bots de Twitter (TWTR) es tan “imposible de discernir como el alma humana” puede ser una táctica de negociación de un hombre que probablemente siente un poco de remordimiento del comprador. Sin embargo, calcular el número de ellos que circula por la plataforma de Twitter Inc. es un proceso bastante sencillo si todo el mundo se pone de acuerdo en lo que está contando.

Un “asunto muy importante” que disuade a Musk de cerrar la operación por los US$44.000 millones acordados originalmente es “si el número de usuarios falsos y de spam en el sistema es efectivamente inferior al 5%, como afirma Twitter, lo que creo que probablemente no es la experiencia de la mayoría de la gente cuando utiliza Twitter”, dijo el martes a John Micklethwait, editor en jefe de Bloomberg News, en el Qatar Economic Forum. Otros puntos a superar son la financiación de la deuda y la votación de los accionistas sobre la adquisición, dijo.

Con las acciones de la empresa cotizando un 30% por debajo del precio de compra de Musk, que es de US$54,20, hay razones por valor de US$15.000 millones para que el empresario sudafricano encuentre escapatorias y presione para conseguir una rebaja. Su comentario del martes es similar a uno realizado en una presentación del 6 de junio, cuando afirmó que Twitter se negaba a proporcionar la información necesaria “para facilitar su evaluación de las cuentas falsas y de spam en la plataforma de la compañía.”

Hagamos una pausa aquí. Hasta ahora tenemos tres términos diferentes: bot, cuentas falsas y spam, todos los cuales podrían tener significados totalmente diferentes. No todos los bots son falsos, y no todas las cuentas falsas envían spam.

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Hay numerosas formas de clasificar las cuentas en Twitter, pero la más sencilla y útil puede ser examinar cada cuenta sobre dos bases. La humana, en la que una persona real configura y ejecuta las actividades de la cuenta, o la automatizada, en la que un software escrito por un humano actúa en nombre de la cuenta para tuitear, retuitear y dar “me gusta”. Esto último puede denominarse bot.

También hay cuentas auténticas en las que la entidad que opera la cuenta es la misma que pretende representar, y no auténticas, en las que no es así. Esta segunda categoría se consideraría falsa.

Hay muchas zonas grises a la hora de clasificar las cuentas, y no debemos asumir que una cuenta bot es mala y una humana es buena. Por ejemplo, muchas empresas y medios de comunicación hacen gran parte de sus publicaciones y retuits utilizando software de terceros. Técnicamente, sus cuentas de Twitter están siendo gestionadas por un bot, pero nos gusta pensar en ellos como “bots buenos”. Los que siguen tuiteando estafas de criptomonedas son “bots malos”.

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Además, las cuentas no auténticas están mal vistas, pero a menudo permanecen inactivas e inofensivas durante meses o años antes de ser reactivadas para acosar a personas o difundir información falsa. Lo hemos visto en entidades chinas respaldadas por el Estado y en actores vinculados al partido gobernante en la India. Descubrir una cuenta no auténtica es extremadamente difícil. Algunas están gestionadas por bots, pero no todas. Y el hecho de que una cuenta sea operada por un humano con un seudónimo no significa que sea maliciosa.

“A través de una combinación de aprendizaje automático y monitoreo por parte de nuestros equipos, detectamos de forma proactiva las cuentas cuya actividad indica que hay intentos de manipular las conversaciones de Twitter de forma automatizada, es decir, ‘bots malos’”, dijo Twitter en un correo electrónico a Bloomberg Opinión.

Clasificar las cuentas de bots, falsas y spam por estas categorías es tanto arte como ciencia. De hecho, contar los bots es la parte más fácil, y la afirmación de Musk de que al menos el 20%, y hasta el 90%, de los usuarios entran en esta categoría está fuera de lugar. Es una cifra totalmente calculable porque el mismo Twitter permite a los desarrolladores externos construir bots y conectarse a su fuente de datos. Todo lo que hay que hacer es solicitar una cuenta de desarrollador y conectarse a la interfaz de programación de aplicaciones de la compañía, conocida como API.

Twitter cuenta cuántas de estas cuentas están en uso, y sitúa esa cifra en los “cientos de miles” activas mensualmente. Si redondeamos generosamente esa cifra a un millón, entonces estamos ante 1 de 229 millones de usuarios, (1) es decir, menos del 0,5%. Para que quede claro, no todas esas cuentas de desarrolladores realmente publican en Twitter, es decir, tuitean, retuitean o les gusta. De hecho, miles de desarrolladores utilizan la API para recopilar datos de forma pasiva, que podrían utilizarse para el marketing y la investigación. Eso está muy lejos del 20%.

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Para ser justos, hay otra forma de ejecutar un bot de Twitter sin usar la API de la compañía, y es imitando a una persona real. Dado que la plataforma de Twitter se ejecuta en un navegador que utiliza protocolos estándar, los desarrolladores de software inteligentes pueden aprovechar esta apertura para crear un bot que parezca un humano en Chrome o Firefox. Twitter no puede contabilizar estas interacciones con tanta facilidad, pero tiene sistemas para descubrirlas y cerrarlas si es necesario. Si el 20% de sus usuarios fueran bots que emulan el navegador, es muy probable que Twitter lo supiera.

El CEO Parag Agrawal ha sido bastante abierto sobre estos desafíos.

“El spam no es sólo ‘binario’ (humano/no humano). Las campañas de spam más avanzadas utilizan combinaciones de humanos coordinados + automatización”, dijo en un hilo el mes pasado. “Son sofisticadas y difíciles de atrapar”.

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Parag Agrawal (@paraga): El reto difícil es que muchas cuentas que parecen falsas superficialmente, son en realidad personas reales. Y algunas de las cuentas de spam que son realmente las más peligrosas, y que causan el mayor daño a nuestros usuarios, pueden parecer totalmente legítimas en la superficie.

Para aliviar sus preocupaciones, Twitter se ofreció a guiar a Musk a través de sus metodologías, lo que sus abogados curiosamente denunciaron como “equivalente a rechazar las solicitudes de datos del Sr. Musk”. Si, por el contrario, el nuevo comprador quisiera acceder a todos los tuits desde que se envió el primero en marzo de 2006, sin duda podría hacer que sucediera. Pero es poco probable que esto traiga mucha satisfacción, porque Musk y su equipo tendrían que clasificar montones de datos para decidir por sí mismos qué es un bot, qué es una cuenta falsa y qué es spam.

Con una empresa de redes sociales de US$44.000 millones y montañas de tuits antiguos en sus manos, el problema de Musk no será tratar de conocer lo incognoscible, sino decidir qué es exactamente lo que quiere saber.

  1. Twitter informa de mDAU, Usuarios Activos Diarios monetizables, su propia métrica para contar los usuarios “reales” que realmente pueden ver los anuncios publicados en la plataforma. Puede no ser directamente comparable con las métricas de desarrolladores activos mensuales.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González