Pozos de petróleo en la formación Bakken, cerca de Dickinson, Dakota del Norte.
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Bloomberg Opinión — El miércoles, los futuros del West Texas Intermediate cayeron por debajo de los US$102 el barril, lo que supuso una caída del 22% durante las dos últimas semanas y se ajusta a la definición técnica de un mercado bajista (el jueves por la mañana se volvía a ubicar cerca de los US$106). Desde luego, no parece un mercado bajista, sobre todo porque el crudo subió cerca de un 40% este año. Además, si uno pasa algo de tiempo en Twitter, sabrá que las acciones de las petroleras y las energéticas tienen algunos partidarios muy entusiastas, que en su mayoría pronostican que el petróleo subirá a US$200 el barril. En efecto, las opciones de compra con un precio de ejercicio de US$200 se han negociado con bastante dinamismo en estas últimas semanas.

Gran parte de los argumentos alcistas sobre el petróleo se centran en la doble tesis de la incapacidad gubernamental y la inversión socialmente responsable (ESG, por sus siglas en inglés), ya que ambas están limitando las perforaciones y aumentando el costo del capital para los productores de petróleo, reduciendo de esta manera la oferta. En la actualidad, el gobierno de EE.UU. está estudiando la posibilidad de suspender los impuestos sobre la gasolina (biden lo pidió públicamente el miércoles por la tarde) y de expedir tarjetas de reembolso, lo que representa una subvención directa a la demanda. Cualquier estudiante de economía de primer año sabe que si se aumenta la demanda de una cosa y se reduce la oferta de esa cosa, es probable que aumente el precio de dicha cosa. Pero eso no explica la reciente caída del petróleo, y los alcistas son incapaces de hacerlo.

Por lo tanto, ¿a qué se debe la caída de los precios? En mi opinión, es un indicador de la mayor probabilidad de una recesión y de la consecuente destrucción de la demanda. De hecho, los precios se desplomaron hasta un 8,24% el miércoles, la mayor cifra desde inicios de marzo, luego de que Jerome Powell, presidente de la Fed, dijera que era posible una recesión y calificara de “muy difícil” un aterrizaje suave. La caída de los precios del petróleo ha estado acompañada de un gran bajón en los rendimientos de los bonos. Cuando el precio del petróleo caiga, también lo harán las tasas de inflación, porque el petróleo es uno de los principales impulsores de ella. Si esto sucede, la Fed no tendrá que incrementar tanto las tasas, lo que se traduce en una reducción de los rendimientos de los bonos. El precio del petróleo está guiando todos los mercados y la economía actualmente, y si los precios del petróleo bajan, todo mejorará.

Es probable que el sentimiento se estuviera calentando demasiado en los mercados energéticos. De hecho, el índice S&P 500 Integrated Oil & Gas ha sido el sector más rentable en lo que va de año, con una ganancia de casi el 40% hasta el martes, en comparación con la caída del 21% del S&P 500. Ahora la pregunta es ¿hacia dónde va a ir petróleo a partir de ahora? ¿Vuelve a un nivel de equilibrio de US$80 el barril, o se disparará hasta los US$200, como piensan muchos actores macro? No cabe duda de que el mercado del petróleo es susceptible de sufrir grandes oscilaciones. El crudo cayó un 23% entre el 8 y el 16 de marzo, y un 18% entre el 23 de marzo y el 11 de abril, para luego recuperarse con grandes subidas en ambas ocasiones.

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Yo me inclino más por lo primero. La gasolina no es un producto totalmente inelástico. Cuando el precio suba lo suficiente, la gente consumirá menos. Y eso es lo que está ocurriendo. Recientemente conduje de Ohio a Carolina del Sur en un Mini Cooper, que recorre unos 42 millas (67.5 kms) por galón, y aun así gasté unos US$150 en gasolina. Un conductor de un Chevy Silverado gastaría el triple, lo que equipararía el costo de conducir con el de volar. El precio de la gasolina era tan bajo desde hacía tanto tiempo que la gente ni siquiera consideraba que fuera un costo.

Pero hay elasticidad de la demanda, y cuando el aumento de los precios de la gasolina va acompañado de un aumento de los precios de los alimentos, la electricidad y otros productos esenciales, la gente optará por conducir menos. En abril de 2022, los kilómetros recorridos en EE.UU., medidos sobre una base móvil de 12 meses, habían vuelto en su mayor parte a los máximos anteriores a la pandemia, pero yo no descartaría un descenso a los niveles de principios de la década de 2010, cuando la economía estaba saliendo de la crisis financiera mundial. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que una medida de los kilómetros recorridos no tiene en cuenta el número de kilómetros recorridos por los vehículos eléctricos, que está aumentando considerablemente. Estamos consumiendo incluso menos gasolina de lo que creemos.

En este momento, las operaciones anti-ESG están mayormente agotadas. Por un tiempo se puso de moda comprar los valores que los índices ESG excluían. Hasta se lanzó un ETF sobre esa base. Y los valores excluidos han superado ampliamente el rendimiento de los índices ESG. No obstante, yo diría se ha alcanzado el punto máximo de pánico moral respecto a los ESG. El remedio para cualquier cosa es demasiado de ella. Por otra parte, si usted cree que la incompetencia del gobierno es el principal motor de los precios del petróleo, no olvide que en noviembre se celebrarán las elecciones de medio término en EE.UU, que se espera que sean muy desiguales contra el actual partido en el poder.

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La única constante en los mercados financieros es que cuando el sentimiento alcista o bajista se amontona, suele ser rentable ir en sentido contrario, que es lo que estamos viendo en tiempo real.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Miriam Salazar