El presidente de EE.UU., Joe Biden, en el Eisenhower Executive Office Building en Washington, D.C., EE.UU., el miércoles 22 de junio de 2022.
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Bloomberg Opinión — En una preocupante señal de hasta qué punto la Casa Blanca ha perdido el rumbo, el presidente Joe Biden está pidiendo al Congreso y a los gobiernos estatales que permitan suspender durante tres meses el cobro del impuesto a la gasolina. Las suspensiones del impuesto sobre la gasolina son, por lo general, una mala herramienta para combatir el aumento de los precios, y serían especialmente perjudiciales en este momento.

Cuando el gobierno aprueba una rebaja fiscal, no puede controlar directamente a quién beneficia. La llamada incidencia de la rebaja fiscal viene determinada por las fuerzas de la oferta y la demanda. Si la demanda es relativamente fija, el impuesto tenderá a beneficiar a los compradores. Si la oferta es más inelástica, la mayor parte de los beneficios irán a parar a los vendedores. Lo mejor que puede hacer el gobierno es observar cómo aterriza la incidencia de los impuestos en la práctica, y luego ajustar la política en consecuencia.

Consideremos el caso de Maryland, que suspendió un mes su impuesto a la gasolina durante la primavera pasada. Los análisis sugieren que los consumidores pueden haber ahorrado hasta 26 centavos de dólar por galón con otros 10 centavos capturados por los vendedores. Ese beneficio extra de 10 centavos por galón animó a las refinerías de gasolina a enviar más oferta a Maryland en lugar de a otros estados.

Fue esa oferta adicional, y no la suspensión del impuesto, lo que redujo los costes para los residentes de Maryland. Una vez finalizadas las vacaciones fiscales, los precios de la gasolina eran más altos en Maryland que en los estados vecinos.

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Si los 50 estados y el gobierno federal promulgaran una suspensión del impuesto sobre la gasolina, las refinerías no podrían simplemente ajustar la oferta de un estado a otro; sólo tendrían que producir más gasolina. Sin embargo, la falta de capacidad de refinado es precisamente la razón por la que los precios de la gasolina en los Estados Unidos son tan altos.

Biden pareció reconocer este hecho en una carta que envió a las refinerías la semana pasada instándolas a aumentar su producción. Para ello, tendrían que invertir tiempo y dinero. Unas vacaciones fiscales de tres meses aumentarían la demanda ahora, animando a los consumidores a conducir más durante las vacaciones (antes de que se pueda aumentar la capacidad) y luego harían bajar la demanda más adelante en el año, después de que se hayan completado las inversiones en capacidad. En lugar de ahorrar dinero a los consumidores, unas vacaciones fiscales para la gasolina en todo el país probablemente conducirían a unos beneficios aún mayores para las refinerías en el corto plazo, al tiempo que reducirían su incentivo para invertir a largo plazo.

Mientras tanto, está claro que la administración quiere reducir la demanda de petróleo y gas durante la próxima década, lo que podría dejar varada cualquier nueva inversión que haga la industria. Es precisamente este desajuste entre las exigencias de corto plazo de la Casa Blanca y su política de largo plazo lo que ha hecho que toda la industria del petróleo y el gas dude en expandirse.

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Si la Casa Blanca se tomara en serio el problema de la escasez de gasolina, podría tomar medidas, pero tiene que ser más creativa.

Una de esas ideas procede de Employ America, un grupo de reflexión de centro-izquierda que se toma el mercado en serio: El Departamento de Energía podría trabajar con la Reserva Federal para vender un seguro a los productores de petróleo contra la caída de los precios. Si la demanda de petróleo se mantiene alta, o si la geopolítica retira más oferta del mercado, el seguro expirará sin ser utilizado. Si la demanda de petróleo disminuye, el Departamento de Energía puede aprovechar la baja de precios para rellenar y ampliar la reserva estratégica de petróleo de EE.UU., amortiguando así el impacto de los precios.

En cambio, la administración amenaza a las refinerías con acciones antimonopolio, mientras que los demócratas del Congreso están considerando un impuesto sobre las utilidades inesperadas. Unas vacaciones del impuesto sobre la gasolina (y el aumento de las ganancias extraordinarias) pondrían al Congreso y a la industria en una situación de colisión.

Si el gobierno de Biden quiere que la industria del petróleo y el gas produzca más gasolina para bajar los precios, tendrá que hacer algo que parece reacio a llevar a cabo: trabajar con la industria para ponerla en una posición más dominante a nivel mundial. De este modo, aunque la demanda de EE.UU. disminuya, la industria podrá aumentar sus exportaciones. Unas vacaciones de tres meses del impuesto a la gasolina serían lo peor de ambos mundos: fomentar el consumo interno precisamente cuando la producción está al límite de su capacidad, mientras que no se hace nada para ayudar a la industria a expandirse a nivel internacional.

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Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Estefanía Salinas Concha.