Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, centro, saluda a los asistentes a un mitin durante el Día de la Independencia de Bahía en Salvador, estado de Bahía, Brasil, el sábado 2 de julio de 2022.
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Bloomberg Opinión — En casi cuatro años en el poder, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha hecho poco para inspirar fe en su compromiso con la democracia. Ha afirmado que sólo Dios podría destituirlo, ha socavado pesos y contrapesos y ha cuestionado reiteradamente el bien establecido sistema de votación electrónica de Brasil. Recientemente llevó sus infundadas afirmaciones más allá de las fronteras del país, convocando a embajadores extranjeros para una presentación en la que se repitieron conspiraciones desacreditadas sobre el proceso electoral y se criticó a los jueces del Tribunal Supremo.

Queda por ver si estas declaraciones se traducen en un esfuerzo concertado para rechazar un resultado desfavorable en las elecciones presidenciales de octubre. Pero la sola posibilidad de una crisis electoral en el país más grande de América Latina es algo para que los otros líderes de Brasil -con la ayuda del mundo democrático- deberían actuar ahora para prevenir.

Bolsonaro ha negado cualquier deseo de dar un golpe de Estado. Intentar mantenerse en el poder será ciertamente más difícil si el mandatario, que va por detrás del candidato izquierdista y ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva en las encuestas, sufre una estrepitosa derrota. Pero hay una serie de resultados menos extremos que seguirían siendo devastadores. Los estallidos de violencia podrían provocar una intervención militar, y no es inconcebible una división de las fuerzas de seguridad en general, dado el apoyo más entusiasta de la policía militar. Cualquier movimiento para rechazar o desacreditar los resultados exacerbaría la desconfianza de los brasileños en las instituciones gubernamentales en un momento en el que el descontento con los frutos de la democracia ya es elevado. El país corre el riesgo entrar en una parálisis.

La labor de garantizar unas elecciones libres y justas debe ser dirigida por los brasileños, no sólo por los líderes políticos, sino también por los tecnócratas, el poder judicial, la sociedad civil y los medios de comunicación. Los esfuerzos de las autoridades electorales, los académicos y los verificadores de hechos para combatir la difusión de la desinformación a través de las redes sociales, en particular WhatsApp, han sido alentadores. Pero estas fuerzas necesitan ayuda. En los próximos meses, Estados Unidos debería reiterar su confianza en las instituciones democráticas y las autoridades electorales de Brasil a través de visitas públicas de altos funcionarios de la administración Biden y de delegaciones bipartidistas del Congreso. Washington debería trabajar con los vecinos de Brasil y otros gobiernos democráticos para apoyar a los observadores electorales internacionales. Deberían financiar intercambios de expertos técnicos y de ciberseguridad para reforzar el sistema de votación de Brasil, vital para contrarrestar cualquier eventual denuncia de manipulación de votos y fraude.

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Los líderes empresariales también pueden utilizar su influencia. Aunque muchos ejecutivos son, con razón, reacios a meterse en la política nacional de Brasil, algunos financieros ya han firmado una carta abierta en defensa de la democracia. Más coaliciones empresariales y grupos de presión pueden dejar claro el daño económico duradero que causaría la violación de las normas democráticas básicas. Hablar de ello redundaría en beneficio no sólo de los brasileños, sino también de las propias empresas, que no tienen nada que ganar con el desmantelamiento de la cuarta mayor democracia del mundo.

En los últimos años, la credibilidad de las potencias democráticas del mundo -y de EE.UU. en particular- se ha resentido sin duda entre los ciudadanos de América Latina, en parte debido a la escasa participación diplomática en la región. Prestar un apoyo claro e inequívoco a las fuerzas democráticas de Brasil ayudaría a limitar los daños y a garantizar que la voluntad de su pueblo prevalezca.

Editores: Clara Ferreira Marques, Romesh Ratnesar.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.