La crisis financiera de Covid-19 que no sucedió

Un centro de pruebas de Covid-19 en el exterior del parque Washington Square de Nueva York el 22 de mayo.
Por Adam Kulam y Lily Engbith
23 de agosto, 2022 | 01:55 PM

Bloomberg Opinión — La súbita comprensión, a mediados de marzo de 2020, de que Covid-19 iba a ser una pandemia de las que se producen una vez en un siglo, generó el tipo de trastorno del que están hechas las crisis financieras. Los expertos pronosticaron un choque triple sin precedentes: los cierres diezmarían la demanda, las prohibiciones de viajar devastarían la oferta y la “carrera por el dinero” congelaría la actividad financiera. Los mercados de valores se desplomaron y los rendimientos de los bonos se dispararon.

Pero a pesar del desastroso balance humano y de la inevitable recesión económica, la crisis financiera no se produjo. Para entender lo que funcionó, nuestro equipo de investigación del Programa de Estabilidad Financiera de Yale recopiló una base de datos de unas 9.000 medidas gubernamentales en 180 países. Las lecciones: Ir a lo grande, a tiempo y prepararse para la próxima vez.

Las autoridades fiscales, monetarias y de otro tipo de todo el mundo actuaron rápidamente en medio de una incertidumbre extrema. Utilizaron las herramientas empleadas durante la crisis financiera de 2008, adaptadas para los acontecimientos más profundos y rápidos de la pandemia. Prometieron sumas extraordinarias y asumieron riesgos en nuevos programas. Incluso cuando algunos de los peores temores se hicieron realidad (en sólo un trimestre, la producción económica anualizada de los Estados Unidos cayó un tercio y el desempleo se triplicó) no se produjo una depresión mundial ni una crisis crediticia.

Destacan cuatro lecciones.

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► Las mismas herramientas pueden ser útiles en diferentes crisis. Las catástrofes financieras comparten algunos elementos comunes: la liquidez se seca, los depositantes y los acreedores huyen, los precios de los activos se desploman. Por eso, muchas de las herramientas aplicadas durante la crisis financiera de 2008 resultaron fácilmente adaptables en 2020. El Banco de Inglaterra, por ejemplo, reactivó su mecanismo de recompra a plazo contingente para permitir a las contrapartes en dificultades intercambiar activos difíciles de vender por efectivo del banco central.

Las autoridades también adaptaron sus intervenciones, aplicando su experiencia de crisis anteriores. Por ejemplo, el Banco de Japón revivió sus Operaciones Especiales de Suministro de Fondos, a través de las cuales proporcionaba préstamos sin intereses y con garantías a cooperativas financieras solventes. Sin embargo, el objetivo del programa de la época de Covid-19 pasó a ser la financiación del sector privado y la estabilidad del mercado financiero, en lugar de apoyar los mercados de bonos corporativos y papel comercial.

Estar dispuesto a innovar y experimentar. Los nuevos problemas exigen nuevas soluciones. Por ejemplo, muchas de las medidas de Covid-19 se centraron en reforzar los sectores vulnerables de la economía real, como las aerolíneas y la sanidad, en lugar de las instituciones financieras. Tras la ronda inicial de recortes de tasas de interés y programas de liquidez de emergencia, muchos países lanzaron intervenciones en el mercado que no se habían visto durante la crisis financiera de 2008, incluyendo medidas fiscales como moratorias de pagos, aplazamientos de impuestos y subvenciones (aunque no sin algunas consecuencias no deseadas).

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► Hacerlo a lo grande y el mercado hará el resto. Cuando los gobiernos y los bancos centrales prometieron billones de dólares para comprar desde bonos municipales hasta fondos cotizados, a menudo no necesitaron gastar ni siquiera una pequeña fracción del dinero. En casos como el programa de compra de bonos corporativos del Riksbank sueco y el Mecanismo de Préstamo de Valores Respaldados por Activos a Plazo de la Reserva Federal de EE.UU., los meros anuncios restauraron la confianza necesaria para que los inversores privados volvieran a actuar.

► Prepararse en tiempos de calma. Las reformas instituidas en los años posteriores a la crisis financiera de 2008 marcaron una diferencia crucial en 2020. Lo más importante es que los bancos operaban con un capital propio sustancialmente mayor, que absorbía las pérdidas y les permitía actuar como fuente de fortaleza en lugar de contagio (aunque los esfuerzos de los bancos centrales para proporcionar liquidez y apuntalar los precios de los activos también ayudaron mucho). Una docena de países también había exigido a los bancos un colchón de capital anticíclico, que proporcionó una resistencia adicional cuando comenzaron los cierres.

Mientras tanto, la pandemia puso de manifiesto las lagunas de los países en materia de gestión de crisis, lagunas que están abordando ahora que los mercados se han calmado. Por ejemplo, los bancos centrales están estudiando la forma de rediseñar los colchones de liquidez, que exigen a los bancos disponer de efectivo adicional para cubrir sus obligaciones en tiempos difíciles. Durante la pandemia, los bancos se mostraron reacios a desplegar el efectivo, por temor al estigma o a la reacción regulatoria. Por ello, los reguladores están estudiando cómo hacer que los colchones sean más utilizables.

A menudo se acusa a los reguladores financieros de “luchar en la última guerra”, es decir, de reaccionar ante las crisis con reformas onerosas que no servirán para la próxima vez. Sin embargo, la experiencia de la pandemia demuestra que muchas lecciones y herramientas son perennes, que la preparación es posible y útil, y que los funcionarios pueden ajustarse e innovar en medio de la batalla. El sistema financiero mundial sobrevivió al Covid-19 gracias a años de evaluación de la crisis anterior, y las autoridades pueden aprovechar esa experiencia para prepararse para la siguiente.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.