Tuberías mostrando la dirección del flujo en la instalación de almacenamiento subterráneo de gas Kasimovskoye, operada por Gazprom PJSC, en Kasimov, Rusia, el miércoles 17 de noviembre de 2021.
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Bloomberg Opinión — En Europa, los gobiernos se enfrentan a la disyuntiva de elegir entre una crisis energética o una crisis fiscal. La economía mundial corre el riesgo de verse afectada.

Los cálculos de la magnitud de la crisis de los precios de la energía varían, pero una evaluación plausible se sitúa entre el 6% y el 8% del PIB de Europa. Para hacer frente a esta crisis, habría que dejar que los precios de la energía suban y permitir que el sector privado se adapte. Esto supondría un aumento de los costos de fabricación, un aumento de las facturas de calefacción de los hogares y una disminución de la renta disponible para gastar en otros bienes y servicios. En términos generales, sería como la crisis de los precios de la energía de 1979 y la recesión posterior.

Hay que tener en cuenta que el tamaño de la recesión suele ser mayor que el tamaño de la crisis de precios inicial. A medida que algunos sectores comienzan a contraerse, hacen caer a otros sectores con ellos. Los precios de los activos también caerán, lo que a su vez perjudica la inversión y el consumo. Los economistas a veces llaman a esto “teoría del ciclo económico real”, una rama del conocimiento que investiga cómo puede extenderse un acontecimiento negativo inicial.

Este no es sólo un cuento económico ficticio. Datos recientes indican que las exportaciones alemanas están sufriendo un duro golpe, aunque parte de este descenso se debe a problemas no relacionados con la energía.

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Eso suena sombrío, pero es importante darse cuenta de que hay un camino diferente pero igualmente sombrío: Los gobiernos podrían tomar este choque de precios de la energía y convertirlo en un choque fiscal.

Si un gobierno se hace cargo de una parte suficiente del aumento de la factura energética, sería como si la crisis del precio de la energía nunca hubiera ocurrido. En su forma polar, esta política sería difícil de llevar a cabo, pero ya ha habido algunos movimientos en esa dirección. El gobierno del Reino Unido está comprometiendo 200.000 millones de libras para aislar a la economía británica de las crisis de los precios de la energía, aunque gran parte de la crisis de los precios de la energía seguirá llegando a la economía. La economía alemana también ha dado a conocer un plan para gastar unos 200.000 millones de euros para proteger la economía de las crisis de los precios de la energía.

Los gobiernos pueden intentar limitar las crisis de los precios de la energía de diferentes maneras. Pueden intentar que los consumidores y las empresas vuelvan a estar satisfechos con subvenciones y transferencias de ingresos, por ejemplo, o pueden limitar los precios y luego intentar que las empresas energéticas vuelvan a estar satisfechas. Sea cual sea la combinación exacta de políticas, el costo adicional supondrá un gran agujero en los presupuestos públicos.

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Si un gobierno se hiciera cargo de todo el coste energético adicional, costaría entre el 6% y el 8% del PIB, y ese costo tendría que producirse cada año que los precios de la energía se mantuvieran altos. Esto requeriría más préstamos del gobierno, más impuestos, más impresión de dinero, o alguna mezcla de estas opciones.

La buena noticia es que convertir una crisis energética en una crisis fiscal no extiende los altos costos de la energía a toda la economía. La mala noticia es doble: En primer lugar, mantener los precios de la energía bajos no fomenta la conservación. En segundo lugar, y más importante, una crisis fiscal sigue siendo una crisis. Incluso si un gobierno evita el endeudamiento adicional, ¿cuánto espacio hay para aumentar los impuestos, dadas las limitaciones económicas y políticas?

A finales de la década de 1970 no hubo ningún movimiento general para convertir la crisis de los precios de la energía en una (posible) crisis fiscal. Los gobiernos de entonces no pensaban que podrían salirse con la suya con los niveles de endeudamiento que ahora toleran rutinariamente.

Así que este es un momento de innovación política: Llámese fiscalización de los problemas económicos. La pandemia es otro ejemplo muy reciente. ¿Durante cuánto tiempo puede el mundo fiscalizar sus problemas? ¿Puede la fiscalización ayudar al mundo a evitar grandes crisis económicas?

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Tal vez esto sea sólo el comienzo de los niveles de deuda súper elevados como una forma de seguro contra la muy mala suerte. O tal vez los mercados de bonos estén a punto de rebelarse contra ese endeudamiento continuado, y esa deuda destrozará el pacto fiscal de la Unión Europea, dada la opinión común de que al menos algunos de esos países acabarán abusando de sus privilegios de endeudamiento. Las tasas de interés reales, recordemos, han subido últimamente.

En resumen: ninguno de estos escenarios es especialmente optimista, nadie sabe realmente lo que está haciendo, y el resultado final será probablemente dictado por el mercado de bonos. Que pase un buen día.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.