Bloomberg Opinión — Sería realmente una ironía que el mandatario totalitario de una ex república de la Unión Soviética consiguiera persuadir a los países de occidente para que abandonaran el mercado libre. No obstante, ese es el peligro que amenaza al sector eléctrico europeo, mientras los responsables se esfuerzan por hacer frente a la instrumentalización del abastecimiento energético por parte del gobierno de Vladimir Putin. Ojalá se imponga el interés propio.
En las pasadas décadas, los europeos han llevado a cabo una extraordinaria reestructuración de su parque eléctrico, eliminando los monopolios de cada país y reordenando las estructuras en un único mercado. Este proceso ha supuesto un profundo reto, pues la electricidad no es como otros productos y servicios, para impedir interrupciones en cadena, la producción debe cubrir plenamente la necesidad en cada momento de cada día. La consecuencia ha sido un sistema increíblemente complicado que fija sus precios y adjudica la capacidad de conducción en los distintos países y en periodos de tiempo comprendidos entre años y segundos, con la finalidad de facilitar a todos los generadores, incluso a los de la energía eólica, la solar, la nuclear y el gas, la competencia por los consumidores en cualquier parte donde se encuentren.
Asombrosamente, en su mayoría sirve, un éxito que ha jugado un rol subestimado en la unificación de Europa. Cada vez se comparten más riesgos y recursos, por ejemplo, las turbinas de Alemania pueden abastecer la red cuando en Francia no hay viento, y los distintos países son capaces de depender los unos de los otros en caso de emergencia, en vez de conservar sus respectivas provisiones. Los diferentes precios muestran qué tipo de inversión se necesita, qué cantidad y en qué lugar. La integración entre fronteras produjo unos 34.000 millones de euros (US$33.958 millones) en ganancias solo el año pasado y ha permitido atenuar el golpe de la reducción de las exportaciones de gas ruso.
Sin embargo, la guerra de Vladimir Putin ha puesto a prueba el empeño europeo en el mercado. Como sucede con otros productos básicos intercambiables, el precio de la electricidad lo fija el abastecedor marginal, que en el caso europeo son los proveedores de gas. En épocas normales, este sistema funciona correctamente. Pero como el suministro de gas ruso se ha reducido drásticamente, sus precios se han incrementado de manera extrema, lo que ha llevado a los líderes europeos a intentar atenuar las consecuencias económicas y políticas.
En principio, la mejor respuesta sería dejar que el mercado hiciera su trabajo. Permitir que los precios altos frenen la demanda y fomenten una nueva oferta; aliviar el dolor con pagos de ayuda de emergencia a los consumidores más vulnerables.
En la práctica, la reacción ha sido más desordenada. A menudo, al carecer de la capacidad para identificar y llegar rápidamente a los consumidores más afectados, los gobiernos se han conformado con la segunda opción, nacionalizando las empresas de energía y enviando pagos de ayuda dispersos. Peor aún, impusieron controles de precios, que socavaron los esfuerzos por reducir el consumo y confiscaron efectivamente las ganancias de los productores de energía renovable. Incluso están considerando una división de mercado más radical, “desvinculando” las energías renovables del gas y limitando su precio de manera más permanente, una idea que amenaza con asestar un golpe a largo plazo a la inversión en energía más ecológica.
Sin duda, superar la crisis inmediata requerirá algunas políticas subóptimas, por pura conveniencia. Pero esto no significa que la reforma más amplia estuviera equivocada. Por el contrario, los líderes de Europa deberían ceñirse a ella. Deben restaurar un mercado unificado lo antes posible, para fomentar la competencia y preservar los incentivos de inversión deseables. Deberían perfeccionar los mecanismos de fijación de precios y eliminar los obstáculos restantes al comercio transfronterizo. También deben desarrollar mejores instrumentos de cobertura, para proteger a los consumidores de la volatilidad, y mejorar los sistemas de transferencias fiscales, para que puedan brindar ayuda bien dirigida rápidamente cuando llegue el próximo shock.
Europa ha creado un mercado donde no existía ninguno, para una mercancía extremadamente idiosincrásica. Este es un logro que hace que todos los europeos estén mejor. No dejes que un dictador ruso lo destruya.
Editores: Mark Whitehouse, Timothy Lavin.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.
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