El eslogan "In Crypto We Trust" (Confiamos en las criptomonedas) en la pared lateral de un neumático de un coche de lujo Mercedes-Benz Group AG antes del Foro Económico Mundial (FEM) en Davos, Suiza, el lunes 16 de enero de 2023.
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Bloomberg Opinión — ¿Debería el Estado entrar en el negocio de los pagos? Es una pregunta sencilla, pero eso es en esencia a lo que equivaldría una moneda digital del banco central. Una libra, un dólar, un euro o un renminbi (yuan) digitales no son fichas con la ilusoria ventaja inversora que implican apodos como “Britcoin”. Las CBDC son más parecidas a stablecoins sólidas que a divisas. Por desgracia, su potencial para erosionar la libre empresa es demasiado real. Controlar cómo, qué y cuándo se transfiere el dinero no es un lugar en el que los organismos gubernamentales deban competir, con enorme ventaja, contra el resto del sistema monetario.

Recientemente, el Banco de Inglaterra hizo pública una consulta de 80 páginas, seguida de un discurso sobre la libra digital pronunciado por el Vicegobernador Jon Cunliffe. La investigación ha costado ya decenas de millones de libras, que se multiplicarán, pero es innegable la lógica de mantenerse en sintonía con la evolución de la tecnología. En 2025 se tomará una decisión sobre si se procede en serio, para concluirla previsiblemente a finales de la década.

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Puede que el Banco de Inglaterra esté a la vanguardia, pero el Banco Central Europeo dará a conocer sus reflexiones en octubre, y la Reserva Federal tiene en marcha al menos dos proyectos. Los ensayos del Banco Popular de China ya están muy avanzados, aunque con un éxito limitado.

 Cómo se desarrollan los proyectos mundiales de moneda digital de los bancos centralesdfd

Un CBDC parece algo a lo que deberíamos dar la bienvenida en lugar de dejar que las grandes tecnológicas o las grandes finanzas dominen el campo de las criptomonedas, con el inocente beneficio de combatir la delincuencia y la evasión fiscal en el sector. Sólo las instituciones aprobadas por los bancos centrales podrán participar en los CBDC. Pero dar a los organismos gubernamentales acceso a los datos personales es problemático. El conflicto de los camioneros en Canadá demuestra lo rápido que los gobiernos pueden introducirse en las cuentas bancarias de la gente para contrarrestar comportamientos que no aprueban. La perspectiva de que los bancos centrales puedan imponer tasas de interés negativos y reducir activamente los ahorros de la gente es realmente aterradora.

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El cambio al dinero digital plantea otro problema. En la última década, las transacciones en efectivo en el Reino Unido han caído de más de la mitad a apenas el 15%. En teoría, un CBDC podría funcionar sin una cuenta bancaria, pero eso no tiene sentido si no hay comercios que acepten efectivo. Debe servir de lección que tanto San Francisco como Nueva York hayan decidido prohibir las tiendas sin efectivo, porque ahí es donde empieza la podredumbre insidiosa.

Alrededor del 4% de la población británica no tiene cuenta bancaria, y una proporción similar (probablemente superpuesta) carece de acceso a Internet. Alrededor del 16% no posee un teléfono inteligente, lo que básicamente significa que no quieren uno y nunca lo tendrán. Estos ciudadanos corren el riesgo de quedar completamente excluidos no sólo del sistema financiero, sino de la propia sociedad. Puede haber razones para facilitar las transacciones digitales entre las instituciones financieras y las empresas, pero crear carteras digitales minoristas en los bancos centrales equivaldría a que los organismos gubernamentales entraran directamente en el comercio electrónico.

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No será nada fácil crear una stablecoin digital que evite los innumerables problemas que han afectado a tantas criptomonedas, como señala Huw van Steenis, ex asesor del Banco de Inglaterra, en un artículo publicado en el Financial Times. Señala cinco obstáculos principales, junto con la salvedad de que nos inmiscuimos en la estructura de las finanzas por nuestra cuenta y riesgo. La creación de lo que él denomina un “CBDC Goldilocks” (con no demasiada circulación para socavar el sistema existente, pero no demasiado poca para ser irrelevante) presupone un nivel de habilidad administrativa que no se ha puesto mucho de manifiesto.

Los experimentos digitales de los bancos centrales hasta ahora han fracasado por falta de aceptación, pero el mayor riesgo es que de repente absorban toda la liquidez del sistema monetario en una crisis. Van Steenis recomienda ceñirse a los mercados mayoristas, opinión que comparto plenamente, y que cualquier sistema nuevo debe someterse a pruebas de batalla a gran escala. Parece poco caritativo sacar a colación la pérdida de 250 millones de dólares australianos (US$170 millones) del experimento fallido de siete años de la Bolsa de Australia con un sistema de liquidación blockchain, pero pone de relieve el reto. Explorar sistemas de pago más rápidos, más seguros y mejores puede lograrse a tiempo sin meter una llave de tuercas totalmente nueva controlada centralmente.

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Las monedas digitales sitúan a los bancos centrales en una pendiente resbaladiza hacia la violación injustificable de las libertades civiles y la invasión del mercado. Por una vez, tanto los grandes bancos comerciales como las empresas emergentes han unido sus intereses para resistirse a la extralimitación reguladora. La perturbación del sistema bancario es potencialmente enorme, si el dinero minorista inundara de repente un depósito del banco central, cuando seguramente llegue la próxima crisis invisible. En cualquier caso, hay que temer las consecuencias de ahogar la competencia en el sistema financiero, por no hablar de ahogar a los entrantes fintech.

El Comité de Asuntos Económicos de la Cámara de los Lores describió los CBDC como “una solución sin problema”. Permitir que los tentáculos de los bancos centrales se introduzcan en el sistema bancario general corre el riesgo de asfixiarlo. Sigan el ritmo de la tecnología por todos los medios, pero los bancos centrales deben regular, no participar.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.