El logotipo de UBS Group AG en la Torre de la Ópera Europea, que alberga las oficinas del banco, en el distrito financiero de Fráncfort, el martes 21 de marzo de 2023.
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Bloomberg Opinión — Ante la súbita pérdida de confianza de los depositantes en algunos bancos estadounidenses, muchos se centran en el alcance del contagio financiero y en las respuestas políticas necesarias. Lo que no debe pasarse por alto es el otro canal de contagio, más lento, en juego (el que implica a los facilitadores del crecimiento económico), que está menos en el punto de mira pero que también es importante para determinar la rapidez con que la mayor economía del mundo superará esta abrupta bolsa de aire.

El sector bancario se basa fundamentalmente en la confianza. Cualquier erosión de la confianza puede conducir, y de hecho conduce, a resultados que se consideraban muy improbables o incluso impensables pocos días antes.

Así ha ocurrido recientemente con la repentina quiebra de Silicon Valley Bank, la venta forzosa de Credit Suisse a UBS y la inestabilidad de First Republic Bank. Como reacción a las noticias, los depositantes estadounidenses han reasignado parte de sus fondos de los bancos más pequeños a los mayores bancos considerados demasiado grandes para quebrar, a fondos del mercado monetario e incluso a criptoactivos como bitcoin (XBT).

La magnitud de estos flujos de depósitos dista mucho de ser insignificante, un hecho que se hará aún más evidente cuando se publiquen los datos (rezagados) el viernes. De momento, las cifras de la Reserva Federal muestran que los bancos pequeños perdieron US$120.000 millones de sus depósitos en la semana finalizada el 15 de marzo, lo que supone un descenso del 2% respecto a la semana anterior, sobre una base desestacionalizada. Por el contrario, los depósitos de los grandes bancos aumentaron en US$67.000 millones.

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La pérdida de depósitos refleja la convergencia simultánea de cuatro factores: debilidades estructurales de larga data en los bancos más frágiles; lagunas en la supervisión de la Reserva Federal; un ciclo de subidas de tasas de interés que comenzó tarde y fue demasiado lento, forzando uno de los conjuntos de subidas de tipos más concentrados de la historia; y el simple cálculo de ventajas y desventajas que, en un contexto de confianza debilitada, favorece las transferencias de depósitos incluso cuando el riesgo se considera objetivamente bajo.

Algunos han considerado que el impacto en la intermediación financiera es insignificante porque gran parte de los depósitos han permanecido en el sistema bancario. Sin embargo, incluso si ese es el caso, no capta las contrapartidas en los balances de los bancos. En concreto, es probable que los bancos que reciben los depósitos tengan diferentes propensiones a prestar, influyendo así en la escala y distribución del préstamo global.

Esto podría convertirse en un gran problema para las comunidades locales, las regiones y los sectores que temen que su acceso a los préstamos se vea restringido porque sus socios bancarios tradicionales tendrán que reducir sus balances tras perder depósitos. También es un problema para los responsables de formulas las políticas.

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Trabajando juntos, la Reserva Federal, la Federal Deposit Insurance Corp. y el Tesoro pueden calmar los temores sistémicos a los depósitos utilizando liberalmente las ventanillas de refinanciación y señalando su voluntad de activar repetidamente la exención de riesgo sistémico para garantizar todos los depósitos, como hicieron en el SVB, es decir, el uso en casos excepcionales de la intervención de menor coste para contrarrestar los graves desbordamientos económicos y la inestabilidad financiera. Pero es poco probable que esto invierta inmediata y totalmente el flujo de depósitos que huyen, aumentando así el riesgo de una contracción del crédito que podría socavar la actividad económica general.

Por desgracia, no existen medidas políticas fáciles e inmediatas para contrarrestar este nuevo viento en contra del crecimiento económico, especialmente dada la naturaleza de las posibles contracciones del crédito y las realidades partidistas en Washington. Además, se suponía que la reducción del crédito no se produciría tan pronto, si es que se produce, para las pequeñas y medianas empresas que no se han endeudado en exceso dado el cambio en las condiciones de refinanciación (como es el caso, por ejemplo, de los segmentos altamente apalancados del sector inmobiliario comercial).

Este contagio económico, que se prolongará en el tiempo, amenaza con aumentar los retos a los que se enfrenta una economía que está lidiando con la inflación, un ciclo de alzas de tasas de interés mal gestionado, descensos del ahorro personal, brotes de inestabilidad financiera y una economía mundial en desaceleración. También complica los ajustes a más largo plazo necesarios para la transición a la energía verde, el recableado de las cadenas de suministro, el cambio de la globalización y la gestión de las trampas de la deuda.

Lo que está ocurriendo ahora es un recordatorio para las empresas financieras, los reguladores y los supervisores de que es poco probable que los efectos de los accidentes bancarios se limiten al sector bancario. También es un recordatorio a los mercados para que no permitan que la comprensible atención prestada al contagio financiero a velocidad supersónica desvíe toda la atención del contagio económico, que es más lento.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.