Bloomberg — El presidente tunecino cesó al gobierno y congeló las actividades del Parlamento, hundiendo a la frágil democracia del norte de África en su crisis política más grave desde que manifestantes iniciaron las revueltas de la Primavera Árabe hace una década.
El partido islamista moderado Ennahda, la fuerza dominante en el parlamento, acusó al mandatario, Kais Saied, de llevar a cabo un golpe de Estado. Los mercados se desplomaron ante una acción que podría repercutir en toda la región.
Lo que está en juego es enorme para Túnez, una extraña democracia árabe cuyo levantamiento social en 2011 derrocó a un presidente que se mantuvo en el poder durante muchos años y desencadenó un levantamiento sin precedentes en Medio Oriente. Desde entonces, la política en el país ha sido ásperamente disputada y las tensiones actuales apuntan a cambios más amplios a nivel regional que están en juego. Desde que llegó al poder en 2019, Saied forjó vínculos más fuertes con Egipto y Emiratos Árabes Unidos, estados con una política de tolerancia cero con los islamistas.
Saied tomó medidas el domingo por la noche (25 de julio) luego de que grandes multitudes, en su mayoría jóvenes, se manifestaran en la capital, Túnez, y otras ciudades exigiendo la caída del gobierno y criticando los problemas derivados de la pandemia de coronavirus. Las medidas, argumentó, tuvieron como objetivo “preservar la integridad del país, su seguridad e independencia, y garantizar el funcionamiento normal del estado”.
“No queremos derramamiento de sangre”, pero “a quienquiera que dispare una bala, las Fuerzas Armadas le responderán con muchas balas”, advirtió.
Unidades del Ejército tunecino bloquearon el parlamento y la sede de la televisión estatal y la estación de televisión transmitió canciones de elogio a los militares. Los enfrentamientos estallaron el lunes (26 de julio) entre los leales de Ennahda y Saied cerca del edificio legislativo. La red al-Jazeera (cercana a los postulados de Enhahda) dijo que las autoridades allanaron las oficinas de la cadena en Túnez.
Saied, quien invocó una cláusula especial de la constitución que le otorga una autoridad más amplia, anunció que nombraría un reemplazo para el primer ministro Hichem Mechichi, pero no dijo cuándo. También retiró la inmunidad parlamentaria.
En un video publicado en la página oficial del partido, Rashid Ghannouchi, líder de Ennahda y presidente del parlamento, dijo que el país estaba “enfrentando un intento de golpe de Estado en nombre de la constitución”. Hizo un llamado a la “juventud de la revolución” y a las fuerzas de seguridad para preservar las instituciones e instó a sus partidarios a tomar las calles.
Sin embargo, existen pocos recursos legales para los críticos de las medidas tomadas por Saied, pues el país aún no ha designado un prometido tribunal constitucional.
La actitud de Saied también tiene implicaciones para los países vecinos, pues el destino de los islamistas en Túnez podría tener eco en otras partes de la región, incluida Libia, que celebrará elecciones a finales de este año.
El comandante militar del este de Libia, Khalifa Haftar, felicitó a Saied por las medidas que tomó contra los islamistas, informó Al-Hadath TV. Turquía y Qatar, que han respaldado a gobiernos islamistas, pidieron a todas las partes en Túnez que actúen con moderación.
La agitación hizo que los bonos denominados en dólares de Túnez con vencimiento en 2025 cayeran por debajo de los 85 centavos por dólar, lo que hizo que el rendimiento fuera del 11,4%, el más alto desde abril de 2020. El índice bursátil de referencia tunecino cayó hasta un 1%, la mayor baja intradía desde el 5 de mayo.
La jugada de poder de Saied llega en un momento crítico en el que Túnez mantiene su tasa de interés mientras intenta asegurarse un nuevo respaldo del FMI en julio.
La economía de Túnez se contrajo un 3% en el primer trimestre de 2021 y un récord de 8,6% en 2020, según el banco central. A principios de este mes, Fitch rebajó su calificación soberana de B a B-, citando mayores riesgos fiscales y de liquidez externa a falta de un nuevo programa del FMI.
El poderoso sindicato UGTT de Túnez, que habitualmente ha sido visto como un obstáculo para realizar planes económicos más amplios, apoyó al presidente y dijo que buscaba prevenir un “peligro inminente” y restaurar la normalidad.
La elección de Saied en 2019, un veterano profesor sin experiencia política fue vista como un repudio del status quo y se presentó como una oportunidad para una nueva estabilidad. Pero el presidente se ha visto envuelto en disputas políticas con Mechichi, mientras el país lidia con crisis que han paralizado la toma de decisiones.
Sin embargo, para muchos tunecinos, son los funcionarios del establishment los culpables de los males que aquejan al país. Si bien Ennahda se ha cuidado de adoptar una postura moderada, distanciándose de los islamistas de línea más dura, ha desempeñado un papel en al menos diez gobiernos sucesivos desde 2011, lo que ha convertido al partido en un blanco del descontento de los tunecinos.
“Este sistema de gobierno, especialmente Ennahda, contribuyó a nuestra hambruna y empobrecimiento e incluso no ayudó a proporcionar vacunas para combatir al coronavirus”, dijo Kholoud al-Sayeh, un activista de 25 años. “El juego se acabó para todos ellos. Tienen que irse”.
Con asistecia de Zaid Sabah, Maciej Onoszko, Farah Elbahrawy and Souhail Karam.













