Opinión - Bloomberg

La relación de las grandes petroleras con el cambio climático nunca más será la misma

Una instalación petrolífera en Canadá.
Por Liam Denning
09 de agosto, 2021 | 12:06 PM
Tiempo de lectura: 4 minutos

Bloomberg — Podría parecer que la caída del precio del petróleo luego de la última evaluación de las Naciones Unidas sobre el cambio climático representa una súbita comprensión de los costos ocultos de los combustibles fósiles. Pero el petróleo nunca cae porque estemos haciendo mucho uso de el. La caída del lunes por la mañana está ligada a ese otro desastre natural, la pandemia, y a lo que la variante delta podría hacer a la demanda.

Las rentas variables del petróleo, por otro lado, presentan más matices.

Los usuarios de las redes sociales entre ustedes sabrán que, en 2021, no faltarán personas que hayan hecho su propia investigación. Sin embargo, lo verdaderamente sobresaliente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es que realmente ha realizado una investigación y, más importante, lo hizo dentro de su propio ámbito de competencia. Y el mensaje del panel es inequívoco, que es presumiblemente la razón por la que utiliza esa misma palabra:

Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra. Se han producido cambios rápidos y generalizados en la atmósfera, el océano, la criosfera y la biosfera... La influencia humana ha calentado el clima a un ritmo que no tiene precedentes en los últimos 2000 años.

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Hay más, mucho más; el informe completo, sólo el primero de tres, tiene casi 4.000 páginas. El mensaje del IPCC no ha cambiado, sólo se ha vuelto más seguro de sus conclusiones: El cambio climático es real, en su mayor parte ha sido provocado por el hombre, y ya se está produciendo, pero puede abordarse mediante la reducción de emisiones.

Este último punto es, obviamente, el más delicado, dada nuestra actual dependencia de los combustibles fósiles. Exige una transformación radical en cómo obtenemos nuestra energía y la utilizamos. “Radical” puede considerarse un término radical, pero no hay otra palabra para ello. Igualmente, no cambiar el rumbo, o cambiarlo demasiado lentamente y simplemente aceptar los efectos del cambio climático es también un radicalismo de una variedad diferente. Esa postura se disfraza a veces de realismo terco (la gente no va a cambiar, es demasiado complejo para lidiar con ello, etc.) pero en realidad solo está diciendo que la humanidad pisará despreocupadamente el acelerador mientras se vislumbra el borde del precipicio. Eso es muy posible, por supuesto. Por otro lado, frente a una pandemia mundial, logramos diseñar una vacuna en un plazo increíblemente corto, así que no deberíamos considerarnos perdidos todavía.

Así es como las grandes petroleras deberían interpretar el último tomo del IPCC. Mucho ha cambiado desde que se publicó la última evaluación en 2013, incluida la relación entre el sector y sus inversores. La reciente derrota de Exxon Mobil Corp. a manos de un pequeño fondo activista simboliza una ruptura más amplia de la confianza en la capacidad de la industria para invertir sabiamente en su propio futuro. Es notable que, después de recibir una inyección en el brazo el pasado mes de noviembre gracias a los primeros avances en materia de vacunas, el sector energético ha obtenido cada vez menos apoyo del aumento de los precios del petróleo.

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Esa desconexión, que los buenos resultados del segundo trimestre no parecen haber solucionado, tiene su raíz en una pérdida de credibilidad en cosas como los incentivos presupuestarios y ejecutivos. El cambio climático agrava esta situación.

Poner en duda el consenso científico sobre el cambio climático ha sido un esfuerzo extraordinariamente exitoso en las últimas décadas. Sin embargo, su éxito continuado depende de que se mantenga la duda frente a la creciente certeza, no sólo por parte del cónclave de científicos del IPCC, sino también por parte de la Agencia Internacional de la Energía, un número creciente de administradores de dinero y gobiernos.

Además, los retrasos han comprimido el cronograma para tomar medidas: El informe del IPCC estima que un “presupuesto” global de carbono de 500 gigatoneladas tiene un 50% de posibilidades de limitar el aumento de la temperatura promedio a 1,5 grados centígrados, lo que implica aproximadamente una década con los niveles actuales de emisiones. De ahí que las propuestas políticas hayan pasado de ser graduales, basadas en el mercado, a objetivos prescriptivos, prohibiciones proscriptivas y, en el caso de la administración del Presidente Joe Biden, una política industrial respaldada por estímulos.

Entonces, al igual que el IPCC advierte de los puntos de inflexión en lo referente al cambio climático, el sector petrolero se enfrenta a posibles puntos de inflexión en varios frentes, sobre todo el político y el tecnológico.

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Un plan para adaptarse a esto es ahora la condición sine qua non (condición sin la cual no) para ser una empresa energética seria con una perspectiva que se extienda más alla de los próximos 12 meses. También es una nueva capa de complejidad que se suma a las habituales, como los ciclos del precio del petróleo. Por ejemplo, las inversiones a gran escala en nuevas tecnologías, ya sean parques eólicos o proyectos piloto de captura de carbono, inevitablemente provocarán un periodo en el que habrá un desfasaje entre el negocio principal en términos de ganancias (que sigue estando basado en los hidrocarburos) y una proporción creciente de gasto en los negocios del futuro.

Haga su investigación si quiere. Pero este dilema no va a desaparecer; se está intensificando. Aceptarlo es el primer paso para abordar la manera en que este sector alguna vez recuperará su atractivo, si es que alguna vez lo hará.