Opinión - Bloomberg

El síndrome de La Habana muestra el poder de la sugestión

Bloomberg Opinión.
Por Faye Flam
04 de noviembre, 2021 | 09:55 AM
Tiempo de lectura: 7 minutos

Bloomberg Opinión — Comenzó en noviembre de 2016, cuando un joven agente encubierto de Estados Unidos en La Habana escuchó un ruido penetrante, y luego se dio cuenta de que sus oídos no dejaban de pitar y que había perdido parte de su audición. Se lo contó a sus colegas, que también recordaban haber oído ruidos extraños. Pronto, más de una docena de diplomáticos y agentes de inteligencia estadounidenses informaron de síntomas angustiosos: dificultad para concentrarse, dolores de cabeza, insomnio, mareos. Algunos oyeron ruidos extraños, otros no.

Durante meses, la CIA y muchos medios de comunicación pensaron que el culpable era algún tipo de arma exótica de microondas, posiblemente manejada por agentes rusos. Pero ahora, en medio de los alarmantes informes de enfermedades similares que afectan al menos a 200 personas en puestos del servicio exterior desde China hasta Londres y Colombia, los científicos están empezando a considerar algo más mundano: una enfermedad psicosomática.

Ésa es la explicación que argumenta un prestigioso grupo de expertos llamado Jason, solicitado por el Departamento de Estado e informado al público en septiembre. El hallazgo no significa que la psicología explique todos los casos, ni que nadie deba descartar el problema, que afecta a estadounidenses y a algunos canadienses que trabajan en los servicios de inteligencia o en la diplomacia, incluidos dos ayudantes que viajaban a la India con el director de la CIA, William Burns.

Las enfermedades psicosomáticas son ampliamente malinterpretadas. Sus orígenes son psicológicos, pero sus síntomas son físicos. No es imaginaria y las víctimas no son farsantes.

PUBLICIDAD

“En la práctica de la neurología, vemos a personas en comas profundos, con parálisis profundas, síntomas muy graves que a menudo son una manifestación de síntomas psicosomáticos”, afirma Suzanne O’Sullivan, neuróloga del Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía de Irlanda.

Ella considera que la enfermedad psicógena es un problema de la forma en que interactúan la mente y el cuerpo, y le preocupa que la gente lo utilice para minimizar el sufrimiento de las víctimas del síndrome de La Habana.

“Si las personas fueran capaces de entender que lo que les ocurre es incapacitante y aterrador y real y está fuera de su control, entonces sería mucho más fácil para ellas y para los médicos que las atienden aceptar que esto podría tener una causa psicosomática”, dijo.

PUBLICIDAD

La psicología por sí sola podría no explicar todos los casos, especialmente los primeros, antes de que el poder de la sugestión pudiera convertirse en un factor. Y en ellos no hay nada descabellado en la idea de que los sonidos fuertes puedan causar angustia o, en un caso, pérdida de audición y tinnitus. Estas cosas pueden ocurrir por accidente, así que hay un gran trecho hasta atribuirlas a un nuevo tipo de arma.

Un informe detallado de ProPublica dice que la Oficina Federal de Investigación acabó descartando la hipótesis del arma sónica. No se conoce ningún dispositivo que pueda dirigir el sonido con tanta precisión como para dañar el oído de una persona y no registrarlo en otras.

A medida que el número de víctimas aumentaba hasta más de 20, los síntomas se diversificaban, al igual que la descripción de los sonidos. A lo largo de los meses siguientes, los que informaron de los síntomas o de los sonidos extraños fueron enviados a la Universidad de Pensilvania, donde los neurólogos examinaron su equilibrio, función cognitiva, audición y visión, y realizaron escáneres de resonancia magnética de sus cerebros. Los resultados, publicados en el Journal of the American Medical Association, no fueron concluyentes.

Más tarde, los investigadores de la universidad utilizarían una técnica de resonancia magnética más fina para descubrir una sutil diferencia entre las víctimas y un grupo de control, aunque otros neurólogos señalaron que era probable que se tratara de una casualidad estadística debida a la variación natural entre los cerebros de las personas.

PUBLICIDAD

En 2018, otra teoría ganó adeptos: que alguien, posiblemente agentes rusos, estaba emitiendo microondas a las cabezas de los agentes estadounidenses. La teoría de las microondas cobró importancia después de que un panel reunido por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NAS) la considerara la explicación más plausible.

Según el informe, las microondas pueden hacer que la gente escuche un sonido a través de algo llamado efecto Frey. Pero el panel de la NAS tenía mucho de médico y poco de físico. En 2018, hablé con Ken Foster, un bioingeniero de la universidad de Pensilvania que en la década de 1970 descubrió cómo funcionaba el efecto Frey. Para crear algo más que un débil clic, dijo, habría que usar suficientes microondas para cocinar los cerebros de las personas. Nunca ha estado claro cómo la teoría llegó a ponerse sobre la mesa, dijo, y cuando se le contactó para esta columna, dijo que no ha cambiado de opinión.

El panel Jason, fundado en 1960 para asesorar al gobierno y a otros sobre asuntos como la detección de pruebas nucleares o la seguridad de los arsenales nucleares, escuchó para su informe de septiembre las grabaciones que hicieron algunos de los pacientes de La Habana, que no escuchaban un solo ruido fuerte sino algo más persistente. Determinó que procedía de grillos o cigarras, y que la causa más probable del síndrome de La Habana era una enfermedad psicógena masiva. En la prensa popular se suele hablar de histeria colectiva, pero eso conlleva un estigma que no es justo ni exacto.

PUBLICIDAD

O’Sullivan, el neurólogo irlandés, dijo que no significa que estas personas estén locas o que hayan imaginado sus síntomas. Consideren el efecto placebo, dijo. Experimentarlo es normal y común. La enfermedad psicógena está relacionada con una contrapartida perjudicial llamada efecto nocebo.

“Si se le da algo a alguien o se le hace algo y se le dice que esto tiene el potencial de ser dañino, entonces un porcentaje de personas puede sufrir síntomas físicos”, me dijo. Los síntomas pueden ser nuevos o pueden ser síntomas ya existentes a los que la persona no había prestado tanta atención anteriormente. En algunas circunstancias, pueden ser incapacitantes.

En el caso del síndrome de La Habana, dijo, el efecto nocebo pudo ser reforzado por los médicos, ya que muchos estaban convencidos de que había habido un ataque. Como se describe en The New Yorker, una agente del servicio exterior que se hacía llamar Audrey Lee se sometió a un examen sin estar inicialmente convencida de que tenía “la Cosa”, que es como se etiquetó al principio el síndrome de La Habana. Los médicos respondieron: “Oh, definitivamente es la Cosa”. Quedó convencida de que padecía el síndrome.

O’Sullivan dijo que miró todas las resonancias magnéticas y no encontró pruebas de anomalías físicas. Lo que no significa que el problema no sea real. “Los síntomas surgen porque nuestros cerebros son defectuosos a la hora de tratar la información y cometen errores”, dijo.

PUBLICIDAD

Y a menudo, cuando hay una enfermedad psicógena masiva, el primer caso sí tiene un origen más físico. Y aquí es donde un incidente relacionado con el sonido puede ser digno de consideración. La primera persona que registró síntomas -no sólo ruidos- fue descrita en ProPublica como un hombre de aspecto atlético de unos 30 años que trabajaba de forma encubierta para la CIA. Era el final del otoño y el tiempo era agradable, por lo que era habitual que la gente dejara las ventanas abiertas.

El hombre informó de algo fuerte y penetrante -no persistente- alrededor de su casa. ¿Lo oyó alguien más? No está muy claro, y mucho después del hecho, las personas no afectadas podrían no recordarlo.

Yo llego a esta historia con un sesgo, la familiaridad personal con las lesiones sónicas. No es nada remotamente extraño. Tengo una pérdida auditiva moderada relacionada con la edad, que probablemente sea genética. En febrero de 2020, en un viaje por carretera, me detuve en una parada de descanso en Connecticut, donde alguien estaba probando una alarma de incendios. Se disparó justo cerca de mi cabeza. Mis oídos sonaron después de eso, con fuerza. La alarma interior no ha cesado y probablemente nunca lo hará.

PUBLICIDAD

El zumbido proviene de un mal funcionamiento del cerebro; el tinnitus crónico es un trastorno cerebral desencadenado por un daño en el oído. Al principio, me sentía fatal. Poco a poco me acostumbré al zumbido lo suficiente como para dormir. Sé por experiencia e investigación que no hace falta un arma sónica de lujo para dañar el cerebro. Algunas personas son más vulnerables que otras, por lo que un sonido que provoca pérdida de audición permanente y tinnitus en una persona puede dejar indemne a otras.

Así que tiene sentido tomarse en serio la idea de una enfermedad psicógena masiva como causa del síndrome de La Habana, y también tomarse en serio la enfermedad y su investigación. Hay mucho que se puede aprender, sea cual sea la causa: si es psicógena, podría ayudar a revelar más sobre la forma en que la mente y el cuerpo están conectados.

Y si el sonido está implicado en algún caso, aunque sólo sea uno, podría generar conciencia sobre los peligros de los ruidos extremadamente fuertes. Un arma sónica sería tan cruel como un arma cegadora. Y los ruidos fuertes que podrían considerarse una broma o una molestia podrían surgir como causa de un daño irreparable.