Un enfoque mejor sería garantizar que los bancos dispongan de amplios recursos para compensar los riesgos que presenten.
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Bloomberg — Los supervisores del sistema financiero estadounidense han empezado a preocuparse por el tamaño de los bancos. Algunos quieren impedir que los medianos se hagan más grandes mediante fusiones. Otros reflexionan sobre la disolución de los más grandes.

Tienen razón en preocuparse, pero su atención está fuera de lugar. En lugar de preocuparse por el tamaño, deberían insistir en la solidez.

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Los llamados bancos de importancia sistémica plantean retos. Aunque su escala tiene algunas ventajas, son tan complejos y están tan entrelazados con la economía en general -con cientos o incluso miles de filiales repartidas por todo el mundo- que su quiebra es difícil de contemplar. En EE.UU., los activos de los cinco principales bancos oscilan entre 1,4 y 3,7 billones de dólares, lo que eclipsa la mayor quiebra jamás gestionada por la Federal Deposit Insurance Corp (Washington Mutual Inc., con 307.000 millones de dólares). Estas entidades suelen tener dificultades para controlar sus propias operaciones -como demuestran los apuros de Wells Fargo & Co.- y las herramientas para desmantelarlas con seguridad siguen sin probarse.

Frustrados por la difícil tarea de supervisar a estos colosos, los reguladores están considerando medidas radicales. La FDIC, por ejemplo, ha solicitado comentarios sobre nuevas normas que podrían prácticamente prohibir las fusiones de bancos con más de 100.000 millones de dólares en activos, alegando que supondrían un riesgo sistémico excesivo. El interventor en funciones de la moneda ha planteado la posibilidad de que algunos bancos sean demasiado grandes para gestionarlos y, por tanto, tengan que reducirse o escindir actividades.

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Estas posturas públicas podrían ser útiles para llamar la atención de los ejecutivos. Como política, sin embargo, es probable que hagan más mal que bien.

Pensemos en la prohibición de las fusiones. El Congreso ya ha puesto límites a las adquisiciones de los mayores bancos, limitando la cuota de depósitos totales del sector que puede controlar cualquier entidad fusionada. Como resultado, un umbral de 100.000 millones de dólares protegería principalmente a los bancos tradicionales de la competencia, impidiendo a los bancos medianos combinarse para ganar escala. También es una cifra arbitraria: Nadie sabe con exactitud qué tamaño es demasiado grande ni cuál podría ser el nivel óptimo de concentración del sector. En 2021, los cinco principales bancos estadounidenses controlaban casi el 50% de los activos del sector. Esta cifra es superior al 28% de 2000, pero sigue siendo inferior a la de cualquier otro país del Grupo de los Siete.

Los cinco mayores bancos de EE.UU. controlan casi la mitad de los activos del sector.dfd
Los grandes bancos son menos dominantes en Estados Unidos que en otras naciones avanzadas.dfd

La disolución de los bancos también es problemática. No necesariamente hará que el sistema sea más seguro: Como demostró la debacle de las cajas de ahorros en los años 80, un grupo de bancos pequeños, frágiles y mal gestionados puede ser tan peligroso como uno grande. Es difícil ver cómo el desmantelamiento de Wells Fargo, por ejemplo, motivaría a los ejecutivos a abordar los defectos que hasta ahora se les han escapado. Una ruptura podría precipitar fácilmente la quiebra de un gran banco, un resultado que los funcionarios presumiblemente preferirían evitar.

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Un enfoque mejor sería garantizar que los bancos dispongan de amplios recursos para compensar los riesgos que presenten. Los más grandes, por ejemplo, siguen careciendo del capital de absorción de pérdidas necesario para capear crisis graves. Si el tamaño y el riesgo sistémico se tradujeran en requisitos de capital proporcionalmente grandes, tendrían muchas menos probabilidades de quebrar, dispondrían de recursos para seguir prestando incluso en tiempos difíciles e incluso podrían tratar de evitar ser excesivamente grandes o peligrosos. A los bancos con deficiencias operativas persistentes también se les podría exigir que retuvieran capital adicional, impidiéndoles hacer pagos a los accionistas hasta que pusieran orden (y presionando para que lo hicieran).

Los reguladores han hecho mucho desde la crisis financiera de 2008 para garantizar que los grandes bancos puedan ser una fuente de fortaleza, en lugar de un nexo de contagio. Pero no han hecho lo suficiente. En lugar de recurrir a medidas radicales y arriesgadas, deberían empezar por lo que se sabe que funciona.

- Editores: Mark Whitehouse, Timothy Lavin.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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