Fotógrafo: Olivier Douliery/AFP/Getty Images
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Bloomberg Opinión — Durante más de una década, la ketamina ha acaparado titulares como tratamiento milagroso para las personas con depresión grave. Pero incluso con pruebas razonablemente sólidas de que el fármaco puede ofrecer un alivio rápido y a corto plazo de la depresión, los investigadores aún no están del todo seguros de cómo funciona, o incluso de qué parte de sus beneficios se deben a su capacidad para reconfigurar las conexiones cerebrales frente a la experiencia de alterar la mente que supone tomarla.

La necesidad de desentrañar los factores que más contribuyen a la eficacia de la ketamina es cada vez más acuciante. Las clínicas de ketamina han proliferado en EE.UU., y algunas prometen en exceso lo que la droga puede ofrecer. E incluso a los médicos que han visto a muchos pacientes ayudados por la ketamina les preocupa que el bombo publicitario pueda conducir a un uso ilegal. La semana pasada, los investigadores informaron que las incautaciones de ketamina ilícita han aumentado constantemente desde 2017.

Un problema perpetuo con las pruebas de drogas psicoactivas es que las personas saben cuándo las están recibiendo. La experiencia de disociación o alucinación simplemente no puede ser replicada por un placebo, lo que hace más difícil confiar plenamente en un resultado positivo: ¿Un participante se sintió mejor después del tratamiento porque el fármaco funcionó o porque esperaba que lo hiciera?

Incluso si se toma al pie de la letra la capacidad de una droga psicodélica para mejorar el estado de ánimo, a los investigadores les queda una pregunta más fundamental: ¿Cómo funciona? ¿Basta con que una droga modifique las vías neuronales para permitir un funcionamiento más saludable? ¿O la gente también necesita la intensa experiencia del viaje para sentirse mejor? ¿Qué parte del beneficio proviene de la psicoterapia que suele acompañar al viaje?

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Doctores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford han ideado recientemente una forma inteligente de obtener respuestas, y en el proceso han desvelado una serie de nuevas preguntas. Su pequeño estudio de la ketamina en personas con depresión debería recordar al sector (y a los medios de comunicación) que los psicodélicos, que cada vez se venden más como una cura para muchos males, aún merecen mucho más estudio.

El truco del equipo de Stanford consistió en eliminar el viaje de la ecuación. Varios de los investigadores son anestesistas que administran ketamina de forma rutinaria como parte de un cóctel de fármacos para sedar a las personas durante las intervenciones quirúrgicas con la esperanza de que minimice el dolor postoperatorio. Se dieron cuenta de que podían asignar al azar a pacientes con depresión que se sometieran a una intervención quirúrgica a recibir ketamina o un placebo y luego hacer un seguimiento para evaluar cómo se sentían.

Intentar aislar los efectos disociativos no es una idea nueva. Por ejemplo, en estudios anteriores se habían utilizado otros fármacos para intentar bloquear el viaje, o se había administrado al brazo placebo un segundo fármaco que imitaba algunos de esos efectos, con resultados dispares. El enfoque de Stanford, sin embargo, parecía funcionar mejor. Menos del 40% de todos los participantes en el ensayo adivinaron correctamente si habían recibido el fármaco.

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Lo que ocurrió sorprendió al equipo de Stanford. Las personas del brazo de la ketamina experimentaron una mejora sustancial de su depresión. Eso sugiere que quizá el viaje en sí no sea esencial para el beneficio de las drogas psicoactivas.

Pero quizá no. Resulta que las personas que recibieron el placebo también experimentaron el mismo nivel de reducción sustancial y sostenida de sus síntomas depresivos. Claramente, algo más estaba ocurriendo en este estudio.

El hecho de que la ketamina no obtuviera mejores resultados que el placebo no debe considerarse una acusación de su capacidad para aliviar la depresión grave. La aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos en 2019 de una forma específica de ketamina administrada como un aerosol nasal se consideró un gran avance para el tratamiento de la depresión, y muchos médicos usan el medicamento para ayudar a los pacientes con gran efecto. De hecho, un estudio publicado la semana pasada en el New England Journal of Medicine descubrió que el fármaco funciona tan bien como la terapia de electroshock para aliviar la depresión en personas que no se beneficiaron de muchos otros tipos de terapias.

Más bien, el hecho de que tanto el brazo de la ketamina como el del placebo obtuvieran tan buenos resultados en el estudio de Stanford sugiere que otros factores -no el viaje, y quizá ni siquiera el fármaco- son responsables de algunos de los beneficios en algunos estudios. Por ejemplo, los pacientes suelen recibir terapia intensiva junto con el fármaco en un entorno controlado, componentes de la experiencia global que también podrían ser importantes para sus beneficios. Como mínimo, los investigadores necesitan llegar al fondo de una cuestión clave: Cuando se trata de psicodélicos, ¿qué hay en el diseño de los ensayos que hace que la gente se sienta mejor?

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“Si queremos que la ciencia clínica sea importante, tiene que ser interpretable”, afirma Boris Heifets, anestesista y neurocientífico de Stanford que colaboró en la realización del ensayo. Esto es de vital importancia en un panorama legal y médico tan cambiante como el de estos fármacos.

Un avance es la llegada de los primeros estudios clínicos de fármacos que intentan inducir el mismo tipo de efectos cognitivos sin los alucinógenos o disociativos. Eso podría ayudar a desentrañar algunas de esas cuestiones básicas sobre qué hace que estas drogas funcionen.

Otro enfoque, sugiere Heifets, sería hacer lo contrario: Realizar ensayos en los que se utilicen fármacos para bloquear los efectos antidepresivos de los psicodélicos, manteniendo el viaje para comprender cómo afecta la experiencia por sí sola al bienestar de alguien.

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Estudios como estos, y el creativo ensayo de Stanford, deberían ayudar a cortar el ruido sobre la ketamina. Ahora mismo, un defensor de los psicodélicos puede dar bombo a un resultado positivo ignorando los defectos de un estudio, mientras que un escéptico siempre podrá socavar el éxito de una droga señalándolos. Pero ninguno de los dos enfoques ayuda a alguien con depresión a saber si la ketamina, o cualquier otro psicodélico, es adecuado para él.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg lp y sus propietarios.