Muertes y costos asociados a catástrofes climáticas podrían estar muy subestimados

Los científicos tienen problemas para consolidar una visión cohesiva sobre la manera en que el cambio climático está afectando a las personas alrededor del mundo

Un agricultor se echa agua mientras trabaja en una granja de trigo en el distrito de Ludhiana de Punjab, India, el domingo 1 de mayo de 2022.
Por Eric Roston
03 de julio, 2022 | 07:48 AM

Bloomberg — El ritmo del cambio climático está superando al de los esfuerzos científicos para calcular sus costos, sobre todo en los países de ingresos bajos y medios que sufren algunos de los peores efectos.

Un nuevo estudio sobre las catástrofes meteorológicas y el papel que desempeña el cambio climático en ellas señala una desigualdad grotesca en la cantidad de información disponible entre unos países y otros, y recomienda invertir en conocimientos locales para colmar esa laguna.

Como consecuencia de niveles de información a veces escasos, los científicos tienen problemas para consolidar una visión cohesiva sobre la manera en que el cambio climático está afectando a las personas en todo el mundo, según una investigación publicada en la nueva revista Environmental Research: Climate.

Las diferencias en la recopilación de datos son especialmente llamativas en lo que respecta a las olas de calor, todas agravadas en mayor o menor medida por el cambio climático, tanto en sus promedios como en sus extremos. Pero eso no se puede documentar en todas partes. Las definiciones variables o inexistentes de ola de calor en algunos países, y la desigual recogida de datos nacionales hacen que la gran mayoría de las olas de calor y las muertes relacionadas con ellas sigan sin contabilizarse.

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Una base de datos de desastres muestra que de las 157.000 muertes documentadas relacionadas con el calor entre 2000 y 2020, sólo el 6,3% de ellas se produjeron en países (muchos de ellos tropicales) que albergan al 85% de la humanidad y al 60% de la superficie terrestre. Esto es el resultado de una mala medición, no de la ausencia de olas de calor.

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“En total hay 11 olas de calor (documentadas) en el continente africano”, afirma Friederike Otto, profesora de ciencias climáticas del Imperial College de Londres y directora del grupo World Weather Attribution, que es coautora del nuevo artículo. Sólo tres de estas olas de calor se registraron fuera del Magreb, en el noroeste de África: una en Senegal, otra en Sudán y otra en Sudáfrica. “Eso es ridículo”, dijo Otto.

Sólo dos olas de calor europeas, en 2003 y 2010, fueron responsables de 125.000 de todas las muertes por calor registradas. Pero los autores sugieren que no pueden explicar un porcentaje tan grande de las muertes mundiales. La temperatura del bulbo húmedo, una combinación de calor y humedad, es una medida científica importante para medir el estrés térmico. Es un nivel que se supera habitualmente en el sur de Asia. Las limitadas pruebas de las olas de calor que se han estudiado dejaron a los autores “seguros de que las muertes reportadas por olas de calor y calor extremo, y las relacionadas con el cambio climático, han sido ampliamente subestimadas”.

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Pero el calentamiento no siempre es un factor en los fenómenos meteorológicos peligrosos, como señalan los autores. África oriental sufre sequías periódicas que los científicos, a pesar de los muchos estudios realizados, no han podido relacionar de forma significativa con el cambio climático. La magnitud de las recurrentes sequías que tienen lugar actualmente en esa zona hace que sea especialmente importante que los científicos enmarquen sus estudios correctamente. Hacer un estudio de atribución directo en África Oriental para ver si hay un impacto climático “es relativamente poco importante”, escriben, “y los titulares sobre que el cambio climático impulsa la sequía en la región son activamente poco útiles”.

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El objetivo general del estudio es determinar qué lecciones globales pueden extraerse del campo de la atribución climática a medida que entra en su siguiente fase de desarrollo. El nuevo estudio analiza cinco tipos de fenómenos meteorológicos (calor, precipitaciones extremas, sequías, incendios forestales y ciclones tropicales) y sugiere tres formas de hacer más útil la investigación al respecto.

Los autores piden que se realice un seguimiento sistemático de los fenómenos extremos a nivel mundial, especialmente en los países en los que no hay observaciones históricas y el calor elevado ya es habitual. También quieren aumentar la experiencia en la propia investigación de atribución. La estandarización del trabajo ayudará, en última instancia, a perfeccionar la imagen global de cómo se ven afectadas las personas. Por último, quieren incorporar su análisis de los peligros meteorológicos a un estudio más completo del riesgo climático que, además de las condiciones meteorológicas, tenga en cuenta la vulnerabilidad de las personas, las infraestructuras y los principales sectores económicos.

Una imagen más completa debería ayudar a las personas y a los responsables de formular políticas a ponerse al día con el ritmo del cambio. Los fenómenos relacionados con el clima han causado ya casi US$2,2 billones en daños en las dos primeras décadas del siglo, según estimaciones conservadoras.

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“Conocer los ritmos relativos de cambio, es decir, la velocidad a la que se espera que cambien las cosas en las próximas décadas, es muy importante a la hora de sopesar la velocidad relativa a la que debemos adaptarnos”, afirma Luke Harrington, investigador principal del Instituto de Investigación sobre el Cambio Climático de Nueva Zelanda y coautor del documento.

Aunque algunos abogados recurren cada vez más a la ciencia de la atribución climática en sus procesos judiciales contra los contaminadores, muchas industrias no parecen comprometerse con datos concretos documentados sobre cómo la contaminación por gases de efecto invernadero está empeorando los peligros. El documento señala el posible uso de la investigación sobre atribución en los llamados debates sobre “pérdidas y daños”, relativos a quién debe pagar por los daños infligidos o agravados por el cambio climático.

El estudio, escriben, “es una base para poner precio a los diversos impactos del cambio climático, con implicaciones para las consideraciones de mitigación (prevención) y adaptación en todos los niveles de toma de decisiones”.

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Este artículo fue traducido por Andrea González