Opinión - Bloomberg

Por qué debemos aprender a querer los cultivos modificados genéticamente

Trigo australiano
Por Amanda Little
13 de julio, 2022 | 09:57 AM
Tiempo de lectura: 7 minutos

Bloomberg Opinión — Hay una nueva variedad de trigo capaz de resistir la sequía que ayudará a aclarar el panorama relacionado a los GMO (por sus siglas en inglés organismos modificados genéticamente), una tecnología de cultivo de plantas que durante mucho tiempo se ha considerado incompatible con la agricultura sostenible, pero que puede ser fundamental para su futuro.

La FDA (por sus siglas en inlgés, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU.), acaba de determinar que el “HB4″, creado por la empresa argentina Bioceres (BIOX), es un producto seguro para el ser humano, lo que acerca a esta nueva variedad al ámbito comercial en los Estados Unidos. Ha sido aprobado para su producción en Argentina y Australia, aunque todavía necesita el visto bueno del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA, por sus siglas en inglés). Probablemente lo obtenga, una vez que se revise el impacto medioambiental de este cultivo.

Esto supondría un gran avance en la agricultura por dos razones fundamentales: en primer lugar, mientras que la mayoría de los cultivos modificados genéticamente que se cultivan en la actualidad en EE.UU. se destinan a la alimentación del ganado o a derivados como el jarabe de maíz, el HB4 sería consumido directamente por seres humanos.

En segundo lugar, supondría el primer cultivo alimentario importante diseñado para tolerar la sequía. Resulta difícil subestimar la importancia de un cultivo capaz de soportar mejor el tipo de sequía y calor récord que está devastando las explotaciones agrícolas desde el oeste americano hasta Italia y Somalia. Sólo hay que preguntar en India, que hace poco prohibió la mayor parte de las exportaciones de trigo para preservar un suministro adecuado para su propia población, empeorando de esa manera una escasez mundial que ya se ha hecho crítica por la invasión rusa a Ucrania.

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No obstante, numerosos consumidores e inversores, en particular los que no forman parte de los 53 millones de estadounidenses con inseguridad alimentaria que dependen en estos momentos de los bancos de alimentos para subsistir, se muestran escépticos sobre el valor y la seguridad del trigo transgénico.

Lo entiendo, yo he estado entre los que se muestran aprensivos ante la perspectiva de comer pan modificado genéticamente, o cualquier cosa con GMO, realmente. Pero al analizar la base científica de mis preocupaciones, descubrí que no hay nada allí.

El consumo humano de organismos modificados genéticamente ha provocado durante décadas un temor erróneo en los consumidores porque pocos entienden esta técnica, que recurre a partes del ADN de otras plantas, animales o hasta bacterias para crear los rasgos deseados en los cultivos.

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Los que lo critican han planteado inquietudes absurdas que van desde el cáncer y las alergias hasta la pérdida de valor nutricional de los alimentos modificados genéticamente. A algunos les preocupa que la genética modificada se propague por la naturaleza, causando daños en los ecosistemas.

Son muchos los que desconfían de que las grandes empresas agrícolas que crean nuevos cultivos transgénicos den importancia a la seguridad de las personas frente a los beneficios que puedan obtener. Por ello, en Europa y en gran parte de África se han prohibido en gran medida los alimentos modificados genéticamente.

No obstante, jamás se ha encontrado nada que demuestre que los transgénicos sean perjudiciales para la salud de los humanos. Por el contrario, todas las organizaciones científicas importantes, incluidas la Academia Nacional de Ciencias y la Organización Mundial de la Salud, han dado fe de la seguridad de esta tecnología de cultivo de plantas.

Y aunque los cultivos de GMO pueden causar “desviación genética” en los campos cercanos, es posible tomar medidas para impedirlo. Los consumidores deben entender que los GMO no son inherentemente peligrosos para la salud humana o el medio ambiente, al igual que un televisor no daña inherentemente la inteligencia de uno. La creación de GMO es simplemente una plataforma tecnológica: representa un peligro o un beneficio dependiendo de como se aplique.

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El ser humano lleva milenios alterando el ADN de las plantas, seleccionando y reproduciendo granos cada vez más grandes y suaves, verduras menos amargas y frutas más gruesas y dulces. Antes de los GMO, estos caracteres se adquirían mediante cruces de plantas de la misma especie o de especies similares. Los GMO aumentan considerablemente las posibilidades al extraer de diferentes organismos y producir resultados rápidos.

En vez de tardar una década o más a través de los métodos de cultivo tradicionales, las herramientas de edición genética pueden producir nuevas variedades de plantas en dos o tres años. Las herramientas de edición genética como Crispr, capaz de “eliminar” rasgos no deseados en un genoma, pueden producir resultados aún más rápidos y económicos.

Uno de los rasgos más poderosamente beneficiosos integrados en los cultivos comerciales hoy en día se deriva de una bacteria común del suelo, el Bacillus thuringiensis (o Bt), que permite a la planta producir sus propios insecticidas internos que son benignos para los humanos.

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El diseño del maíz integrado en Bt, que ahora se cultiva en todo el mundo, y las berenjenas integradas en Bt que se cultivan en Bangladesh, han disminuido considerablemente las aplicaciones de pesticidas químicos, ahorrando dinero a los agricultores y mejorando la salud del suelo.

Con el objetivo de desarrollar su trigo resistente a la sequía, en Bioceres los científicos incorporaron material genético de un girasol que determina la forma en que la planta utiliza la humedad que canaliza y almacena. El HB4, descubierto por la científica argentina Raquel Chan, se encuentra entre los genes del girasol que rigen la eficiencia del agua. Una vez que los experimentos de laboratorio de Chan y su equipo revelaron que los cultivos, incluyendo la soja, pueden desarrollarse en condiciones de calor y sequedad con poca frecuencia de riego, Bioceres concedió la licencia del gen.

En los ensayos en el campo, la empresa señala que su variedad de trigo transgénico ha aumentado el rendimiento en un 20% de media en condiciones de escasez de agua.

Estas cifras deben ser corroboradas por un análisis independiente y es necesario investigar mucho más para identificar otros genes que puedan ayudar a conferir tolerancia a la sequía a los cultivos alimentarios. Sin embargo, este avance ofrece cierta esperanza a millones de agricultores de todo el mundo que se enfrentan a condiciones duras que no harán más que aumentar el calor y la sequedad.

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A lo largo de la historia hemos visto las consecuencias de la ingeniería genética en la agricultura cuando su aplicación es incorrecta. Las semillas Roundup Ready de Monsanto -el cultivo que se ha convertido casi en sinónimo de GMO, contenían una genética que las hacía inmunes a los productos químicos que acaban con prácticamente cualquier otro tipo de planta.

En la actualidad, estas plantas tolerantes a los herbicidas constituyen el 90% de todo el maíz, el algodón y la soja de Estados Unidos, y gran parte de los productos se han vuelto contraproducentes, lo que ha provocado la proliferación de “supermalezas” resistentes a los productos químicos, que exigen el uso de más y más fuertes herbicidas para acabar con la maleza.

Y esa es la notable preocupación que tengo sobre el producto de Bioceres: además del gen HB4 tolerante a la sequía, ha añadido un gen de tolerancia a los herbicidas. Comprendo el propósito, dado lo ampliamente aceptado que está el rasgo en los mercados agrícolas.

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Pero los efectos nocivos de los herbicidas debilitan el valor central de la innovación del HB4 y sus beneficios climáticos que transforman el juego. Sin embargo, esto no es razón suficiente para rechazar el nuevo cultivo, y no debería impedir que el USDA apruebe el trigo HB4 para su producción comercial.

Debemos dejar de lado la cuestión de si los cultivos transgénicos deben desarrollarse en absoluto, y concentrarnos en qué aplicación aportará el mayor valor a nuestro mundo. Los científicos están desarrollando cultivos modificados genéticamente con raíces más anchas y profundas que pueden mejorar significativamente el almacenamiento de carbono en el suelo.

Asimismo, se está investigando el desarrollo de variedades de cultivos modificados genéticamente y editados de granos básicos y alimentos especiales, desde el café y el cacao hasta los cítricos y las uvas de vino, que toleren no sólo el calor y la sequía, sino también las muchas otras situaciones de presión climática que afectan a los agricultores de todo el mundo: inundaciones, insectos invasores, plagas bacterianas y cambios de temporada.

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Algunos de estos inentos fracasarán, pero aquellos que tengan éxito proporcionarán beneficios vitales a las poblaciones con más inseguridad alimentaria en los climas más vulnerables. El resultado final serán las crecientes preocupaciones medioambientales las que justifiquen el uso de herramientas agrícolas controvertidas que pueden ayudar a cambiar la balanza a favor de la humanidad, siempre y cuando la tecnología se aplique de forma responsable.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.