Por qué Google fracasó en su intento de construir una ciudad inteligente

La división del gigante tecnológico ideada por su cofundador Larry Page pretendía levantar un prototipo de ciudad inteligente en colaboración con la ciudad de Toronto

Sidewalk Lab
31 de diciembre, 2022 | 09:54 AM

Bloomberg Línea — En 2018 Google (GOOGL) anunció detalles sobre planes para construir una ciudad inteligente en Toronto (Canadá). Se llamaría Quayside.

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El objetivo era crear un barrio capaz de albergar instalaciones recreativas, viviendas, oficinas, comercios y espacios públicos, todo ello integrado con el uso de la tecnología.

Los detalles publicados mostraban una disposición modular que permitiría que baldosas de hormigón condujesen el calor para derretir el hielo y la nieve, por ejemplo

Pelo la teoría no funciono. Apenas dos años después, en mayo de 2020, Sidewalk Labs, el brazo de Google para proyectos de urbanismo e infraestructuras, puso en pausa el proyecto, citando como principal razón la presión económica causada por la recién iniciada pandemia de Covid-19.

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Hasta el momento, se habían gastado 3.900 millones de dólares canadienses (o unos US$2.900 millones al cambio actual). Y este año, el sueño de la ciudad inteligente de Google y Canadá llegó a su fin.

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Para Josh O’Kane, autor del libro “Sideways: The City Google Couldn’t Buy”, Quayside no funcionó por varios factores, siendo la diferencia cultural uno de los ejes.

“Waterfront estaba acostumbrado a trabajar a un ritmo muy, muy lento. Compara ese estilo con el de Sidewalk, que estaba bajo presión para justificar su inversión de Alphabet, la matriz de Google, para construir algo que cambiaría el mundo”, dijo O’Kane a Bloomberg Línea.

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Según O’Kane, el mercado de las ciudades inteligentes se encuentra en una encrucijada. “El proyecto Sidewalk Toronto fue una lección sobre cómo construir (o no) una ciudad del futuro”.

Vea la entrevista a continuación, editada para mayor claridad:

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¿Cómo nació el proyecto de ciudad inteligente de Google con Toronto?

Sidewalk Labs fue idea del cofundador de Google, Larry Page, obsesionado con encontrar nuevas formas de que su empresa fuera innovadora, y de Dan Doctoroff, ex vicealcalde de Nueva York, que creía que las ciudades podían ser más eficientes y acogedoras si se las estimulaba lo suficiente.

Después de pasar unos años desarrollando grandes ideas para ciudades – desde construir edificios modulares sostenibles hasta poner una cúpula encima de un barrio – decidieron presentar una oferta para un proyecto mucho más pequeño de 12 acres (unos 50.000 metros cuadrados) en el centro de Toronto.

La agencia gubernamental Waterfront Toronto quería mostrar la innovación y las ideas sostenibles de forma similar. En teoría, era una asociación ideal: trabajarían juntos y construirían una comunidad de la que las generaciones futuras pudieran sentirse orgullosas.

Sidewalk imaginó un barrio lleno de torres de madera energéticamente eficientes, baldosas calefactadas, robots para manipulación subterránea de mercancías, espacios de trabajo flexibles e incluso, algún día, taxis robotizados. Pero en realidad, ese barrio nunca se construyó.

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¿Por qué salió mal?

Desde el principio, hubo un desajuste sobre la cantidad de terreno que Sidewalk Labs podía conseguir. Waterfront Toronto sólo tenía potencia para 12 acres (unos 50.000 pies cuadrados), pero su equipo describió el proyecto de forma tan imprecisa a los licitadores que algunas personas de Sidewalk creyeron que podrían acceder a mucho más.

Lo que Waterfront realmente quería era que Sidewalk demostrara su valía en 12 acres antes de aceptar ayudar a la empresa a trabajar con los gobiernos para acceder a zonas más extensas.

Pero el desajuste también era cultural: los poderosos ejecutivos de Sidewalk se habían criado en el hervidero de la política neoyorquina, donde los planes agresivos son algo normal, mientras que Waterfront era una dócil y casi estereotipada agencia de desarrollo canadiense con una historia relativamente aburrida. La agencia estaba acostumbrada a trabajar a un ritmo muy, muy lento.

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Compara ese estilo con el de Sidewalk, que estaba bajo presión para justificar su inversión de Alphabet, la controladora de Google, para construir algo que cambiaría el mundo. Y, en el mejor de los casos, hacerlo de forma que no estaba en línea con el funcionamiento de Waterfront.

Sidewalk Labs tenía un deber con los accionistas de Alphabet. Waterfront tenía un deber de diligencia en nombre de los contribuyentes de la ciudad de Toronto. Combinadas con sus historias de origen y estilos de trabajo muy diferentes, no siempre estaban de acuerdo.

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Entonces, ¿por qué Google no logro llegar a un acuerdo con Waterfront?

Cuando Sidewalk Labs abandonó Toronto en mayo de 2020, la empresa lo achacó a la incertidumbre causada por la pandemia en el mercado inmobiliario. Resultó ser cierto, pero también una simplificación excesiva.

Después de una serie de controversias sobre cuánto terreno podría obtener Sidewalk y cómo se podrían gestionar los datos, Waterfront Toronto pasó gran parte de 2019 alertando y negociando con Sidewalk para trabajar con los términos presentados.

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Durante los seis meses posteriores al nuevo acuerdo, el equipo de Sidewalk tuvo que luchar para que sus ideas funcionaran en ese espacio, el único terreno garantizado.

Sidewalk intentó pedir a Waterfront diferentes estructuras financieras para que la construcción funcionara, pero cuando llegó la pandemia, y nadie sabía si el sector inmobiliario se desplomaría, ya no tenía sentido invertir. Al menos no desde un punto de vista financiero.

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¿Era la misión demasiado grande para Google en aquel momento?

La misión estaba muy en consonancia con la visión que Larry Page tenía de Google y Alphabet. Page quería seguir innovando en nuevos ámbitos de la sociedad. Pero el concepto de innovación de Page se formó en gran medida en el “Viejo Oeste” de los primeros días de Internet, y las ciudades se han vuelto mucho más complejas desde entonces. Hay muchas consultas y procesos para decidir lo que ocurre en las ciudades. Google construyó su reputación inventando procesos completamente nuevos.

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Sidewalk Labs ya no existe. ¿Quiénes son ahora los actores de ese mercado? ¿Y Google no puede retomar el proyecto?

Sidewalk Labs era una empresa mucho más pequeña cuando se incorporó a Google y estaba más centrada en tecnologías individuales, no en barrios y ciudades enteras. Además, si preguntas a suficientes personas cercanas al proyecto, algunas admitirán que fue una gran vergüenza.

El mercado de ciudades inteligentes parece encontrarse en una encrucijada.

Ciudades como Barcelona llevan mucho tiempo adoptando un enfoque ascendente de la tecnología urbana, tratando de desarrollar proyectos lanzados por sus propios ciudadanos. Luego están las ciudades inteligentes con enfoque descendente, donde una persona poderosa o un gobierno detrás están generando el mismo tipo de inquietudes que el proyecto Sidewalk Toronto, como Neom en Arabia Saudí.

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¿Qué podemos aprender del fracaso de Sidewalk?

El proyecto Sidewalk Toronto fue una lección sobre cómo construir (o no) una ciudad del futuro. Las principales preocupaciones de los ciudadanos, especialmente quién toma las decisiones sobre qué tecnologías implementar y cómo se generan y utilizan los datos, serán preguntas serias que se plantearán las ciudades de todo el mundo. ¿Quién debe tener voz en esas decisiones?

¿El sector privado debe tener voz, aunque tenga motivos muy distintos a los del ciudadano común por estar en deuda con accionistas?

¿Cree que las ciudades inteligentes serán posibles en el futuro?

Si una ciudad inteligente es una ciudad con tecnología incorporada y diseñada para un futuro mejor, ¿qué debemos tener en cuenta? Toronto es una ciudad de casi 3 millones de habitantes y, sin embargo, sólo tiene una línea de metro en dirección este-oeste que atraviesa el centro de la ciudad.

El metro es una tecnología, y hacer que el transporte rápido sea el mejor al alcance de las personas que viven y trabajan en la ciudad mejoraría su vida cotidiana y reduciría también la dependencia de coches.

Eso también haría con que la ciudad se volviera más sostenible desde el punto de vista ambiental. Y más gente podría utilizar esos trenes si construyéramos más densamente alrededor de las estaciones de transporte público, lo que también es un planteamiento más sostenible para construir ciudades.

Así que quizá la mejor pregunta no sea sobre la viabilidad de las ciudades inteligentes. Quizá sea mejor preguntar: ¿cómo debemos invertir en las ciudades para mejorar la vida de las personas?

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