Una guerra nuclear podría provocar una pequeña nueva Edad de Hielo

La falta de luz generada por el humo y el hollín de las explosiones crearía una caída de la temperatura global y la expansión del hielo marino que bloquearía varios puertos

A vehicle transports a RS-24 Yars strategic nuclear missile along a street during the victory day parade in Moscow, Russia, on Wednesday, June 24, 2020. President Vladimir Putin is putting Russia's military might on display Wednesday in a parade to mark the 75th anniversary of the World War II defeat of Nazi Germany, ahead of a referendum that may allow him to rule until 2036. Photographer: Andrey Rudakov/Bloomberg
08 de julio, 2022 | 09:14 AM

Bloomberg Línea — Desde que se inició la guerra entre Rusia en Ucrania a finales de febrero de 2022, el temor en torno a una guerra nuclear se han incrementado, pues en abril el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, señaló que el riesgo de un conflicto de este tipo era “real”.

En consecuencia, investigadores de la Universidad Estatal de Luisiana realizaron diferentes simulaciones de guerras nucleares regionales y globales para evaluar los efectos que estas tendrían sobre la Tierra, lo cual dio por resultado que se podría generar una ‘Pequeña Edad de Hielo’.

En la actualidad, nueve naciones en el mundo tienen control de 13.000 armas nucleares, según cifras del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Y aunque algunas naciones se destacan más que otras como Estados Unidos, Rusia y China, la investigación concluye que “no importa” a quiénes se ataquen con este tipo de armas, pues los impactos serían los mismos en todo el planeta.

Escenarios evaluados

Los escenarios simulados fueron múltiples, pero los investigadores evaluaron una guerra nuclear entre EE.UU. y Rusia donde se usarían unas 4.400 armas nucleares de 100 kilotones (1 kilotón equivale a 1.000 toneladas) para bombardear ciudades y áreas industriales. El resultado fueron “incendios que expulsaron más de 330.000 millones de libras de humo y carbono negro” absorbiendo la luz solar, dirigidos a la atmósfera superior.

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Cambios en la temperatura global del océano durante y después del enfriamiento provocado por la guerra nuclear. (a) Anomalía máxima anual de la temperatura media global de la superficie del mar (ΔSST) frente a la anomalía máxima del forzamiento radiativo para cada simulación de guerra. ΔSST disminuye linealmente (línea discontinua), a un ritmo de 0,055°C W-1m2. (b) La anomalía global de la temperatura media anual del océano a 100 m (ΔT100) en 2034 (año 15), que indica el enfriamiento de la subsuperficie en el nuevo estado del océano, también disminuye linealmente con la reducción de la radiación a un ritmo de 0,011°C W-1m2 (línea de puntos). (c) Máxima ΔSST mensual en el escenario EE.UU.-Rusia (150 Tg) en cada celda de la cuadrícula del modelo; las anomalías de la temperatura oceánica son mayores en las regiones costeras del hemisferio norte y en los mares poco profundos. Las anomalías son relativas a la media de control.

También se hizo una simulación más pequeña entre India y Pakistán. Allí se planteó un escenario en el cual decidieran atacarse con 500 armas nucleares de 100 kilotones, lo que resultaría en arrojar de 11 a 103.000 millones de libras de humo y hollín a la atmósfera superior.

En cualquier escenario contemplado los investigadores señalan que la liberación de humo y hollín bloquearía la luz solar en la tierra y se perderían las cosechas de alimentos en el mundo.

Además, en el primer mes después de una detonación nuclear las temperaturas caerían -10,56 grados Celsius, “un cambio de temperatura mayor que en la última Edad de Hielo”.

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“No importa quién bombardea a quién. Puede ser India y Pakistán o la OTAN y Rusia. Una vez que el humo se libera a la atmósfera superior, se propaga globalmente y afecta a todos”, explicó en un comunicado Cheryl Harrison, autora principal y profesora asistente del Departamento de Oceanografía y Ciencias Costeras de LSU y del Centro de Computación y Tecnología.

¿Cuánto tardaría la recuperación de una guerra nuclear?

Las simulaciones indican que tras este tipo de conflictos nucleares la temperatura de los océanos descendería de manera rápida, razón por la que el hielo marino se podría extender hasta seis millones de millas cuadradas y seis pies de profundidad en algunas cuencas, bloqueando puertos claves para el comercio internacional como el de Tianjin en Beijing, Copenhague y San Petersburgo.

Evolución del hielo marino del Ártico en la posguerra. Concentración media del hielo marino en el Ártico para 2020-2025 (%) para (a) el escenario de guerra nuclear entre EE.UU. y Rusia (NW), (b) el escenario de control, y (c) la diferencia de concentración entre los dos escenarios, y el espesor medio del hielo marino en el Ártico (m) para (e) el escenario de guerra nuclear entre EE.UU. y Rusia, (f) el escenario de control, y (g) la diferencia de espesor entre los dos escenarios. Se muestra la serie temporal media anual del hemisferio norte de (d) la extensión del hielo marino y (h) el volumen del hielo marino para todos los escenarios de guerra (colores) y los escenarios de control (negro), donde se indican la media del experimento Community Earth System Model-Large Ensemble (línea gris sólida) y la desviación estándar (punteada) durante el periodo preindustrial para demostrar la variabilidad natural e interna del modelo (véase la sección 5).

La institución precisa que en el escenario más grande de un conflicto nuclear que es el de EE.UU. y Rusia, a los océanos les tomaría décadas recuperarse en la superficie y cientos de años en descongelarse las profundidades, mientras que los cambios en el hielo marino del Ártico podrían durar miles de años y causar una ‘Pequeña Edad del Hielo Nuclear’.

“La guerra nuclear tiene consecuencias nefastas para todos. Los líderes mundiales han utilizado nuestros estudios previamente como un impulso para poner fin a la carrera de armamentos nucleares en la década de 1980, y hace cinco años para aprobar un tratado en las Naciones Unidas para prohibir las armas nucleares. Esperamos que este nuevo estudio anime a más naciones a ratificar el Tratado de Prohibición”, dijo el coautor Alan Robock, profesor distinguido del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Rutgers.

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