Las energías renovables impulsaron el sistema eléctrico en 2025 en Latinoamérica: las razones

Las energías limpias lideran la expansión eléctrica en América Latina: en 2025 aportaron cerca de dos tercios de la nueva capacidad y generación. Eólica y solar impulsan la transición, mientras cae el uso de carbón y petróleo.

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Turbinas eólicas da Casa dos Ventos
27 de diciembre, 2025 | 09:00 AM

Bloomberg Línea — Las energías limpias aportaron cerca de dos tercios de la nueva capacidad instalada y de la electricidad generada en la región este año, con un fuerte impulso de la energía eólica y solar, de acuerdo con cifras de la Organización Latinoamericana y Caribeña de Energía (OLACDE).

La capacidad de generación de energía renovable se incrementó este año un 7% a nivel regional respecto al 2024, según el Panorama Energético de América Latina y el Caribe 2025, publicado por OLACDE.

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En total, el 68% de la nueva capacidad instalada en el 2025 fue renovable y el 67% de la electricidad ya proviene de fuentes limpias. Además, el 61% de la nueva capacidad de generación instalada en este 2025 es de centrales eólicas y solares.

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En la otra cara, la generación eléctrica con carbón mineral cayó un 21% y con petróleo y derivados un 31%. En todo caso, la producción de petróleo crudo en 2025 se incrementó un 20% en la región frente al año anterior.

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“La mayoría de las políticas de descarbonización y procesos de transición energética en la región se han concentrado en el sector de generación eléctrica”, dijo a Bloomberg Línea Andrés Rebolledo, secretario ejecutivo de OLACDE.

Explica que fuentes de energía como la eólica y la solar, además del gas natural, se han convertido en las opciones más costoeficientes para reemplazar el uso de carbón mineral y petróleo en este sector.

Turbinas en la granja eólica de Jepírachi, ubicado en Medialuna en el departamento de La Guajira.

OLACDE asocia esta dinámica, entre otros factores, a la reducción en los costos de inversión de las tecnologías de generación eléctrica con fuentes de energía renovables no convencionales como la eólica y la solar fotovoltaica.

También pesa la mayor disponibilidad de líneas de financiamiento internacional para tecnologías de generación limpia, especialmente no convencional, y la necesidad de diversificar la matriz energética para hacer a los sistemas más resilientes ante las variaciones climáticas.

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Este impulso también responde a los compromisos internacionales de reducción de emisiones de carbono a la atmósfera surgidos a partir del Acuerdo de París y la definición de las NDC (Contribución Determinada a Nivel Nacional) por parte de los países signatarios de este acuerdo.

En este contexto, los países de América Latina y el Caribe se enfrentan al desafío de mantener el rumbo hacia la descarbonización de los sistemas de generación eléctrica.

Especialmente frente a las expectativas de un alto crecimiento de la demanda de electricidad debido a factores como la electromovilidad, la extracción de minerales críticos, la proliferación de los data centers y la industria del hidrógeno verde.

En 2025, el consumo final de electricidad el 2025 aumentó un 3,7% frente al valor registrado en 2024 y el consumo per cápita se incrementó en 2,6%.

Un año clave para las energías limpias

Aerogeneradores terrestres en un parque eólico.

Milton Montoya, director del Departamento de Derecho Minero-Energético de la Universidad Externado de Colombia y socio de la firma Holland & Knight, señaló que 2025 fue un año “muy positivo” para el desarrollo de energías renovables en América Latina, con un “crecimiento histórico” en el desarrollo de proyectos solares, eólicos y también hidráulicos a pequeña escala.

Según explicó Montoya, el avance ha sido especialmente fuerte en países como Brasil y Chile, cuyos portafolios de proyectos continúan expandiéndose, así como en Perú.

Colombia, por su parte, incorporó cerca de 2.000 nuevos megavatios de energías renovables, principalmente solares, lo que refleja un balance positivo en términos de capacidad instalada.

No obstante, Montoya advirtió que el crecimiento ha sido desigual en la región y enfrenta obstáculos recurrentes.

Entre ellos destacó los problemas de relacionamiento con comunidades, los retrasos en el licenciamiento ambiental, la excesiva burocracia y los cambios abruptos en las reglas de juego, que generan inseguridad jurídica para los inversionistas.

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Como ejemplo, mencionó el caso de los proyectos eólicos de la firma portuguesa EDP Renewables en La Guajira, que no pudieron concretarse por dificultades en las consultas previas y los trámites ambientales.

Esta situación derivó en disputas contra el Estado colombiano ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi).

Pese a estos desafíos, la expectativa para los próximos años sigue siendo favorable.

Montoya subrayó que América Latina conserva un enorme potencial renovable aún sin explotar, especialmente en comparación con regiones donde los mercados están más saturados o los proyectos ofrecen menor rentabilidad.

Latinoamérica todavía es una región con “demasiado potencial para aprovechar”, afirmó el analista, anticipando un desarrollo intensivo de proyectos, en particular fotovoltaicos y eólicos de mayor escala.

El experto identificó varios cuellos de botella clave que deberán resolverse para sostener este crecimiento.

El primero es la infraestructura de transmisión eléctrica, un factor crítico para la transición energética. “Sin transmisión no hay transición”, recalcó.

También señaló la necesidad de optimizar los procesos de consulta previa, con reglas claras y mayor acompañamiento institucional, así como de agilizar los trámites de licenciamiento ambiental, hoy afectados por demoras excesivas.

Adicionalmente, Montoya destacó la importancia de avanzar hacia marcos de inversión extranjera más competitivos frente a otras regiones, con esquemas fiscales, tributarios y aduaneros más flexibles, modernos y alineados con las necesidades del sector.

“Hay una realidad innegable y es que la demanda de electricidad en la región sigue creciendo”, dijo Montoya. “Esa electricidad en buena parte vendrá de las tecnologías renovables”.

El ritmo se mantendría en 2026

Paneles solares y una turbina eólica en la red eléctrica local, operada por EON SE, en Simris (Suecia).

Según proyecciones de OLACDE, en 2026 se instalarían en América Latina y el Caribe alrededor de 12 gigavatios (GW) adicionales de capacidad de generación eléctrica con fuentes renovables.

De esa cifra, un 60% correspondería a fuentes eólicas y solares, 25% a hidroeléctricas, 8% a centrales térmicas a biomasa y el 7% restante se repartiría entre geotérmicas y bancos de baterías.

Se espera además que el índice de renovabilidad de la matriz de generación eléctrica mejore en un punto porcentual, pasando del 67% en 2025 al 68% en 2026, gracias a 62 teravatios-hora (TWh) adicionales de generación con fuentes renovables.

Andrés Rebolledo explicó que los principales frenos para el proceso de descarbonización de la matriz de generación eléctrica en América Latina son la consecución de financiamiento para cubrir los costos de capital para la nueva infraestructura, incluyendo las líneas de trasmisión como prioridad.

Asimismo, se refirió al riesgo para la estabilidad y seguridad del sistema eléctrico ante las variaciones climáticas y el potencial surgimiento de vertimientos de energía.

Panorama hacia 2050

De acuerdo con OLACDE, América Latina y el Caribe vería un fuerte aumento de la demanda energética bajo un escenario de descarbonización acelerada del sector a 2025.

El consumo total de energía se incrementaría un 42% respecto al 2025, mientras que el consumo de electricidad crecería un 156%.

Explica que, bajo este mismo escenario, la capacidad instalada de generación eléctrica se triplicaría en 2050 respecto a 2025.

Y su componente renovable pasaría del 68% al 83% en 2050.

Entre tanto, la capacidad eólica y solar en conjunto se quintuplicaría.

La electrificación del transporte, la expansión de data centers y el desarrollo del hidrógeno verde elevarían de forma significativa la demanda eléctrica, mientras el gas natural mantendría un rol relevante y el petróleo y el carbón perderían peso en la oferta energética regional.

OLACDE calcula que para el 2050 el petróleo y sus derivados tendrían un 20% de participación en la oferta energética total de la región y la participación del carbón mineral sería solamente del 1%.

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