Del desarrollo al auge criminal: el otro impacto del megapuerto de Chancay en Perú

El gigantesco puerto de Chancay, que ha prometido impulsar la economía peruana y reconfigurar el comercio de América Latina con Asia, está resultando atractivo para los criminales.

PUBLICIDAD
Porto de Chancay, no Peru
Por Antonia Mufarech
18 de septiembre, 2025 | 01:38 PM

Bloomberg — Eran las 3:46 p.m. de un martes de mayo cuando sonó el teléfono de Vladimir Cantoral. “Somos de los Pulpos de Trujillo”, dijo el interlocutor, en alusión a una banda conocida por cometer extorsiones, secuestros y asesinatos. “Necesito que tu nos facilites un poco de logística para nosotros. Lo dejamos a tu voluntad”.

Sabiendo que “logística” significaba dinero, Cantoral respondió que no tenía. Cuatro minutos después de cortar, el desconocido le envió por WhatsApp una foto de su documento nacional de identidad, con su dirección y fotografía. Luego llegaron dos audios y un video que mostraba armas y balas sobre un mantel, acompañado de una voz distorsionada que lo insultaba y amenazaba.

PUBLICIDAD

Ver más: Perú enfrenta trabas que hacen “muy difícil” que funcione una economía de mercado: BBVA

A las 9:30 p.m. de esa misma noche, Cantoral llegó a la comisaría para presentar la denuncia. Era la quinta del día, le dijo un agente. Seis meses antes había abierto en la ciudad un megapuerto chino de US$1.300 millones.

“Chancay es un lugar donde si quieres tu puerta la dejabas abierta y no pasaba nada”, recordó Cantoral, un ingeniero eléctrico de 44 años, que ahora pasa la mayor parte del tiempo en Lima junto a su esposa e hijos. Por un tiempo, cuando regresaba a su ciudad natal, ubicada unos 65 kilómetros al norte de la capital, lo hacía con chaleco antibalas.

PUBLICIDAD

La pequeña ciudad costera, antes poblada por pescadores de pejerrey al amanecer, vio cómo, junto a las grúas que se levantaban en la orilla, también aumentaba el crimen.

Hubo 966 denuncias de extorsión en la región que incluye Chancay en los primeros ocho meses del año, un alza de 25% respecto al mismo período de 2024, según datos del Ministerio del Interior. Se cree que aún más casos no se denuncian.

Y Huaral, la provincia donde se ubica Chancay, registró la quinta tasa de homicidios más alta del país, de acuerdo con un informe de junio del Observatorio de Crimen y Violencia, cuando antes ni siquiera figuraba en los rankings acumulados desde 2018.

Ver más: Con China como contrapunto, Perú ofrece un nuevo puerto a inversores estadounidenses

El aumento de la delincuencia es un problema nacional. La gran mayoría de peruanos cree que la seguridad pública se ha deteriorado de forma sostenida en los últimos tres años, según encuestas recientes. Las bandas de extorsión se han expandido en centros urbanos, atacando a choferes de buses y taxis, comerciantes, maestros y trabajadores textiles.

Pero el gigantesco puerto de Chancay, que promete impulsar la economía peruana y reconfigurar el comercio de América Latina con Asia, resulta especialmente atractivo para los criminales.

“Este tipo de inversión es un punto de inflexión importante”, explicó Enrique Desmond Arias, especialista en asuntos del hemisferio occidental en Baruch College de la City University of New York. Y cuando no va acompañado de una gobernanza y un control policial sólidos, advirtió, “hay un potencial de desestabilización inusual” que puede “abrir nuevas oportunidades de mercado para los grupos criminales”.

Inaugurado en noviembre por la presidenta Dina Boluarte y Xi Jinping, el megapuerto de Chancay avivó las tensiones comerciales entre EE.UU. y China. Con grúas automatizadas de 90 metros de altura y cientos de contenedores apilados, la obra busca casi triplicar las exportaciones agrícolas del país andino. Aunque las instalaciones se consideran seguras, empresarios y criminólogos alertan riesgos. “Siempre los puertos son puntos estratégicos para la salida de drogas del país”, dijo Roberto De La Tore, presidente de la Cámara de Comercio de Lima.

Ver más: Xi dice que megapuerto Chancay puede ser punto de partida de un corredor entre China y Latam

La filial de Cosco Shipping Ports Ltd. en Chancay, que administra el puerto, respondió por escrito que sus operaciones cumplen los más altos estándares internacionales de seguridad.

Señaló que trabaja estrechamente con las autoridades peruanas y utiliza la última tecnología, incluidos escáneres donados por EE.UU., para revisar la carga y garantizar que “no se cometan actos ilícitos dentro del puerto”.

Sin embargo, la seguridad en el entorno de la terminal se deteriora rápidamente. Dos días después de la primera amenaza, Cantoral revisó su teléfono y encontró una serie de mensajes de WhatsApp. Los textos, en un español mal escrito y lleno de errores, eran intimidantes: “Creo que no emtiendes la situación queremos que nos apoyed”, decía uno.

“Apoyanos con 2 lucas nomas”, exigía otro, refiriéndose a 2.000 soles, unos US$565. “Porque si te vamls a meter plomo o dinamita ya no va sdr 2 lucas va ser 20”.

Otro mensaje advertía: “Acuerdste de lo que te digo nl ves las noticias creo”.

Por aterradora que fuera su experiencia, Cantoral sabe que tuvo suerte. Una semana antes, hombres armados irrumpieron en un garaje durante una reunión en Chancay y abrieron fuego, dejando dos muertos y siete heridos. Dos días antes, sicarios atacaron a un grupo en un complejo deportivo: murieron dos y cinco resultaron heridos.

Ver más: Perú apuesta por Asia para sus arándanos: ¿qué pasará con EE.UU.?

Con el crecimiento, viene el crimen

El auge comercial que trae el puerto debería impulsar tanto la población como el empleo. El plan de desarrollo de Chancay proyecta que la ciudad albergue a 210.000 personas para 2034, casi el triple de su nivel actual, un proceso que el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento describe como “crecimiento ordenado y sostenible”. Se prevé la creación de 58.000 nuevos empleos en ese período.

“Dijeron que iba a venir el desarrollo, que iban a venir un montón de cosas para Chancay, pero nada hasta ahora,” dijo Cantoral, que lidera un grupo opositor al megapuerto. “Lo que más ha traído ese puerto es delincuencia”.

Cosco rechaza esa idea, afirmando que su proyecto “representa una oportunidad de desarrollo” cuyos beneficios económicos contribuyen directamente a reducir la informalidad laboral y la criminalidad.

Aunque la extorsión no es nueva en Chancay, el uso de armas y explosivos sí lo es, indicó Erika Solis, abogada e investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Y la mayoría de los casos que terminan a balazos responden a disputas entre bandas criminales, cuyos miembros se matan para expandir su territorio o asesinan a víctimas que han decidido pagar a otra pandilla, advirtió otro criminólogo.

Ver más: Perú pierde más crecimiento potencial que sus pares desde 2013 por inestabilidad política

“El riesgo de Chancay es que se convierta en un espacio de mucha competencia entre muchos actores que decante en mucha violencia por el control del territorio”, señaló Nicolás Zevallos, director del Instituto de Criminología del Perú.

Las bandas en la región han visto que la extorsión genera un flujo constante de dinero sin necesidad de involucrarse en economías ilícitas mayores que requieren más organización, explicó Angélica Durán-Martínez, politóloga de la Universidad de Massachusetts–Lowell.

La Confederación Nacional de Mototaxistas del Perú, por ejemplo, dijo a medios locales que las bandas exigen entre 10.000 y 15.000 soles a cada empresa solo por el derecho a operar sin interferencias. Luego cobran entre 2 y 3 soles diarios por moto.

Además de los Pulpos, informes locales señalan a Los Monos de Quepepampa y Puros Hermanos Sicarios, también conocidos como Anti-Tren, compuesto por exintegrantes del Tren de Aragua. Siguiendo el ejemplo del presidente Donald Trump, Perú designó en marzo al Tren de Aragua como organización terrorista.

Sin embargo, expertos advierten que identificar a los grupos con precisión es difícil: abundan los imitadores y algunos, como TdA, contratan a pandillas locales para ampliar su alcance internacional.

“Sin plan de contingencia”

Casi a la medianoche de un jueves de febrero, colapsó uno de los dos carriles del puente de Chancay, lanzando un bus con pasajeros al río. Murieron tres personas y decenas resultaron heridas en un accidente atribuido a fallas estructurales. Para quienes estudian la criminalidad, también fue una señal de alarma.

“No tiene plan de contingencia”, dijo Solis. El puente cedió porque las autoridades locales no estaban preparadas para el aumento de tránsito que traería el puerto, agregó, temiendo que ocurra lo mismo con el crimen. “Hasta que no empiece a haber algo más violento, no va a cambiar mucho”.

La preocupación se extiende más allá de Chancay. A medida que el puerto intensifique operaciones y crezca la población, lo harán “también los delitos como tráfico de drogas, trata de personas y lavado de activos”, advirtió en mayo la fiscalía del distrito de Huánuco, pidiendo más personal. Huánuco, al noreste de Huaral, es un importante productor agrícola.

El gobierno de Boluarte aseguró que trabaja para contener el alza delictiva. “Estamos en la línea de reducir los niveles de criminalidad, y lo que tenemos que hacer ahora es comenzar a trabajar con lo que tiene que ver con la extorsión, sobre todo utilizando medios digitales”, dijo el ministro de Economía, Raúl Pérez-Reyes, en una entrevista reciente sobre Chancay.

La Policía Nacional indicó que refuerza su ofensiva contra el crimen organizado mediante operaciones estratégicas con otras agencias. El jefe policial de Chancay se negó a comentar y el principal responsable de seguridad en Huaral no respondió.

Para Julio César López, pescador de 61 años, el puerto significó un cambio de vida. “Quince años atrás, cuando no existía esto, había pescado bastante – ahora es todo arena”, dijo, recordando que solía llenar 15 cajones de bonito en un día, y hoy apenas dos.

Ver más: Aliado de Trump propone imponer aranceles a mercancías enviadas a través del puerto chino de Perú

La alteración de corrientes y olas por las obras portuarias destruyó el ecosistema, empujando a muchos pescadores a ofrecer paseos turísticos en bote alrededor del megapuerto. La bahía junto al puerto se convirtió en un atractivo, con visitantes de todas partes.

Pero en febrero, una embarcación con más de una docena de pasajeros zozobró en altamar: murieron una madre y su hija, y varios resultaron heridos, algunos con signos de hipotermia. Desde entonces la actividad está prohibida. Aun así, López sigue ofreciendo cuatro o cinco paseos diarios, aunque solía dar hasta 25. “¿Cómo voy a comer?”, dijo.

Desde el accidente, el turismo decayó. “Prácticamente nosotros no tenemos negocio”, lamentó Socorro Rosa Trujillo, dueña del restaurante Rosita, rodeado de cevicherías en la bahía.

Antes, los visitantes nadaban y luego comían en su local. “¿La gente qué va a venir a bañarse así?”, preguntó, señalando que el agua está estancada, maloliente y llena de restos de construcción.

Ha pensado en irse. “Pero tanto esfuerzo que me ha costado para levantar esto”, dijo. “Todo el megapuerto nos ha traído mal”.

Aunque el auge del crimen en Chancay aún no escala a la agenda nacional, el papel del puerto en el futuro económico de Perú preocupa a expertos que temen se convierta en un foco criminal tan notorio como Callao, el principal terminal de contenedores del país.

“Sería bastante, bastante penoso porque lo estamos viendo y lo estamos dejando pasar”, advirtió Solis. “Ya sabíamos que el narcotráfico está instalado en el Callao,” dijo. “Ya lo perdimos”.

Lea más en Bloomberg.com

PUBLICIDAD