El idilio entre Brasil y México es más publicidad que sustancia

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Honduras, 09/04/2025 - Presidente da República, Luiz Inácio Lula da Silva, durante encontro bilateral com Presidenta do México Claudia Sheinbaum. Foto: Ricardo Stuckert/PR
Por Juan Pablo Spinetto
04 de agosto, 2025 | 08:23 AM

Se podría pensar que Brasil y México se están alejando precipitadamente de su rivalidad para aproximarse a algo que se parece mucho a una alianza. Pero lo que está floreciendo no es impulsivo sino estratégico.

El Presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y su homóloga mexicana, Claudia Sheinbaum, han forjado una relación diplomática cada vez más cercana durante los últimos 10 meses, en los que se han reunido cuatro veces en diversos actos y han intercambiado varias llamadas telefónicas. A diferencia del predecesor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que se ausentó de la mayoría de las cumbres.

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Sheinbaum inclusive visitó Brasil el año pasado para tomar parte en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro, algo que López Obrador jamás hizo a pesar de tener también similitudes ideológicas con Lula.

Actualmente, ambos gobiernos están intentando estrechar sus lazos económicos, y el vicepresidente de Brasil, Geraldo Alckmin, encabezará una delegación que viajará a México a finales de agosto con el fin de explorar posibles acuerdos comerciales.

La incipiente relación entre las dos mayores economías de Latinoamérica tiene sus raíces en la alineación ideológica de sus dos líderes de izquierdas, pero ha cobrado mayor fuerza con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

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Brasil ve en el fortalecimiento de sus lazos con México una oportunidad para abrir nuevos mercados, al tiempo que se prepara para la amenaza (ahora aplazada) de aranceles de EE.UU. del 50%, a la vez que ofrece a sus vecinos regionales una alternativa a la influencia de Washington.

Para México, el acercamiento a Brasil supone un respiro en una relación cada vez más áspera con la Casa Blanca, a la vez que satisface la idea del partido gobernante de que América Latina es una prioridad diplomática. (“Alerta sorpresa”: no lo es)

Aun así, no esperen que esta nueva calidez diplomática desencadene el inicio de ese ideal de integración latinoamericana, largamente prometid pero nunca cumplida. Las diferencias estratégicas entre Brasil y México son tan amplias que es improbable que ninguno de los dos países modifique sus prioridades nacionales solo por un objetivo retórico.

La relación política entre ambos siempre se ha basado más en la competencia que en la cooperación. Este último intento de alineación puede generar gestos simbólicos y algunos acuerdos prometedores, pero nada que se acerque a un cambio radical en la dinámica de poder de la región.

Una relación más fuerte promete ventajas potencialmente enormes, aunque solo sea porque el punto de partida es dolorosamente bajo. El comercio bilateral entre Brasil y México totalizó US$13.600 millones el año pasado, o menos que el comercio de México con Arizona.

Con las alianzas comerciales en todo el mundo trastocadas por la política comercial de EE.UU., no se necesitaría mucho para que Brasil y México encontraran puntos en común en industrias como la alimentación y la agricultura, la farmacéutica, las finanzas y la tecnología.

Por lo tanto, fue alentador escuchar a los ejecutivos del conglomerado minorista mexicano Fomento Económico Mexicano SAB, o Femsa, decir esta semana que son “súper optimistas” sobre Brasil, esperando un crecimiento de dos dígitos a medida que expanden sus tiendas de conveniencia OXXO en esa nación.

Brasil-México

Y, sin embargo, tanto Brasil como México corren el riesgo de ser abandonados.

El futuro estratégico de México depende claramente de su continua integración económica con Estados Unidos, mientras que el de Brasil se mantiene firme con China, su principal socio comercial y, cada vez más, su protector político.

Brasil aspira a un puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, una medida a la que México se ha opuesto. Además, la alianza BRICS es la puerta de entrada de Brasil a un futuro donde el Sur Global desafíe a las superpotencias tradicionales.

México considera el tratado comercial de América del Norte, conocido como T-MEC, como la mejor manera de competir en un mundo cada vez más dividido en bloques geopolíticos.

Además, Brasil prefiere usar medidas proteccionistas para impulsar el crecimiento de las industrias nacionales, en particular el sector automotriz. México es uno de los mayores exportadores mundiales de productos manufacturados y cuenta con acuerdos de libre comercio con más de 50 países.

Estas ideologías económicas opuestas dificultan cualquier proceso de integración.

Y, por supuesto, gran parte del entusiasmo actual probablemente desaparecería cuando uno de los países decidiera dar uno de esos dramáticos giros ideológicos que son comunes en América Latina.

En lugar de un gran acuerdo, el camino a seguir sería que Brasil y México rompieran algunos de los obstáculos menores que les impiden construir lazos más estrechos, tanto estratégicos como económicos.

Por ejemplo, México ha estado sin embajador en Brasilia durante casi un año después de que la enviada de AMLO, la novelista Laura Esquivel, se fuera.

No hay un vuelo directo que conecte la Ciudad de México con Río de Janeiro, Brasilia o Fortaleza, y los brasileños que desean visitar México todavía deben solicitar primero una visa física, el resultado de la presión de EE.UU. para tomar medidas drásticas contra los migrantes de Brasil que atraviesan México para cruzar la frontera.

Que México decidiera apaciguar a Washington en este tema a pesar de que significaba perder miles de turistas brasileños habla de los límites de cualquier estrategia que no pase la prueba con Estados Unidos.

Al preguntársele la semana pasada sobre sus planes con Brasil, Sheinbaum fue cuidadosa al señalar que el enfoque se centraría únicamente en la búsqueda de un entendimiento mutuo.

“Por supuesto, hablamos de complementariedades, no de un acuerdo de libre comercio, ni mucho menos”, dijo. Ese no es el lenguaje audaz que uno esperaría de dos pesos pesados regionales que planean una alianza más estrecha. Quizás no esté destinado a ser así, pero ¿no sería fantástico si lo fuera?

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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