La gasolina estaba destinada a ser la prueba A de la transición energética. Y lo es, aunque no como la intelectualidad medioambiental había previsto.
En vez de convertirse en el combustible que registraría el pico de demanda más temprano y pronunciado a medida que el mundo adoptaba los vehículos eléctricos, la gasolina está mostrando la resistencia del consumo de combustibles fósiles.
La demanda, más fuerte de lo que se esperaba, llega incluso antes de que entren en vigor los significativos cambios normativos favorables a la gasolina que se anunciaron recientemente tanto en EE.UU. como en Europa.
Desde Washington, el presidente Donald Trump ha rebajado los objetivos de ahorro de combustible fijados por su predecesor, Joe Biden.
En lugar de alcanzar las 50,4 millas (81,11 km) por galón para 2031, los automóviles estadounidenses solo tendrán que cumplir con 34,5 millas (56,97 km) por galón. Antes, Trump ya había asestado un golpe al sector de los VE al eliminar las subvenciones federales.
Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha cedido esta semana a la intensa presión de Alemania e Italia para que abandonase la prohibición efectiva de la venta de automóviles de gasolina y diésel a partir de 2035. Bruselas, que en un principio barajó retrasar la prohibición 5 años, hasta 2040, decidió finalmente abandonarla por completo sin fijar un nuevo objetivo.
El Gobierno británico ha anunciado en Londres un nuevo impuesto sobre los VE a partir de 2028 que podría reducir las ventas en cientos de miles de vehículos.
Si juntamos todo esto, significa que los contadores de barriles del mercado energético tendrán que elevar sus previsiones de gasolina para el resto de la década. Es un ejercicio al que ya se están acostumbrando.

Después de la pandemia, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) aseguró que la demanda de gasolina nunca sobrepasaría el nivel alcanzado en 2019.
Su teoría se basaba en que, a medida que los VE se hicieran más populares, la demanda de vehículos con alto consumo de combustible se vería afectada de manera “desproporcionada”. “Esto implica que es probable que el combustible registre el pico de demanda más temprano y pronunciado” de entre todos los elementos del mercado petrolero, escribió la AIE en un influyente informe de 2023.
No obstante, la demanda superó rápidamente el pico anterior a la pandemia y siguió creciendo.
El año pasado, el consumo de gasolina alcanzó un máximo histórico de 27,36 millones de barriles diarios. La AIE inicialmente consideró que ese era el pico y sugirió que el consumo disminuiría en 2025. Sin embargo, la demanda de gasolina en lo que va de año ha alcanzado un nuevo récord de 27,62 millones de barriles diarios.
Actualmente, el pico ya se ha retrasado seis años, de 2019 a 2025. Y no me sorprendería que, una vez actualizadas las previsiones, se adelanté aún más.
Lo que más sorprende es que una de las mayores necesidades de gasolina proviene de Europa, supuestamente una región líder en la transición energética, pero donde los consumidores están cambiando los autos diésel por los nuevos modelos de gasolina e híbridos enchufables. España y Francia han visto el consumo alcanzar cotas nunca vistas en dos décadas.
Así pues, la demanda probablemente supere en más de 700.000 barriles diarios el nivel estimado para el cenit del consumo. Puede que no parezca mucho, pero equivale a la demanda total de petróleo de una economía europea de tamaño mediano como los Países Bajos.
Este aumento es particularmente significativo porque ocurrió a pesar de cuatro vientos en contra notables: los gobiernos occidentales que subsidian la adopción de vehículos eléctricos; los altos precios de la gasolina, particularmente entre 2022 y 2024; la persistencia de la gente trabajando desde casa después de la pandemia; y el débil crecimiento económico de China.
En última instancia, la demanda de gasolina disminuirá a medida que la gente cambie sus autos de combustible fósil por vehículos elétricos. El pico probablemente llegará una década más tarde de lo previsto inicialmente, quizás alrededor de 2029 o 2030.
Por ahora, el aumento del consumo indica que los gráficos elaborados que utilizan los gobiernos para señalar la disminución del consumo de combustible son un espejismo.
La prueba A muestra lo desordenada que será la transición energética, con avances irregulares y tendencias ilógicas, como el récord de ventas de vehículos eléctricos y el récord de consumo de gasolina, que se producen al mismo tiempo.
Tras los cambios normativos en Europa y Estados Unidos, esos movimientos desconcertantes serán aún más difíciles de seguir.
Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.
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