Bloomberg Opinión — Díganme si han escuchado esto antes: El cambio climático no se trata de lo que sabemos, sino de lo que no sabemos. Lo que sabemos es suficientemente malo, lo que no sabemos es potencialmente mucho peor. Considere, también, los acontecimientos irreversibles a gran escala (puntos de inflexión, como la desecación del Amazonas, la desintegración de la capa de hielo de la Antártida Occidental o Groenlandia) y los costos comienzan a incrementar.
Son precisamente estos costos de los principales puntos de inflexión planetarios los que me propuse calcular con tres colegas en un artículo publicado esta semana en Proceedings of the National Academy. El hallazgo principal, con muchos matices como es habitual en cualquier investigación de este tipo es la siguiente: Una estimación conservadora aumenta la urgencia de actuar hoy en día en alrededor de un 25%. La métrica para captar esta urgencia es el costo social del carbono, lo que cada tonelada de CO₂ emitida actualmente cuesta a la sociedad y, por tanto, debería costarle a quienes contaminan.
Ese 25% representa por sí solo un impacto significativo, pero no podemos dejar las cosas ahí. Por un lado, representa lo que llamamos una “subestimación probable”, por todo tipo de razones importantes, entre ellas el hecho de que tanto la ciencia como, quizá especialmente, la economía son intrínsecamente conservadoras.
En segundo lugar, centrarse en esa cifra del 25% sería pasar por alto quizás el punto más importante del ejercicio: Hemos comprobado que el impacto de estos puntos de inflexión es en sí mismo muy incierto, con una posibilidad muy real de impactos mucho mayores. Por ejemplo, estimamos que hay un 10% de posibilidades de que los puntos de inflexión dupliquen el coste social del carbono.
Por supuesto, no somos los primeros en concentrarse en los puntos de inflexión. El difunto geoquímico de la Universidad de Columbia Wally Broecker, que en 1975 introdujo el término “calentamiento global”, llamó la atención sobre las “sorpresas desagradables en el invernadero” en 1987. El científico del clima de la Universidad de Exeter, Tim Lenton, ha escrito extensamente sobre los “elementos de inflexión” y los “puntos de inflexión”. El fallecido economista de la Universidad de Harvard Martin Weitzman llamó la atención sobre las “colas gruesas” del cambio climático.
Yo también he escrito mis argumentos sobre por qué son estas incógnitas y quizás “incognosibles” las que impulsarán el resultado final. Climate Shock (Choque climático), mi libro con Weitzman, trata de ello. Podría estar en el propio ADN de la economía y de los economistas dejar de lado estas incertidumbres, y lo hacemos bajo nuestro propio riesgo. Resulta que es relativamente fácil criticar. Otra cosa muy distinta es sentarse e intentar hacer algo mejor.
Como con cualquier investigación, siempre es bueno señalar lo que este documento no es: no es una cuantificación de todas y cada una de las incertidumbres relacionadas con el clima. Lejos de ello. De hecho, puede que ni siquiera capture las más importantes. Hay buenas razones para creer que los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, las sequías o los huracanes, pueden tener un impacto económico mucho mayor que los tipos de “puntos de inflexión” planetarios a gran escala en los que nos enfocamos aquí.
Uno de los posibles puntos de inflexión que examinamos es la desintegración de la capa de hielo de la Antártida occidental. Tendría enormes implicaciones, elevando el nivel global del mar entre 10 y 20 pies (3 y 4 metros). Está claro que eso no ocurriría mañana. De hecho, cuando los glaciólogos se refieren a que la desintegración de la capa de hielo de la Antártida Occidental podría ocurrir en “poco tiempo”, implican que ocurriría dentro de unos siglos, es decir, prácticamente mañana, en escalas de tiempo geológicas. Esa desconexión con lo que los economistas y el resto de nosotros llamaríamos “corto plazo” es una distinción importante en este caso y una de las razones por las que es tan difícil acertar con los modelos climáticos y económicos.
La integración de los puntos de inflexión lo hace aún más difícil. Pero hay una buena razón por la que destacan tanto en la imaginación de los científicos y del público. El desencadenamiento de alguno o de todos ellos empuja realmente al planeta fuera de un “espacio operativo seguro para la humanidad”. Decirlo es importante. También lo es criticar los modelos climáticos-económicos por ignorarlos. Está claro que nuestro artículo no es la última palabra sobre esta cuestión, pero es el tipo de enumeración que ayuda a explicar por qué son precisamente los riesgos, las incertidumbres, los eventos de cola y, sí, los puntos de inflexión a escala planetaria los que realmente deberían impulsar la acción climática ahora.