Manifestantes por el derecho al aborto frente al Tribunal Supremo de Estados Unidos en Washington, D.C., Estados Unidos, el miércoles 4 de mayo de 2022. La anulación del caso Roe vs. Wade, tras la filtración de un borrador de opinión que anula la sentencia sobre el derecho al aborto, corre el riesgo de ampliar la desigualdad económica en Estados Unidos, amenazando décadas de avances para las mujeres en lugares donde el aborto podría estar prácticamente prohibido.
Tiempo de lectura: 2 minutos

Bloomberg Opinión — Por fin, se destapó la olla. Los nominados judiciales republicanos que se adentraron con facilidad en la Corte Suprema parecen dispuestos a poner fin a su espectáculo y a hacer una reverencia por un acto de engaño épico: fingir que realmente, de verdad, honestamente, respetarían el precedente establecido desde hace tiempo en el caso Roe v. Wade.

Si el borrador de la opinión escrita por el juez Samuel Alito se mantiene en su suma y sustancia, el tribunal haría retroceder el reloj de los derechos de las mujeres en dos generaciones, anulando una protección constitucional que ha permitido a millones de mujeres tomar decisiones, dentro de ciertos límites, sobre si llevar un embarazo a término. La decisión también destrozará lo que quedaba de la reputación del tribunal como administrador no partidista de la ley.

El hecho de que gran parte del borrador de la opinión sea una crítica a Roe v. Wade (1973) y a Planned Parenthood v. Casey (1992) echa la mentira como realidad, asegurando las afirmaciones que los jueces conservadores hicieron durante sus audiencias de confirmación sobre su respeto por los precedentes. Está muy claro que la opinión se derivó de sus puntos de vista de larga data, no de los detalles del caso que tenían ante sí.

Salvo que se revoque la decisión, el tribunal dejará la cuestión de los derechos de la mujer en manos de los estados, tal como siempre han querido los opositores al aborto, y como en su día pidieron los opositores a la abolición, la integración y el matrimonio interracial y entre personas del mismo sexo. Esta comparación enfadará sin duda alguna a los opositores al aborto. Pero nunca debe permitirse que las libertades fundamentales, ya sean de raza o de género, sean determinadas por las legislaturas estatales y los plebiscitos locales. La libertad de las mujeres no es simplemente la igualdad ante la ley con los hombres. Es la autonomía y la autoridad para tener el control sobre cuándo y si tener un hijo.

PUBLICIDAD

El presidente Joe Biden ha instado al Congreso a aprobar una legislación que codifique el derecho al aborto en la ley federal. La Cámara de Representantes ya lo ha hecho, y aunque al Senado le faltan 50 votos para ese proyecto de ley en concreto, cuenta con una mayoría pro-choice (a favor de la decisión, en este caso del aborto). Esos senadores tendrán que decidir ahora qué es más importante: un derecho fundamental de las mujeres, o preservar el filibusterismo, que requiere 60 miembros para pasar de debatir un proyecto de ley a votarlo.

Ahora que la cuestión pasa del tribunal al Congreso, los votantes sabrán exactamente a quién pedir cuentas si el aborto deja de ser un derecho para todas las mujeres estadounidenses, y tendrán oportunidades de hacerlo en los próximos años. El voto, y no el tribunal, es el árbitro definitivo de la libertad.

Eso es un escaso consuelo para todas las mujeres estadounidenses que pronto podrían ver restringidos sus derechos. Pero es el mejor, y único, camino hacia adelante.

PUBLICIDAD

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo fue traducido por Andrea González