Wimbledon
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No es barato comprar entradas para los eventos deportivos más prestigiosos del mundo. Por ejemplo, el precio de las entradas para un partido de la Premier League inglesa, en el que los estadios usualmente pueden albergar entre 40.000 y 60.000 espectadores, es de 100 libras esterlinas (US$121 dólares) para los afiliados de un club, y mucho más elevadas en el mercado secundario. En el recién concluido Gran Premio de Silverstone, el precio de un fin de semana comienza en apenas 155 libras (US$188), y los precios suben rápidamente a miles de dólares por la experiencia de hospitalidad completa.

Sólo en Wimbledon, sin embargo, gastar en entradas no es suficiente para pasar por la entrada. Además es necesaria la suerte o la tenacidad, y con frecuencia las dos cosas. Los aficionados al torneo, e incluso quienes lo vieron por televisión, observaron asientos vacíos cuando salieron a la cancha estrellas como Rafael Nadal, Andy Murray y Emma Raducanu, la inesperada campeona del Abierto de Estados Unidos el año pasado.

Tanto los fanáticos del tenis como los que simplemente disfrutan del torneo inglés por excelencia, las molestias, la incertidumbre y las filas forman parte de la experiencia y la tradición del torneo más histórico de este deporte. ¿Pero, es necesario que sea así?

Hay varias formas de obtener entradas para Wimbledon, cuyo aforo total es de unos 42.000 espectadores, pero ninguna es fácil. En la época anterior a la pandemia, los aficionados de todo el mundo podían solicitar entradas en una convocatoria pública (una lotería) que se cerraba el mes de diciembre anterior. Este año, las personas que habían ganado el derecho a comprar entradas en el cancelado torneo de 2020 tuvieron que se movidas, por lo que no hubo una nueva convocatoria pública.

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Este año, la afluencia a Wimbledon descendió un 7% con respecto a 2019. No es de extrañar teniendo en cuenta lo complicado que es obtener una entrada.

Los miembros de la Asociación de Tenis sobre Hierba (Lawn Tennis Association, LTA), que regula el tenis británico, tenían una opción de compra de un par de entradas para Wimbledon. Aquellos que se registraron para participar y tuvieron la suerte de obtener una asignación, debían responder a una serie de correos electrónicos, un proceso de seis pasos que les indicaban cómo comprar las entradas y cómo acceder a estas en la aplicación de Wimbledon. Cada etapa contaba con una limitación de tiempo (10 días para tal o cual cosa). Tuve que establecer recordatorios en mi teléfono para hacerlo.

Los poseedores de las asignaciones no pueden elegir y tomar la fecha, la cancha y los asientos que deseen solamente pueden comprar los que se les ofrecen. Las entradas devueltas pueden ser compradas por otros en línea, pero se agotan rápidamente y no hay ninguna garantía.

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Sería bonito obsequiar con un par de entradas a tu pareja y a tu hijo fanático del tenis, pero aún siendo el afortunado ganador, deberás acudir al torneo en persona con tu documento de identidad. Por último, no hagas clic en los Términos y Condiciones sin antes leerlos. La pasada edición, los aficionados acudieron a Twitter para denunciar la anulación de la compra de entradas por haber utilizado la misma tarjeta de crédito más de una vez, lo que, al parecer estaba prohibido. (Este año no encontré la misma restricción, pero puede que se me haya pasado).

Si el dinero o el tiempo no son un problema, existen otras formas de asistir a Wimbledon. Puede solicitar un debenture (un título de propiedad), que da derecho a un asiento premium cada día durante cinco años consecutivos de torneo. El precio del debenture en la cancha central en la serie de 2020 a 2025 era de 80.000 libras esterlinas (US$96.976) (se elevó a 120.000 libras esterlinas (US$145.464) en el mes anterior al torneo). En la cancha número 1 los asientos de esa serie se vendían a 46.000 libras (US$55.762).

Es una inversión considerable: las debentures son las únicas entradas que pueden ser transferidas o vendidas legalmente y a menudo su precio está bien para el vendedor. La última vez que consulté, para esta semana esa entradas se vendían a unas 2.700 libras (US$3.270) o más. Sin embargo, conseguir una entrada de este tipo, aunque se disponga del dinero necesario, es complicado, y algunos esperan años para tener la oportunidad.

Como última opción, hay que hacer fila, ¿y qué puede ser algo más británico? Se dice que en 2017 hubo una de 7.000 personas. La fila para el torneo de este año comenzó el viernes antes del inicio del torneo este lunes. Las entradas de acceso (ground passes) conseguidas de esta forma cuestan solo 27 libras (US$32.70) y el campeonato pone a la venta 500 entradas para cada una de las tres canchas principales del espectáculo cada día, además de un número indeterminado de entradas de acceso. Esto no garantiza el acceso, y perdonen la repetición. Cada año se cuentan historias de campistas alegres y de la emoción de la fila, pero conozco a mucha más gente que se siente desanimada por la perspectiva o que no puede tomarse el día libre en el trabajo. Así que no me asombra que el número de participantes haya bajado este año.

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Los otros tres torneos de Grand Slam del calendario de tenis funcionan con sistemas de venta de entradas que no requieren conocimientos avanzados de teoría del juego ni niveles santos de paciencia. En ese sentido, el más fácil es el Abierto de Estados Unidos, como era de esperar, pues su enorme estadio Arthur Ashe tiene un aforo de 23.000 espectadores. Pero incluso los torneos de Francia y Australia, en los que la cancha principal tiene un aforo de unos 15.000 espectadores, similar al de la cancha central de Wimbledon, ofrecen opciones simples de compra de entradas. Todos disponen de sistemas que permiten a los aficionados acceder a las entradas, ofrecen cierta flexibilidad pero limitan la capacidad de los especuladores y los revendedores para acaparar las reventas.

¿Por qué no Wimbledon?

Hay una diferencia: Wimbledon es el único de los cuatro grand slams que es dirigido por un club privado de miembros. El All England Lawn Tennis & Croquet Club (AELTC) está entre los clubes más exclusivos del mundo: sólo 500 miembros. Puede permitírselo. Asimismo, tiene que ocuparse de sus patrocinadores corporativos y de debentures que se pagaron por una experiencia completa y la exclusividad del evento, y que en ocasiones prefieren pasar el rato en el Gatsby Club o beber ginebra en las secciones de hospitalidad en lugar de usar sus asientos de primera calidad en las canchas de juego.

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Las ganancias del torneo se transfieren a la LTA para financiar la práctica del tenis; eso ascendió a 52,1 millones de libras (US$63 millones) en 2019. Que un torneo sea exitoso implica más dinero para gastar en el tenis británico, aunque, para ser claros, si bien ha habido algunas mejoras y más jugadores británicos que irrumpen en la cima, el deporte sigue siendo caro y exclusivo en Gran Bretaña en comparación con muchos otros países. No obstante, uno de los principales objetivos de la LTA y del campeonato, es mejorar la accesibilidad.

Con toda la espectacularidad del torneo, aún queda mucho por hacer en ese sentido. Los uniformes de Ralph Lauren, las jardineras verdes y moradas, los cubos de reciclaje y las promesas de cero neto proyectan una imagen de tradición imperecedera y modernidad a la vez. Sin embargo, las hileras de asientos vacíos y las largas filas de espectadores contribuyen a confirmar la idea de que todo esto tiene un carácter elitista y retrógrado.

La edición de este año de Wimbledon es tan fascinante como siempre, pero a la vez está en contradicción con los intentos de este deporte de ser más inclusivo. El complicadísimo sistema de venta de entradas recuerda la observación de Mark Twain: cuanto menos hay que justificar una costumbre tradicional, más difícil es deshacerse de ella. Ojalá Wimbledon demuestre que Twain estaba equivocado.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

Este artículo due traducido por Miriam Salazar