Personas con mascarillas en Guatemala
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Bloomberg Opinión — La forma de pensar en la pandemia ha evolucionado junto con el virus: En 2020 era una amenaza potencialmente mortal que podíamos evitar teniendo cuidado; en 2021 era algo que probablemente infectaría a todo el mundo con el transcurso del tiempo; ahora se está viendo como un peligro sanitario persistente que puede reinfectar a la gente varias veces, infligiendo en cada ocasión un daño acumulativo y que aumenta las probabilidades de síntomas de larga duración.

Ahora que la mayoría de las personas han contraido el virus, no hay otra manera de que una nueva variante pueda tomar el control, excepto rompiendo la inmunidad de las infecciones y vacunas anteriores. Esa es una de las razones por las que el Washington Post llamó a la BA.5, la subvariante actualmente en circulación de ómicron, “la peor variante”.

La definición de “la peor” puede variar. Ciertamente es la más infecciosa hasta ahora, pero la disponibilidad generalizada de vacunas hará que sea mucho menos mortal que las anteriores. La preocupación por el daño acumulativo, especialmente en el corazón y el cerebro, es una razón para evitar volver a infectarse, pero hay límites comprensibles en cuanto a lo que la gente puede o está dispuesta a hacer para evadir la BA.5. Las personas jóvenes y sanas pueden descartar las infecciones repetidas como si fueran resfriados comunes, mientras que las personas mayores, más enfermas o más vulnerables que ya han luchado contra el virus la pueden considerar como una nueva fuente de preocupación.

Algunas de las preocupaciones más recientes sobre el daño acumulativo se derivan de un estudio de los registros de atención sanitaria del Departamento de Asuntos de los Veteranos de los Estados Unidos. Los investigadores examinaron los registros de más de 5 millones de personas para comparar a los que nunca se infectaron con los de más de 250.000 que buscaron atención por una infección de Covid-19, y unos 38.000 que buscaron atención dos veces o más. La conclusión: El riesgo de daños a largo plazo o de síntomas prolongados aumentaba con esa segunda infección.

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Lo que aún no está claro es si el daño se produjo por tener infecciones repetidas bastante graves o si tiene algo que ver con el “Covid largo”, el misterioso síndrome que afecta a personas previamente sanas con meses de fatiga paralizante y otros problemas de salud. Además, debido a la muestra -la edad media de los sujetos era superior a 60 años, y todos enfermaron lo suficiente como para buscar tratamiento, cosa que no hacen todos los pacientes de Covid-19-, los resultados podrían exagerar el riesgo de reinfección para la población general.

Otro estudio, publicado en Science, apunta a la razón por la que las reinfecciones son un problema incluso entre los vacunados a pesar de que trabajos anteriores mostraban que las personas acumulan potentes anticuerpos contra el virus. Los autores sugirieron que la inmunidad frente a versiones anteriores del virus podría en realidad amortiguar la capacidad del organismo para desarrollar inmunidad frente a ómicron, la variante que ha sido dominante, en diferentes formas, desde el invierno.

Los investigadores utilizaron muestras de sangre de 731 trabajadores sanitarios vacunados y con dosis de refuerzo en el Reino Unido. Encontraron indicios de que las infecciones previas con la variante original, o alfa y delta, podrían interferir con la capacidad del organismo de crear anticuerpos específicos contra ómicron y sus subvariantes, dejando así a las personas más vulnerables a una reinfección. En otras palabras, algunas formas de inmunidad natural podrían resultar un lastre a largo plazo.

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La idea, que los investigadores denominaron amortiguación inmunitaria, es que el sistema inmunitario puede atascarse creando anticuerpos programados para luchar contra estas variantes anteriores y producir armas que no se adaptan del todo a los nuevos objetivos.

El estudio era demasiado pequeño para llegar a una conclusión; en el mejor de los casos, insinúa que la impronta inmunológica merece más estudio. Como señaló la especialista en enfermedades infecciosas Monica Gandhi, de la Universidad de California en San Francisco, sólo 17 de los sujetos del estudio llegaron a tener ómicron. Además, el estudio no hizo un seguimiento de las reinfecciones reales, sino que examinó la eficacia de los anticuerpos y las células inmunitarias procedentes de las vacunas y las infecciones anteriores para combatir la variante omicrón en un tubo de ensayo. Dado que los investigadores analizaron la inmunidad natural, tampoco está claro si las vacunas tendrían el mismo efecto.

Y los anticuerpos tampoco son nuestra única línea de defensa; Gandhi señaló varios estudios más amplios que muestran que un componente duradero de la inmunidad, las células T, se adquieren a partir de las vacunas y las infecciones anteriores.

Pero esta cuestión de la impronta inmunológica merece más, mayores y mejores estudios, porque los científicos aún están lejos de comprender la batalla entre este virus en evolución y nuestros sistemas inmunitarios. Es algo que hay que entender bien para desarrollar una próxima generación de vacunas más eficaces.

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Sin embargo, las vacunas actuales siguen funcionando a la hora de prevenir de enfermedades graves, y eso puede significar que las personas totalmente vacunadas y reforzadas que contraigan dos o tres infecciones leves durante un periodo de años no experimentarán el tipo de riesgo a largo plazo al que se enfrentan los no vacunados.

Amesh Adalja, médico y académico de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, dijo que no es sorprendente que el virus siga mutando y evolucionando de manera que le permita sobrevivir en una población cada vez más inmune. “Para mí, el propósito secundario de las vacunas siempre fue prevenir la infección”, dijo Adalja. “El propósito principal era eliminar el infierno que se vivía en los hospitales”.

Teniendo en cuenta lo terrible que fue la situación de hacinamiento en los hospitales de Nueva York en 2020, esta variante de la BA.5 podría ser calificada por todos como la “peor”. La gente no está muriendo al mismo ritmo trágico que en 2020, pero ahora los supervivientes de ese horror tienen una nueva preocupación. Y el grado de gravedad de las cosas depende en parte de si los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. y la comunidad de salud pública pueden empezar a dar a la gente una orientación clara y honesta sobre cómo navegar por esta amenaza sanitaria en evolución a largo plazo.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.