Exigencias de AMLO ponen a prueba la venta de Banamex

El presidente de México está haciendo difícil para Citigroup conseguir un precio cercano a los US$12.500 millones que pagó por el banco hace 20 años

AMLO ha expresado públicamente una serie de exigencias sobre el posible comprador: desde una prohibición de despidos hasta una preferencia por un comprador local, en lugar de uno extranjero, además de la necesidad de preservar una colección de arte de importancia histórica que posee Banamex.
Por Daniel Cancel y Nacha Cattan
01 de septiembre, 2022 | 08:38 AM

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Bloomberg — La venta de Banamex por Citigroup al parecer es el único tema real de conversación en los círculos bancarios mexicanos actualmente.

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La operación marcaría el mayor acuerdo en años en México, un mercado que ha estado moribundo durante la mayor parte de este siglo. Lo que explica por qué en reunión tras reunión, en directorios y cafeterías, la discusión giraba rápidamente hacia Banamex esta última semana.

Ahora, ocho meses después del anuncio, todos tienen algún buen dato sobre el último giro o vuelco en el proceso, y todos, independientemente de lo que puedan pensar, están de acuerdo en una cosa: el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está haciendo muy difícil para Citigroup conseguir un precio siquiera vagamente cerca de los US$12.500 millones que pagó por el banco hace dos décadas.

Aunque el Gobierno no tiene participación en el banco, AMLO ha expresado públicamente una serie de exigencias sobre el posible comprador: desde una prohibición de despidos hasta una preferencia por un comprador local, en lugar de uno extranjero, además de la necesidad de preservar una colección de arte de importancia histórica que posee Banamex.

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Es posible que estas cosas tengan sentido desde el punto de vista de la política pública, al menos para algunos, pero para el equipo de banqueros de Citigroup encargado de conseguir el precio más alto posible para la franquicia más valiosa del banco en América Latina, las exigencias se han convertido en un dolor de cabeza.

Claro, los nuevos propietarios podrían ignorar las peticiones de AMLO una vez que asuman el control, pero lo hacen bajo su propio riesgo. Su Administración ha mostrado una inclinación a aumentar la presión sobre las empresas que la desafían. Todos los banqueros coincidieron en que el precio de compra final tendrá que ser rebajado para tomar en cuenta sus demandas.

Cuando se le preguntó qué pasaría si el comprador no hiciera caso a las solicitudes del presidente, un portavoz del Gobierno se abstuvo de hacer comentarios. Funcionarios de prensa de Citigroup también declinaron comentar.

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El comunicado público más reciente del banco sobre la venta fue emitido a mediados de julio por su directora ejecutiva, Jane Fraser, quien hizo que el mensaje sonara como si aún faltara mucho para el acuerdo final.

“Este proceso todavía está en una etapa muy preliminar, por lo que cuando tengamos noticias para ustedes, sin duda se las comunicaremos rápidamente, pero es muy pronto”, dijo Fraser en una conferencia telefónica. “Es demasiado pronto en el proceso para especular, pero hasta ahora todo va bien”.

Este tono le ha parecido extraño a la comunidad bancaria mexicana. En privado, se preguntan por qué no hay un mayor sentido de urgencia para avanzar en la venta.

Para ser justos, ha habido algunos avances. Una serie de inversionistas han surgido ahora como postores por el banco: Grupo Financiero Banorte, Grupo Financiero Inbursa, de Carlos Slim, el magnate minero Germán Larrea y Grupo Financiero Mifel.

Todos los días surgen nuevos rumores sobre la venta; un columnista declaró muerta la oferta de Slim y otro la revivió al día siguiente. Según una última versión, uno de los administradores de activos más grandes del mundo podría asociarse con Mifel.

Durante una de sus conferencias de prensa diarias de más de dos horas, AMLO también dijo que le presentaron propuestas para que el Estado compre una participación del 51% en Banamex y la administre con socios privados. El mandatario dijo que no lo consideró seriamente.

El español Banco Santander SA también había ido a la caza, pero su oferta —que habría rondado los US$6.000 millones— fue rechazada.

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Al menos, eso hizo feliz a AMLO. El único banco extranjero que había expresado interés quedó fuera de la competencia.

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